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miércoles, 31 de mayo de 2017

MIRAR EL GUERNICA


A mediados de los ochenta el Guernica volvió a España. No repetiré su periplo, que es de sobra conocido. Abajo incluyo dos enlaces, el primero sobre el cuadro y el segundo sobre la exposición que hay en estos momentos en el Museo Reina Sofía, en Madrid.

Cuando yo era un jovenzuelo, me sorprendía que todo el mundo más o menos de izquierdas, es decir, todo el mundo con el que yo me relacionaba, tuviese un póster en casa, a veces encima de la cama, como en el caso de una joven pareja en permanente estado de enrojecimiento político.

A mí no me gustaba especialmente y tampoco tenía cultura política como para entender su significado histórico. La verdad es que tampoco tenía cultura.

Después fui adquiriéndola (la cultura más que la cultura política) y me fui interesando por su significado y estructura. Seguí relacionándome con tipos izquierdosos para los que no era simplemente arte, sino un icono casi sagrado. O sin el casi.

Llegó el momento de que el  Guernica regresase a España. Qué curioso: siendo presidente Calvo-Sotelo y escoltado por la Guardia Civil. Se instaló en el Casón del Buen Retiro, a unos pasos del Museo del Prado, allá por 1981, donde estuvo hasta que en 1992 se trasladó al Reina Sofía.

El fin de semana pasado estuve allí, viendo la exposición “Piedad y terror en Picasso”. Siempre me impresiona su tamaño y me molesta la escasa educación de la gente, incapaz de hablar en voz baja o de desconectar el móvil, burlando la vigilancia de los empleados para hacerse selfis estúpidos.

Estando allí recordé que un fin de semana,  mientras aún estaba sirviendo a la patria cerca de Madrid, me acerqué a ver el Guernica. Estaba protegido por un cristal, aún en el Casón, y yo lo contemplaba despacio. Estaba tan concentrado que no me di cuenta de la presencia de un anciano a mi lado. Se apoyaba en un bastón, debía estar entre los 75 y los 80 años. No se movía y su mirada estaba muy fija en el cuadro. Me sentí incómodo, casi un intruso. Al darme la vuelta para marcharme, vi una lágrima que surcaba todas las arrugas de su rostro. Él miraba su historia y veía otro cuadro.




domingo, 21 de mayo de 2017

UN CORTO SOBRE EL ESCAQUEO FISCAL

En el anterior post hablaba sobre la necesidad de las normas (justas). Estos últimos días he seguido dando vueltas al tema.

A comienzo de curso puse a mis estudiantes de la ESO un corto, que incluyo más abajo.

Pagar impuestos es una norma especialmente antipática; los últimos delitos monetarios, estafas y demás que vemos cada día no animan precisamente a colaborar.

En unos días tengo que ir a entregar mi declaración de renta de este año. Mejor no digo todo lo que pago. Seguramente es lo justo, conforme a la norma tributaria que se me aplica.

He leído que, si desapareciese todo el fraude fiscal que hay en España, cada uno de nosotros pagaría entre 800 y 1000 euros menos (no estoy seguro de la fiabilidad del estudio, no recuerdo dónde leí tal cosa).

Yo pago hasta el IVA. Cada cual tiene un grado de gilipollez conforme a su naturaleza.

sábado, 13 de mayo de 2017

NORMAS

Hace unos días comencé con mis alumnos de 4º un tema que hablaba de la sociedad, su fundamentación, necesidad y normas. Intento combinar en clase dos métodos: la típica clase magistral (ese horror milenario que ha conducido a Occidente al desastre, a la ignorancia y casi a su desaparición) con otros más modernos: les pregunto, dialogamos, comentan textos… Intento que entiendan que no sólo importa lo que los clásicos hayan dicho, sino lo que nos siguen diciendo.

Bien, en eso estábamos, con Rousseau y Hobbes, con la definición de norma, tipos de normas, necesidad de las normas.  Les pregunté qué ocurriría si durante unas horas desapareciesen las normas. Enseguida se dieron cuenta (son listos): desorden, cada uno haría lo que quisiera, robos, violaciones, asesinatos, abusos en general, es decir, la ley del más fuerte. Entonces, ¿la ley protege al débil o no?, añadí. Aquí hubo un pequeño silencio: sí, no, depende…

Uno de ellos me dijo algo así: en teoría la ley es igual para todos, por lo que los débiles y los pobres serían favorecidos, pero todos los días vemos que no es así, que los poderosos se aprovechan de ella. Entonces, volví a interpelarlos: ¿la ley es igual para todos pero unos son más iguales que otros? Y así seguimos durante un buen rato, creo que con provecho.

No soy de los profesores que escondan la parte más cochambrosa de la realidad, de los que explican mundos de yupi o vidas de santos. Todo lo que hablamos, esa sociedad en la que vivimos, tiene normas incumplidas, abusivas e interpretaciones interesadas de las leyes en favor de los que ni siquiera han necesitado de las leyes (se mueven a sus anchas en la selva).

Reflexiono con ellos y nos damos cuenta de que no sólo es preciso que haya normas, sino que es imprescindible que sean justas, que se cumplan y que se hagan cumplir. Lo contrario provoca una ciudadanía civilmente desmoralizada. Y, lo peor: lo que antes eran personas apolíticas se están convirtiendo en antipolíticas. Y entonces estamos perdidos: llegan los salvadores, la derrota de la razón y el emotivismo a las urnas. Estamos perdidos.