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viernes, 30 de agosto de 2013

BOLUDECES XIV: ATEÍSMO FRANCÉS

Es cosa sabida que los franceses son de suyo volterianos, y que empiezan con la liberté, la égalité y la fraternité y terminan no se sabe bien dónde.

En Burdeos han dedicado una calle nada menos que a Dios, pero la cosa, si nos fijamos bien, deriva en un callejón sin salida. Un cul-de-sac, dicen ellos.

Un poco más al norte, en Locronan (Bretaña), un cartel en la puerta de una iglesia advierte de que la fe en Dios no es fe, sino fue, es decir, pretéritas creencias. 

Se trata de athéisme.






domingo, 18 de agosto de 2013

EPOJÉ

Semejante palabro lo escuché por primera vez en las clases de don Fernando Montero, maestro de quien esto escribe, como he dicho otras ocasiones. Pertenece a la fenomenología de Edmund Husserl y con ello quería decir el filósofo alemán que debemos suspender el juicio ante la presencia de las cosas para abordarlas en su pureza, sin prejuicios. “¡A las cosas mismas!”, decía Husserl. Desde que aprendí el vocablo han pasado casi treinta años y no sé si lo comprendí entonces; tampoco si lo entiendo ahora. Pero últimamente me dan ganas de decirle a mucha gente que practique la fenomenología husserliana. Esto es, que calle, que escuche y aprenda, que no juzgue, que no se disfrace con sólidos ropajes ideológicos o con la seguridad de flan de la ignorancia.

Algunos amigos me dicen que estoy ermitaño. Pero no: estoy husserliano. Practico la epojé. En sus dos versiones: la de aquél que escucha para aprender y la del que obsequia con su silencio al quien trufa su discurso con banalidad y estulticia. Espero que no sea sólo una actividad de este verano zen.

“Así, la epojé fenomenológica no es comparable ni a la duda cartesiana, ni a la suspensión escéptica del juicio, ni a la negación de la realidad por algunos sofistas, ni a la abstención de explicaciones propugnadas, en nombre de una actitud libre de teorías y supuestos metafísicos, por el positivismo de Comte”.
José Ferrater Mora: “Epojé”, en Diccionario de Filosofía, tomo 2.

jueves, 8 de agosto de 2013

MIS ESCENAS FAVORITAS: JOHN COFFEY VA AL CINE

He visto recientemente La milla verde (Franz Darabont, 1999). Una estimable película con unas interpretaciones estupendísimas. Desde Tom Hanks (siempre está bien, quién lo iba a decir con tan lamentables comienzos), hasta sus compañeros maderos con vocación humanista. Pero la estrella de la peli es el gigantón convicto John Coffey (Michael Clarke Duncan, que por cierto murió el año pasado).

En un determinado momento de la película, antes de ser ejecutado, John Coffey pide ir al cine, lo que nunca ha hecho. En la sala sólo está él junto con los policías. La escena recuerda a la última de Cinema Paradiso (Gisuseppe Tornatore, 1988), pero aquí la seducción se produce por descubrimiento y no por sobreexposición. La película que ven es Sombrero de copa (Mark Sandrich, 1935, el mismo año en el que está ambientada La milla verde) y la música que canta Fred Astaire la escucharíamos luego en esa otra obra maestra que fue El paciente inglés (Anthony Minghella, 1996).

No he encontrado la escena en castellano. Sorry.



jueves, 1 de agosto de 2013

PROHIBIDO ENTRAR SIN PANTALONES

Prohibido entrar sin pantalones es un libro que se puede hacer largo a más de uno: casi 400 páginas sobre la vida de un poeta futurista ruso. Juan Bonilla, su autor, se ha documentado bien y es un estupendo narrador. Hace algo de gran mérito: escribir una biografía como si fuera una novela, sin faltar a la verdad -hasta donde yo sé-, sin que las lógicas licencias literarias falseen la Historia. Hay un personaje central (naturalmente, Maiakovski), muchos secundarios (Lily, Osip, Burliuk, Veronika, Einsenstein…), y otros que mueven los hilos sin estar directamente presentes en la narración (Stalin, Lenin, Trotski…).

El libro puede leerse como una historia de la poesía en la Rusia que va de los zares a Stalin. Por aquí aparecen los futuristas, los simbolistas y los acmeístas… hasta que llega el realismo oficial y los escritores proletarios. Me quedo con ganas de saber más. Me parece insuficiente la crónica de la génesis de su poesía y los puñetazos futuristas con los que discutía con sus adversarios literarios.

También hay una lectura biográfica: sus viajes, las relaciones con sus amantes y con sus amigos. El libro se detiene especialmente en estas cuestiones. Lily es el personaje que parece dar sentido a la vida y a la creación de Maiakovski. Supongo que todas las relaciones horizontales que tiene el poeta están bien documentadas, porque son unas cuantas… Yo pensaba que con la poesía se ligaba poco. La construcción (¿imposible?) de una relación no convencional me recuerda los intentos sesentaiochistas por hacer lo mismo. Algunos personajes casi no aparecen (hermanas, madre, hija). Algunos de los amigos y poetas que lo rodean dan para un libro entero.

Porque ahí es donde aparece la tercera lectura, a mi juicio la más atrayente y menos desarrollada: la política. Me interesan dos poetas: el alcoholizado Esenin y el barrendero Bulgakov, al que Stalin permitió volver del exilio… para que dedicara su talento a tareas de limpieza. El libro cuenta la identificación inicial de Maiakovski del futurismo con la revolución bolchevique y la entrega incondicional a la causa. Se detiene (no demasiado) en su colaboracionismo entusiasta, época en la que hace informes sobre sus compañeros, ejerciendo de comisario político/poético. Es especialmente duro el capítulo en el que la escritora Ajmátova acude a pedirle ayuda para que interceda por su ex marido, otro poeta escasamente afín al régimen; Maiakovski la despide con desprecio, burla y reproches: el poeta es ejecutado. El último cuarto del libro puede leerse en esta clave, aunque Bonilla no profundiza todo lo que a mí me gustaría en el progresivo distanciamiento de Maiakovski respecto a un régimen que censura, prohíbe, ningunea, exilia y liquida al disidente. Eso sí, en nombre del pueblo, como de costumbre.

Recomiendo el último capítulo, especialmente intenso, emotivo… y político. Incluso algo escueto y parece que deliberadamente carente de explicaciones o justificaciones moralizantes.

En conclusión, extraordinario libro que no será un best-seller (ya sabemos que la gente prefiere vampiros amorosos inmersos en enigmas templarios). Yo no sabía nada de Maiakovski, salvo su existencia. No es necesario tener conocimientos previos ni está escrito para eruditos. Pero deben huir de su lectura los abrazadores de la banalidad y los fieles de las conspiraciones histéricas (¿o históricas?).

He buscado más información en internet. Hay muy poco. Curiosamente, una gran parte en portugués, ignoro la causa. Adjunto un documental hecho en la CCCP, una canción a mayor gloria del poeta cantada por Silvio Rodríguez y una página que contiene mucha información y unos cuantos poemas traducidos.