-Si no debes defenderlo, ¿por qué lo defiendes?
-Por varios motivos -contestó Atticus-; pero el principal es que si no lo defendiese, no podría caminar por la ciudad con la cabeza alta, (...) ni siquiera podría ordenaros a Jem y a ti que hicieseis esto o aquello.
-¿Quieres decir que si no defendieses a ese hombre, Jem y yo ya no deberíamos obedecerte?
-Eso es, poco más o menos.
-¿Por qué?
-Porque ya no podría pediros que me obedecieseis. (...)
-¿Ganaremos el juicio, Atticus?
-No, cariño.
-Entonces, ¿cómo...?
-Simplemente, el que hayamos perdido cien años antes de empezar no es motivo para que no intentemos vencer -respondió Atticus.
Harper Lee: Matar un ruiseñor, ed. Z, págs. 116-117.
En el cristal de los escaparates
ResponderEliminarque circundan la plaza se reflejan
las siluetas fugaces de dos hombres:
son padre e hijo y tú los reconoces
porque llegan del predio en sombra de tu historia (...).
" (...) Vendrás conmigo a la carpintería,
manejarás las herramientas. Así se aprende
la densidad del hombre".
(Versos del poema "Carpintería" de Manuel Rico).
Un abrazo Atticus!! :-)
Dura cosa la educación de los hijos. Pero Atticus Finch, ese padre universal, nos da en este libro (más aún en la película; insisto: es mejor) una lección. Toda pedagogía "moderna" no alcanza la altura moral de una línea/minuto de esta narración.
ResponderEliminar"Ya no podría pediros que me obedecieseis". No dice que no le obedeciesen, sino que no podría pedírselo. Eso es la autoridad, no sólo ocupar una posición de poder, sino saberse investido de una autoridad que no descansa en la fuerza física.
Atticus les está enseñando a manejar las herramientas de la vida. Eso es. Sabe que es difícil.
Un abrazo también para ti. Tus comentarios mañaneros refrescan estos días tan calurosos. Gracias.
Parece un sentido kantiano del deber. Es algo que debe hacer, no que desee hacer. Y eso es lo que lo dota de legitimidad moral ante sus hijos.
ResponderEliminarEs curioso lo de “la cabeza alta”… En la trilogía de Primo Levi sobre su reclusión en los campos de concentración nazis, escribe:
“… si puediese encerrar todo el Mal de nuestro tiempo en una imagen, escogería ésta (…) un hombre demacrado, con la cabeza inclinada y la espalda encorvada, en cuya cara y ojos no puede leerse ni una huella de pensamiento”.
Jean Daniel, director durante años de “Le Nouvel Observateur”, escribe que la dignidad la nutren los hombres (y mujeres) que reinventan cada día el pensamiento.
Ese "dios" brutal, soez y cruel que dijo perdonar a una ciudad si en ella hubiera nosécuantos hombres justos, ya tendría algunos: Kant, Atticus Finch, Jean Daniel y tú, querido amigo.
Me alegra un montón que te gusten...
ResponderEliminar:-) A mí me encanta leerte!! :-)
Queridos Atticus y CrisC (no te conozco pero si te aprecia Atticus seguro que eres digno de ser apreciado, así que...), aunque uno de mis objetivos en esta nueva etapa vital es aprender a callarme (y lo estoy consiguiendo, ehhhhh!, llevo muchos días leyendo este blog) hoy voy a decir algo.
ResponderEliminarCreo que la razón y el deber son partes esenciales del ser humano. De hecho, yo he sido siempre (creo que sigo siéndolo) muy kantiana. Pero los hombres y las mujeres no somos sólo razón; por eso, sin renunciar a esa forma de vida admirable que nos propone Kant, tenemos que encontrar una razón que siga actuando por deber, que siga siendo ejemplar, coherente y justa pero que nos permita a los seres humanos imperfectos y llenos de miserias equivocarnos sin que esas equivocaciones no hagan autoinculparnos eternamente.
Creo que entre "el niño tiene que estar siempre en un estado de circo permanente-tiene que hacer lo que le dé la gana porque las normas le frustran" y "una excesiva autoresponsabilidad y un deber extremo que se olviden de que la persona también tiene derecho a la felicidad" tiene que haber un término medido razonable que nos permita seguir viviendo en un mundo justo, en el que podamos seguir yendo con la cabeza alta y, además, permitirnos algunas licencias de vez en cuando, ¿no creéis?
En fin, sigo en mi etapa de introspección y aprendizaje del silencio.
Un abrazo, Montse
Joé, llego ahora a casa y me encuentro repleto de profundidades el blog... Me voy a dormir. Creo que merecen mejor estado mental que el que tengo ahora.
ResponderEliminar¿Merezco dormir o es un ansia infantil de felicidad? ¿Debo dormir o lo hago porque me apetece?... Pues eso, que hasta mañana, queridos todos.
Querida Montse: a CrisC no es que lo aprecie, es que si no fuera porque es un tío le daría un beso tornillo, pero por ahora no me pone tal posibilidad. Claro que nobody is perfect... Otras veces le daría una colleja porque me hunde el blog con su afilado verbo y ágil galope por los argumentos. (Está claro que unas horas de sueño ayudan mucho).
ResponderEliminarNada que objetar a lo que dices. Pascal estaba en lo cierto respecto a les raisons du coeur. Yo soy kantiano, claro, supongo que todo el mundo debe serlo. Pero serlo full time debe ser agotador. Esto de siempre y para todo actuar por deber de acuerdo al más riguroso imperativo categórico... Muy cansado.
Marina habla del alexitímico Kant. Es cierto. A Kant le falta mucho que aprender sobre el mundo sentimental, que respeta, desde luego, pero deja por completo de lado en su reflexión.
Yo no veo la contradicción. Me parece que hay que ser justo, kantiano, riguroso, por lo que se refiere a la convivencia, los mínimos, la justicia. Y después... a vivir. Por aquí, donde estoy ahora, dicen eso de "folleu, folleu, que el món s'acaba". En un sentido amplio, eso mismo: ¿qué problema hay en disfrutar lúdicamente una vida (por ahora sólo tenemos noticias de ésta) con la complicidad activa de los que nos rodean, sin daño, sin tristeza, sin faltar a las mínimas normas de respeto a los demás? Ningún problema.
La felicidad está hecha de respeto al deber. Y de placer. Y de licencias. Y de una cerveza fresca, y de sostener unos segundos una mirada que quisiéramos más próxima. Y de una partida de mus por la noche, y de un escote, un perfume, una palabra chispeante...
Como ves, esta mañana no me he levantado con Kant precisamente. Como ves, no estoy por el silencio. Wittgenstein, en esto de recomendar el silencio, era un imbécil. Otro día hablamos de él. Un beso.
Atticus, ¿qué te ha pasado desde que estás por tierras levantinas, que no levantiscas?
ResponderEliminarMira que haces unas contestaciones: que si "folleu, folleu ...", licencias, cervezas, miradas, escotes,...que si ese culo es mío (me refiero a tuyo, je,je,je), ¿todo esto es influencia de CrisC o venías de fábrica con ello?, ja,ja,ja
No me parece raro que te esté gustando el libro ese que dices que estás leyendo (no le hago publicidad así me parta un rayo), en efecto, libro de verano, para la playita o antes de una buena siesta. Léete al Galdós, que además lo hacía muy bien. Besurris.
En cuanto regrese me veo la peli y te comento, parece que la disfrutas mucho. O mejor, regresas otra vez y hacemos un cine fórum, ahora que han cerrado los Albatros algo habrá que inventar. (Para los y las que no conocéis Valencia, los Albatros han sido unos cines de referencia para una generación de urbanitas a los que nos gustaban la pelis en versión original. Después de 25 años han cerrado hace un par de meses, ya son nostalgia).
Ay, perdona. Yo no es que sea así de fábrica, es que estoy un poco harto de ser kantiano, así que he propuesto descansar, ser un golfo a tiempo parcial, un hedonista a ratitos. Y bueno, sí, qué pasa, tenemos piel, deseo y ganas de disfrutar de todo esto. Luego llegarán las competencias básicas, los indicadores de diagnóstico y la señorita Rottenmeier (¿se escribe así?).
ResponderEliminarCrisC es mala influencia, ya lo sé.
Lo de Galdós es un buen consejo. Además, lo conozco poco. Mal hecho.
Debes ver la peli. Sin prejuicios. A lo mejor crees que si me gusta el Pererte, qué será ese engendro. Pero no. Apuesto sobre seguro.
Lo de los Albatros, de duelo total. Casi todo lo que sé de cine independiente lo vi allí. Por eso, ahora, en el cine-club de la ciudad en la que vivo no perdono casi nada. El listón de los Albatros estaba muy alto.
Por cierto, Cric y yo fuimos "socios fundadores". Vimo todas las primeras pelis y tenemos una foto con su primera cartelera. De cuando éramos (más) jóvenes.
jajaja, (más) jóvenes.
ResponderEliminarA mí también me fastidia que hayan cerrado los Albatros, no es que fuese asídua pero he visto más de una peli allí. En fin ahora no sé dónde podré ir para ver ese tipo de cine...
¿Terrae? ¿Albatros? Me tienes despistado. O juegas conmigo o no eres quien yo creía que eras.
ResponderEliminarMe vacilas, claro.
no juego contigo ni te vacilo, ¿como vas a saber quien soy si no has calzado mis zapatos?
ResponderEliminarAh, bueno, menos mal, con esta pista todo está claro...
ResponderEliminarEso sí, esa frase es de la peli, la empatía mismamente. Por otro lado, y no es nada personal, a mí es que lo de ponerme los zapatos de otro...
je, je..no podrias ponerte mis zapatos no creo que utilicemos el mismo número, de todas formas, y no quiero ser presuntuosa, aunque pudieses la empatía es una cualidad reservada a unos pocos entre los que me incluyo.
ResponderEliminar¿Ein? Ya empezamos. Mira niña, yo soy un hombre, es decir, alguien de pensamiento lineal, más bien plano, sin dobleces, deductivo y algo ramplón. De modo que no te sigo, no me planteees cosas tan complicadas. Lo único que entiendo es que tenemos distinto número de zapatos (un 42 calza servidor).
ResponderEliminarY no me niegues la empatía, mujer. No soy perfecto, pero tampoco un mostrenco.