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viernes, 31 de agosto de 2012

HIJOS


“Que todos hayamos nacido por azar, lo que está bien claro, no es una razón para vivir al azar. Nacer es la primera suerte. No estropear esta suerte, el primer deber”.

André Comte-Sponville: La vida humana


Ayer recibí un mensaje de una buena amiga: ha nacido A., está sana, es muy guapa.

Miro hacia atrás y pienso en las interminables noches que pasamos los tres primeros meses de vida de mi hijo su madre y yo: el hambre que se saciaba a demanda, la necesidad imperiosa de estar limpio, los terribles cólicos del lactante, que le hacían arquear su pequeño cuerpo durante horas. Y el modo de avisar de todas esas necesidades: llorando rabiosamente. Recuerdo un día en el que por fin pude meterme en la cama a las 7 de la mañana, con el despertador programado a las 7,15. Pero ahora mi hijo y yo vamos por la calle juntos, entendemos las bromas que nos hacemos porque compartimos un sutil sentido del humor que deja a su madre fuera. En uno o dos años será tan alto como yo. Me enseña a manejar aparatos electrónicos. Me gusta hablar con él, me siento cómodo cuando me hace preguntas comprometidas o me plantea temas difíciles. No me cuesta decirle “No lo sé”, “No tengo respuesta para eso” o reconocer que me he equivocado muchas veces.

Os cuento esto, queridos amigos, A. y F., porque vais a oír mucho que un hijo “te cambia la vida”, y también vosotros lo vais a repetir hasta la saciedad (tened piedad de los amigos no-padres). Te la cambia absolutamente. Y piensas en un antes y en un después: los años y los acontecimientos quedarán fijados en función de ella, su nacimiento, cuando empezó el cole, las vacaciones en tal o cual sitio… Te la  cambia a mejor, aunque algunos días penséis otra cosa al miraros al espejo. Eso sí, se acabó lo de salir por las noches en una temporada. Y, si conseguís una buena canguro o unos abuelos maravillosos, será llamando continuamente, mirando el móvil diez veces por minuto, volviendo antes y con cierto sentimiento de culpa. Y qué. Yo he pasado horas velando su sueño, pensando que la felicidad debía ser algo muy parecido a ver como tu hijo respira plácidamente. Siempre, antes de acostarme, he pasado por su cama, aún hoy lo hago, pienso en todo lo que le queda por vivir, en los problemas sentimentales que están a punto de llegar, en los estudios, en la mierda de mundo que se va a encontrar cuando tenga que independizarse. Le he leído muchos cuentos, pero descubrí enseguida que lo que más me gustaba (y a él) era inventarlos. Todos esos relatos disparatados, que le hacían sonreír o reír a carcajadas, se han perdido entre sus sábanas (“como lágrimas en la lluvia”), pero su sonrisa no. Veréis cómo le gusta a vuestra hija: leed, contad, hablad, llevadla de la mano, besadla. No hagáis caso a esos integristas de la pedagogía pediátrica: no se va a convertir en delincuente juvenil por un exceso de amor.

La crianza es dura, los primeros meses muy dura. Pero todo pasa, y desde luego compensa. La relación entre vosotros también cambiará: os supongo inteligentes para adaptaros. Y la vida no será ya nunca la misma, qué bien.

Escribo esto la mañana siguiente al día en que nació A. Yo no dormí la primera noche de vida de mi hijo: me dediqué a mirarlo, a entender y a disfrutar de ese tiempo. Hice una fotografía del primer amanecer sobre los edificios de la ciudad, una estampa que sólo tiene sentido para sus padres.

Leí un libro de Comte-Sponville (La vida humana) en el que decía que los hijos nos aferran a la vida, que con ellos no podemos permitirnos dejarnos llevar por la fatiga o el desánimo: hay que preparar baño, luego cena, pijama, cuento, hay que llevarlos al médico, a la escuela, a comprarles ropa, a cumpleaños… Da igual lo cansados que estemos, ellos no pueden esperar; todo lo demás sí. Y eso es bueno, ellos relativizan nuestros muy relativos problemas diarios, nos distraen de chorraditas varias, porque el porcentaje de algodón de sus sábanas es mucho más importante que las tonterías por las que nos preocupábamos antes.

Como os dije por SMS: Fuerza, Suerte, Enhorabuena.

Y a ti, A., bienvenida al mundo.

viernes, 24 de agosto de 2012

LECTURAS DE VERANO

Desde que era un chavalín el verano ha sido para mí un tiempo inacabable dedicado a leer. Recuerdo días en los que pasaban por mis ojos hasta tres libros de Los cinco, Los Siete Secretos o Los Hollister. Incluso alguna vez tomé “prestados” de las chicas de la familia unos tomos de no sé cuántos cursos en Torres de Malory. También releía un verano sí y otro también cuatro tomos descabalados de El Príncipe Valiente, tebeo que me sigue gustando ahora que he conseguido completar la colección.

Sigo haciendo lo mismo. Me acuesto con un libro (sí, ya sé, hay mejores actividades horizontales), y lo recupero tras el desayuno: unos pocos capítulos, a veces en papel, otras en e-book.

Bueno, a lo que iba. Este verano he leído lo siguiente:

Comencé con Trilogía de Nueva York. Conozco la historia contada por Paul Auster, pero otros libros lo han sepultado y no lo he terminado aún; tengo que volver sobre él. Porque se acercaba el día de viajar a NY, así que cogí con urgencia el texto de Elvira Lindo Lugares que no quiero compartir con nadie, que me supo a poco. Se queda en tierra de nadie, como si no acabara de estar terminado. No obstante, visité alguno de los lugares de los que hablaba, como el Smoke, del que hablé en unas "Crónicas Neoyorkinas" y el maravilloso paseo sobre las vías de un antiguo tren elevado.

En el avión leí un curioso libro de Eduardo Mendoza, Nueva York, en el que cuenta cosas, como el anterior, pero con ese estilo tan típico suyo; no sabes si está narrando lo que de verdad ocurrió en sus años allí o es que se le ha colado el espíritu del detective cutre de sus novelas. También le di una vuelta completa a Poeta en Nueva York, para escarnio de mis compañeros de viaje: fue como si entrase la luz en el avión. Me maravilla su tono, su explosión de imágenes tan atrevidas, su contraste de metáforas; sigue vigente y sigue siendo el Federico García Lorca que me gusta.

Unos días de estancia en Carcassonne me llevaron a una novela sobe los cátaros: La sangre de los inocentes, de Julia Navarro. Un tocho que sólo resulta llevadero en formato digital (por lo del peso). Es tan deleznable como Dan Brown, sobre el que ironiza no sé porqué, pues pertenecen a un mismo género (la conjura histórica con aspecto de investigación). El libro tiene presuntamente una compleja estructura a lo largo de tres épocas. Pero se dispersa en personajes innecesarios y en digresiones que no vienen al caso sobre asuntos de ningún interés. Me resultó moralista, blando y tontorrón. Incurre en todos los tópicos. Una pérdida de tiempo, incluso del chicloso tiempo estival.

Menos mal que, tras recuperar mi casa y el dolce far niente, hice una buena elección: El enredo de la bolsa y la vida. Matizo: el libro no es muy allá, está lejísimos de otros de su autor, pero el ingenio de Mendoza está fuera de toda duda. Recomiendo los divertidos encuentros entre el prota y los miembros de la familia china que regenta un bazar al lado de la peluquería de señoras. Lo mejor.

Después me dio el punto más serio y abrí El temblor del héroe, de Álvaro Pombo, último premio Nadal. Esto… decepcionante. O sea malo. Pedante, sin argumento definido, con unos personajes absolutamente inverosímiles y poco elaborados, cuyas acciones no parecen creíbles, menos aún sus conversaciones, entreveradas de altos vuelos filosóficos y palabras subidas de tono o directamente soeces. También el tema de fondo (la pederastia) me parece mal tratado, reconozco que me pone nervioso hasta en la literatura. Creo que Pombo es un gran escritor, pero aquí se ha columpiado.

Después me metí con el disparatado relato titulado La familia Fang, de Kevin Wilson. Me he reído de lo lindo, con lo que seguramente habré quebrantado la siesta de algún vecino. Sin embargo, la historia no da para las páginas que tiene, que se prolongan innecesariamente, como los minutos de la basura.

Mejor libro es La estepa infinita, de Esther Hautzig. Entronca con la literatura concentracionista, sin serlo. Una niña (judía y polaca) es deportada con su familia a Siberia por los rusos. Allí pasa la guerra, ha de luchar por sobrevivir; pero es también la historia del contacto con la gente del lugar y con el clima y el paisaje. Es un libro tan sencillo como bien narrado, sin estridencias, sin experimentos. Una delicia.

Y anoche, en las horas pegajosas con que nos obsequió agosto, terminé Memorias de un amante sarnoso, de Groucho Marx. Apenas unas sonrisas. Pasa el tiempo y sus películas siguen estando entre mis preferidas. Pero el libro no, acabó sin pena ni gloria.

Me gusta más el tomo que me acompaña a la playa: Las huellas imborrables, de Camilla Läckberg, con el que tendré un rato largo de sombrilla y brisa. Y luego, ya en casa, no sé si comenzar País de nieve, de Yasunari Kawabata, Los perros de Riga, de Mankell o Crónica del pájaro de da cuerda al mundo, de Murakami. A los tres les tocará pronto.

Me voy a la ducha. Y luego a leer.

sábado, 18 de agosto de 2012

PROMETHEUS

Si uno no ha visto Alien, puede ir. De lo contrario, mejor abstenerse.

Creo que si tuviera que calificar esta película diría esto: innecesaria.

Ridley Scott es uno de los grandes. Quien empieza carrera con Los duelistas merece ya un lugar en la historia del cine. Quien sigue con Alien, más aún. Quien, poco después, rueda Blade Runner, ya ha ganado todo el respeto posible y el título de clásico.

A estas tres cumbres yo añadiría dos títulos: en primer lugar, la muy estimable Thelma y Louise, por su alegato a favor de la libertad, por su radical mensaje feminista, porque no es exactamente una road-movie. También disfruté con la grandiosa Gladiator, superproducción como las de antes, trepidante, íntima a veces, épica. Pero, por mucho que repaso el resto de su filmografía, sólo encuentro oficio a raudales y mucho cine alimenticio, tan correcto como prescindible, de esos que gustan a adolescentes, postadolescentes y palomiteros en general.

Decían que Prometheus era una vuelta al mejor Ridley Scott… Ya. Lo “de vuelta” será porque es una precuela sin rubor ninguno de Alien. Pero los 30 años que las separan no han añadido nada nuevo. En Prometheus Scott se plagia a sí mismo: incluye escenas que ya hemos visto en Alien; es más, el argumento es exactamente el mismo: 123 minutos para explicarnos de dónde viene el bicho… Innecesario.

Eso sí, la fotografía es magnífica, qué menos. Sensacional, de las que justifica una buena pantalla de gran tamaño. Los que se encargan del asunto estarán indignados con el resto del equipo por el poco provecho que han sacado de su estupendísimo trabajo.

El guión… Dejémoslo. ¿Qué guión? Una mezcla de Expediente X, Erich von Daniken y Carlos Jesús escrito con más bourbon que ideas, pensando que el público todo lo traga y todo le gusta. Los diálogos son patéticos, a años luz de los de Blade Runner, por ejemplo. No pasa un examen de lógica elemental.

Y los actores, más de lo mismo. Un extraordinario Michael Fassbender, que vertebra la peli junto a Noomi Rapace (igual que en Alien, otra vez los mismos arquetipos), y el resto un atrezzo innecesario, a mayor gloria del extraterrestre exterminador. Capítulo aparte merece la maravillosa Charlize Theron, embutida en unas mallas que resaltan su gloriosa anatomía, a falta de otra cosa que resaltar, porque el papel es previsible, tontorrón, de tebeo. Y ella está hierática, inexpresiva. No recordamos nada de su personaje al salir; como la película: innecesaria.

Para que nadie piense que todo es negativo, aparte de la fotografía, daré un buen argumento para ir a verla: en la primera sesión se pueden pasar dos horas fresquito por un precio relativamente accesible (antes de que suba el IVA), dados los más de 40º que puede haber en cualquier casa a esas horas.

Pero nada más.

domingo, 12 de agosto de 2012

TOP COMENTARISTAS


He descubierto hace poco la posibilidad de incluir un “Top Comentaristas”. Lo he programado para que aparezcan todos aquellos que han hecho al menos 2. Me salen 37, no está mal. Hasta hoy aparecen 2376 comentarios, que divididos entre los 157 posts publicados en casi tres años tocan a algo más de 15 comentarios por post. Los cinco más comentados fueron: “Ontología pedagógica (el emperador va desnudo)” (36), “Plastas que justifican una ampliación del código penal” (36), “Tiramisú” (37), “Mudanza” (38) y “Geografía del deseo” (43). Curioso. Para ser este un blog de nivel -como dicen algunos de los que leen pero no escriben-, se pone en lo más alto un relato erótico, seguido de la crónica de una mudanza y de una receta. A la literatura, la filosofía, el cine… y a Camus, que les den. Ya veo, ya. Qué nivel.

Respecto a los que comentan, el primer puesto lo ocupa Elena P.G./Coleliquore/Elena (211 comentarios), le sigue CrisC/CrisCrac (191), aunque es premio especial a la constancia. El tercero es para ClothoBoBardi (189), espero que no se ausente más. Rachel (104), que escribió en todos los posts hasta hace poco, parece haberse retirado a sus cuarteles de verano. Algo parecido le pasa a Aliénor (51). Después hay un grupo significativo de comentaristas con al menos 10: AAGlez/AntjeGlez (20), mucho que decir, cuando se desmelene veremos; Brixia (14), que se ciñe a lo estrictamente italiano; Elena A./Elena de Troya (14), desconoce lo que es la concisión, me alegro, escribe muy bien, necesita un blog; Kriss (12) es como el Guadiana, siempre temo que no vuelva; lo mismo ocurre con Montse (19) con Romi (11) y con Paraqueloleas (13); Signos (24) lleva missing una temporada, aquí y en su blog: una gran pérdida; Silvia (16) se ha incorporado hace poco: me interesa lo que escribe aquí y en su reciente blog; e (15) apareció y parecía tener muchas ganas, pero no sé si volverá; terrae (35) participó activamente e incluso discutí vivamente con ella, pero hace varios meses que no nos visita.

Por debajo de 10: GreenEyes (9) me dice en persona lo que no dice aquí, pero hace mal, aún ha de descubrir sus cualidades; Adela (3) y Alcor (3) hace mucho que no escriben, como Fer (2), que aciva y desactiva su interesante blog, pero que se socializa poco (es una pena, un tipo inteligente); Juan (2) entró con fuerza, pero después se fue, lo mismo que Vivióloga (6); al contrario que Marian (6), cuyo blog debéis frecuentar y cuyos conocimientos sobre libros me abruman; Olenska/Olga (7) me ha dejado por facebook, con la vidilla que daba y lo vehemente que se ponía…; echo de menos la perspicacia de Teresa (9); Rafael (6) entra de uvas a peras, mal hecho; El chulapón de los barquillos (2) entró al post “Boludeces IV”, prometió seguir y… hasta la fecha.


Por cierto, en ese post, y en algún otro, hay quien se ha sentido molesto. Lo siento y pido perdón cuando proceda, que no siempre. Hay personas que se ofenden por nada, y deben examinar el grosor de su piel: es demasiado fina y esconde dogmáticas creencias, cuyo cuestionamiento les molesta; qué le vamos a hacer, deben acostumbrarse a que hay otras personas y otros modos de vida distintos a los suyos. Pero en los demás casos, cuando mi torpeza expresiva o mi inconsciencia han sido causas más o menos objetivas, presento mis excusas. Discutir es saludable, pero hay límites y es necesario respetar a las personas.

Gracias. Seguid los que frecuentáis esta plaza, volved los otros. Cuando queráis. 

martes, 7 de agosto de 2012

CRÓNICAS NEOYORKINAS 5


“El leñador no sabe cuándo expiran
los clamorosos árboles que corta”.

 Federico García Lorca: ”El rey de Harlem”, incluido en el libro Poeta en Nueva York


Hay que visitar el Smoke.

Tuve noticias de este garito por un libro de Elvira Lindo titulado Lugares que no quiero compartir con nadie. En él decía que les encanta ir, que es el sitio favorito de Antonio (Muñoz Molina, su santo). Exploré sobre él, convencí a mis amigos y allá que fuimos una noche, a escuchar jazz mientras cenábamos.

Nos recibió un tipo trajeado informalmente (camisa clara y chaqueta de lino, sin cortaba), bigotito, cráneo afeitado, piel oscura (o sea, negro). Me dijo: “I like your shirt”. Vaya, me pongo una camisa que lleva conmigo más de diez años y aún es capaz de despertar la atracción… de un hombre. En fin.

El local es pequeño, oscuro; seguramente en tiempos se fumó: el humo acompaña bien al jazz, aunque yo lo prefiero en fotos y en las pelis en blanco y negro. La cena era muy USA. Recuerdo especialmente que el primer plato era sandía con gambas y salsa barbacoa con lima. Tan sorprendente como apetitoso; lo hice anoche sin demasiado éxito (deben ser las gambas de Mercadona).

Cuando llegamos estaba en el escenario Allan Harris. Hizo un descanso, se fue la primera tanda de comensales y con la segunda, la nuestra, comenzó otra vez a cantar. Adjunto un vídeo. Después se despidió y lo sustituyó Cynthia Soriano. Cuando nos fuimos, pasada la una, allí seguía la cantante.

Todas las guías de NY dicen que hay que ir al Blue Note. Pero yo repetiré en el Smoke.


jueves, 2 de agosto de 2012

CRÓNICAS NEOYORKINAS 4


“Las alegres fiebres bailaban por las cúpulas humedecidas
y la luna copiaba en su mármol
nombres viejos y cintas ajadas”.

Federico García Lorca: ”Cementerio judío”, incluido en el libro Poeta en Nueva York



Comencé esta serie diciendo que a casi todo viajero en NY le puede la sensación de haber estado allí. Sin duda, esto es debido a nuestra educación cinematográfica. Aunque no sepamos identificar la película, hemos estado.

Una mañana cruzamos el puente de Brooklyn, estupenda experiencia que hay que hacer andando, aunque a veces toque esquivar a ciclistas que no van precisamente despacio. Al otro lado, la esperanza de encontrar el estanco de Auggie, de la peli Smoke. Pero vista Manhattan desde Brooklyn, lo que me vino a la memoria fue el cartel del film que dirigió Woody Allen. Vagando sin rumbo por allí encontré un cartel en el que decía que los jueves ponían cine al aire libre en esa zona, en una especie de almacenes abandonados. Lástima que el mismo día que tenía que volver, al tiempo que el avión despegaba, comenzaba la proyección, a los pies del puente, de… Matar a un ruiseñor.

Una de las noches, camino de un local irlandés (Connolly’s, 43 W 54th Street), en el que nos atendieron amabilísimas camareras y cenamos magníficamente, pasamos ante una pequeña plaza en la calle 29. Solo tres o cuatro personas en ella, entre las cuales un mendigo intentaba dormir. En una de las paredes de los edificios, una gran pantalla mostraba una película, sin sonido para no molestar. No hacía falta: era Casablanca, una de ésas cuyos diálogos nos sabemos de memoria. Me quedé unos minutos: Rick dejó ganar nuevamente a la ruleta a la pareja húngara y rechazó el abrazo del camarero ruso, pretextando un improbable azar.

Hace unos días vi fugazmente una de las entregas de Spiderman: no hubiera prestado atención, pero reconocí alguna de las avenidas y rascacielos.

Estuve en un plató.