Estudiaba servidor de ustedes 3º de BUP, y estudiaba francés, que es el idioma que cursaban las personas “normales”. Un día llegó la profesora (lo siento no recuerdo su nombre: era tan mala docente que mi generoso pudor lo ha olvidado) y nos dijo que Jacques Brel acababa de morir. Yo, naturalmente, no sabía a mis 16 añitos que tal individuo existiera. Pero la profesora nos puso un cassette (los más jóvenes pueden encontrar información al respecto en los libros de prehistoria) y nos dio un folio con la letra. Era “Ne me quitte pas”.
No necesité saber más, la escuché, una vez, otra, la entendí, la disfruté. Le he escuchado cientos, miles de veces desde entonces. Es la canción más triste, más mendicante, más cobarde en su desesperación amorosa, que he oído nunca. También la más bella.
Con la llegada de Youtube he podido ver a Jacques Brel en grabaciones muy antiguas, en primeros planos, con lágrimas en los ojos. Un año atrás enseñé a una “niña” (no había cumplido los 30) esos vídeos. Se rió. Dios la perdone; probablemente nunca dijo a nadie “No me dejes”, jamás supo lo que significa ese dolor.
No necesité saber más, la escuché, una vez, otra, la entendí, la disfruté. Le he escuchado cientos, miles de veces desde entonces. Es la canción más triste, más mendicante, más cobarde en su desesperación amorosa, que he oído nunca. También la más bella.
Con la llegada de Youtube he podido ver a Jacques Brel en grabaciones muy antiguas, en primeros planos, con lágrimas en los ojos. Un año atrás enseñé a una “niña” (no había cumplido los 30) esos vídeos. Se rió. Dios la perdone; probablemente nunca dijo a nadie “No me dejes”, jamás supo lo que significa ese dolor.