Vistas de página en total

domingo, 26 de abril de 2020

LIBROS QUE (CASI) NADIE CONOCE Y QUE DEBERÍAS LEER (1)

Hace unos años se puso en contacto conmigo una revista digital e iniciamos una colaboración que duró poco. Uno de los artículos que quedó en el tintero fue éste. Se trataba de escribir, como ya dice el título del post, sobre unos pocos libros bastantes desconocidos pero más que interesantes. Temo que les pareció muy largo, pero como en este blog el que decide soy yo (por eso tengo pocos lectores), lo publico tal como lo escribí entonces; eso sí, en tres entregas, para no aburrir demasiado al personal.

Vamos a ver, deberías leer… si quieres. Leer no es una obligación más allá de los imperativos laborales. En todo lo demás debe ser un placer; de lo contrario, mejor dedícate a contemplar la geometría balompédica o a regodearte con el español con cien palabras de las chonis y los canis de la tele.

Además, siempre hay quien los ha leído, desde los tipos de “Babelia” (siempre he sospechado que muchos de los libros de los que hablan, como ellos mismos, no existen) hasta ese tiparraco que lo sabe todo, un tal Google (aunque a veces ejerce de cuñao).

De lo que quiero escribir es de esos libros maravillosos cuyo autor es casi desconocido o bien que lo es por otro título, ése del que todo el mundo dice que es una obra maestra (otra cosa es que lo haya leído, que no creo que sean legión los seguidores de Moby Dick o de Crimen y castigo).

En cualquier caso,  siendo miles los títulos que se publican cada año, y siendo el tiempo limitado, el criterio elemental es leer algo que valga la pena. Entretenido, sí, pero de calidad, gustoso, nutritivo.
  

El sistema periódico

La principal obra de Primo Levi es Si esto es un hombre, muy conocida y de obligada lectura en media Europa, que cuenta su experiencia en Auschwitz y, de paso, reflexiona sobre la condición humana. Si alguien no la ha leído aún, que se ponga con ella de inmediato. Una vez terminada, suele continuarse con las otras dos que le siguen: La tregua y Los hundidos y los salvados. Tras poner fin a esta última se suicidó en su domicilio turinés.

Pero no fue lo único que escribió Levi, el joven químico italiano vagamente judío. Su obra es más amplia. A El sistema periódico le perjudica su título. Parece un tratado de ciencia y es un conjunto de relatos, algunos autobiográficos y otros pura ficción. Los distintos elementos del sistema periódico son el hilo conductor de las historias, qué singularidad, pero cada uno de los textos tiene una relación directa con el elemento que le da nombre. Creo que es especialmente recomendable y emotiva la narración en la que Levi escribe a Alemania por un pedido de la empresa en la que está empleado y su destinatario resulta ser el oficial nazi, químico también, en cuyo laboratorio estuvo trabajando Levi en el campo, salvándose de una muerte segura por frío o por hambre. Se reconocen y se recuerdan, quedan en verse. Y entonces… Entonces hay que leer el libro.
  
Vita brevis
Vita Brevis (Spanish Edition) by Gaarder, Jostein: Siruela ...
Cuando Jostein Gaarder comenzó a enviar su monumental El mundo de Sofía a las editoriales, no adivinaba que se iba a convertir en un raro fenómeno literario. A mí personalmente no me acaba. Sin embargo, hay un relato de apenas 130 páginas y letra muy grande que es una delicia. Se trata de Vita brevis, una confesión novelada de la concubina de Agustín Aurelio, que después será conocido como San Agustín de Hipona. No es un libro de filosofía, ni de teología, que nadie tema. Es una de estas joyas que se leen de un tirón, que no son para todos, pero que uno agradece haber leído porque ni es de difícil lectura ni es para eruditos. Una pena, es de esos títulos ensombrecidos por un éxito de ventas. Es de esas maravillas que hablan de algo muy concreto pero que parecen dirigirse a todos porque hablan de temas universales: el amor y el desamor, la soledad, el sentido de la existencia… Sólo hay que atreverse y tal vez entendamos que estas palabras son para nosotros: “¿O acaso piensas que tus ojos o tus oídos son una creación divina superior a tu sexo? ¿Piensas en verdad que algunas partes del cuerpo son menos dignas ante Dios que otras?”.
  
Cubierta del libro Castellio contra CalvinoCastelio contra Calvino

¿Cuántas veces hemos oído lo de la tolerancia y demás cháchara bienpensante de personas que no conocen de la tolerancia más que sus letras? El escritor vienés Stefan Zweig escribió esta rareza, a medio camino entre la biografía, la novela y el ensayo, en la que se cuenta la oposición del humanista y profesor Sebastian Castelio frente al fundamentalista Juan Calvino, allá por el siglo XVI, cuando la versión más teocrática del protestantismo se hizo dueña de Ginebra para prohibir, prohibir y prohibir; eso sí, en nombre de Dios. Allí llegó el aragonés Miguel Servet, que fue de inmediato enviado a la trena y acusado de todo tipo de impiedades. Sólo Castelio le defendió, únicamente él se atrevió a no guardar silencio cómplice. Y también pagó su atrevimiento: los fanáticos no hacen prisioneros. Todos aquellos que hayan oído hablar a sus profesores de Historia y de Filosofía del concepto de tolerancia, de Voltaire y de Locke, no deben dejar de leerlo. Nadie lo ha contado como Zweig, Castelio casi inventó la palabra ‘tolerancia’; por eso sabemos hoy que se puede ser tolerante con todo…, salvo con los intolerantes. Porque, como dice el libro, "matar a un hombre no será nunca defender una doctrina, será siempre matar a un hombre".


Procedencia de las imágenes:




sábado, 18 de abril de 2020

LIBROS QUE LEO A LA VEZ



Estoy aprovechando estos días para ordenar libros, comprobar que muchos no me han dejado ninguna huella y darme cuenta de que suelo picotear en muchos de ellos a la vez. No sé si se puede llamar a eso con propiedad “leer a la vez” porque de algunos me canso y no los termino. Los pospongo un tiempo o para siempre. Y tampoco pasa nada.

En este momento estoy leyendo en e-book Confesiones de un burgués, del fabuloso Sandor Márai, del que leí ya la segunda parte, ¡Tierra, tierra!, sin saber que había una primera.
En el bidé siempre me espera Antonio Muñoz Molina con esa delicia que hay que disfrutar muy despacio porque no es exactamente una narración sino una profundización en un instante y trozo de mundo. Cada día leo una o dos páginas. Sigue ahí, seguirá unos meses, tal vez un año.
Este verano emprendí la lectura de Metamaus, que… Sí, muy bien. Pero seguramente yo esperaba más de Maus y no es eso. Lo estoy terminando y éste no lo abandonaré. Pero me cuesta.
Blade Runner (o sea, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?) lo empecé a releer a raíz de un proyecto que yo debía coordinar sobre cine, filosofía y literatura en una biblioteca, que finalmente no cuajó porque los responsables últimos querían que se hiciera en régimen de voluntariado (o sea, por la cara) y la directora y yo pretendíamos que se pagase al coordinador, o sea, a mí. No se hizo el curso, pero yo casi terminé el repaso del libro, que me gustó más en la relectura que en la lectura. Naturalmente, sigo prefiriendo la película.
El libro sobre Francia lo empecé a leer por un propósito de viaje a comienzos de agosto por el sur de ese país. Veo difícil que vaya este verano, pero será al siguiente o al otro. Francia me gusta siempre.
El libro, biografía casi novelada del poeta Ángel González, de Luis García Montero, lo compré en un mercadillo por dos euros y me gusta. Claro que son dos de mis poetas favoritos, así que era una apuesta segura. Llevo poco, unas cien páginas. Lo disfruto en la terraza cada tarde si la temperatura lo permite.
Confesiones de un burgués | Ediciones SalamandraElogio de la madurez promete más de lo que da. A veces me parece autoayuda y otras me dejo llevar por sus razonamientos, con muchos de los cuales me identifico. Llevo más de un mes sin abrirlo desde que me lo regalé por Reyes.
Por último, el excelente y chispeante libro de Darío Sztajnszrajber me espera desde que en septiembre lo dejé en la mesita de noche. Lo bajaba todas las tardes a la piscina y lo tengo asociado a las vacaciones, pero no está aparcado por ninguna otra razón. Volveré a él, espero que antes de las vacaciones. Espero que haya vacaciones y podamos otra vez ir a playas, piscinas, campo y demás lugares con gente. Bueno, si no hay mucha gente, aún mejor.

Me voy a leer un poco antes de comer. Márai.

Procedencia de la segunda imagen:

miércoles, 8 de abril de 2020

MUGS (O TAZAS)


No soy muy amante de la nostalgia. Más bien soy de los que creo que todo tiempo pasado fue anterior, como decían Les Luthiers. Sin embargo, hoy voy a ceder.

En mi casa hay diez mugs; vamos, eso que toda la vida han sido tazas, de esas más bien grandes, con un asa al lado. Las utilizo poco, a veces para ponerme un café del tiempo (café, hielo y una rodaja de limón) o para tomar un caldo caliente. Otros habitantes de la casa las usan para una leche con cacao o para ese mejunje que llaman té.

Estoy pensando que tengo muchas y veo que tienen distintas procedencias, cada cual una historia.

La primera que compré fue la verde con unos dibujos geométricos en la parte superior. Fue un flechazo. En Galerías Preciados. Sí, eso que los mileniales no saben ya qué es, casi arqueología. Le dije a mi pareja que con café humeante me acompañaría para todo lo que tenía que escribir. De ese tiempo sólo me queda el mug, que sigue conmigo. Grandes libros he escrito pocos.

Tuve únicamente esa taza hasta que unos pocos años  más tarde un comercial de una editorial trajo a los profesores del instituto un obsequio (lo único que me han regalado en toda mi vida profesional): una taza con motivos académicos. A los de filosofía nos tocó una frase de Wittgenstein. Por cierto, está mal transcrita. El original dice: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” (no ‘conocimiento’, en alemán ‘Welt’). La he utilizado mucho, es la que más ha perdido el color.

De un familiar fallecido heredé tres: dos de los Beatles y la del dinosaurio. Una de las tazas beatleanas sirve para soporte de bolígrafos. Creo que cuando uno hereda algo, el mejor homenaje es usarlo; puede romperse, claro, pero en el fondo de un cajón solo habita el olvido.

Uno de los mugs, algo más pequeño (por eso lo uso más) tiene motivos parisinos. Me la trajo una amiga de París, la mandó su empresa a una reunión y no le dio tiempo a turistear, pero en el aeropuerto se acordó de mí y se lo agradecí muchísimo. Un día decidió desaparecer y dedicarse a la maternidad. La encontré en el Eroski, su hijo rubísimo tenía ya casi dos años y ella estaba igual. Le envié algún whatssapp por su cumple y por Navidad que contestaba (o no) con desgana días después. Dejé de escribir y desapareció de mi vida.

Hay una taza blanca, con frases entre wonderfulistas y divertidas a la que tengo mucho cariño. Un grupo de amigos me preparó una fiesta de cumpleaños con motivos de la película Casablanca. Recuerdo aquello con lágrimas en los ojos. La taza tiene algún borde descascarillado, la uso poco para no cortarme, pero posee un enorme valor sentimental. A muchas personas de las que estuvieron allí les tengo un cariño inmenso.

De mi pareja actual tengo dos: la amarilla y blanca luce esta frase: “Puedo dejar de ser un Montesco, pero no puedo dejar de ser un lector”. Cómo me conoce. La otra lleva motivos de mandalas y la usa sobre todo ella con sus tés y mejunjes varios.

Especialmente grande, bella y emotiva es la de los búhos, regalo de mi hijo. No necesito ahondar más.

Efectivamente, no necesito ahondar más. Tengo muchos años y veo que estos objetos de uso cotidiano marcan personas y acontecimientos, casi todos gozosos. Y a estas personas, en estos momentos de zozobra, me gusta dedicar unos minutos de recuerdo y gratitud.

Sé que se han roto dos o tres y -qué fascinante y puñetera es la memoria- no me acuerdo de ellas.


https://www.youtube.com/watch?v=-hp7CTiQxPE