Es mejor no decir su nombre, porque sabe que se la
teme y acudirá. Siempre está al acecho, pero se enseñorea cuando los vigilantes
creen vanamente que desapareció en el tiempo.
Los largos días de verano le son propicios. Las largas
noches más aún.
Cuando los amantes planifican sus viajes y conquistan
sus ojos. Cuando el futuro existe en las palabras que se pronuncian.
Siento su risa y su abandono. Su desprecio, que es una
de las categorías de lo Absoluto. Por la mañana la noto en la piel.
Ahora que doy la vuelta a los números sé que ha
cambiado poco. Si acaso el ropaje de escepticismo con que me visto, que a
fuerza de cinismo llamamos experiencia. Sólo eso.
Al entrar... ¡PUM! La contundencia de la cima de un muro inalcanzable. Continúo leyendo y... ¡PUM! Todo el peso de ese muro se desploma sobre mí. ¡La próxima vez que entre a leerte me vengo con casco! Fuera de bromas, posiblemente sí, los días de verano y en especial los de agosto. ¿Hay alguien ahí? EOEOOOOOOOOOOOOOOOOO...
ResponderEliminarTodos necesitamos alguna vez un casco. Y no siempre lo encontramos; o es de celofán. Agosto es complicado. Intentaré ser más positivo en el próximo post.
ResponderEliminarUyy!! Con la cuesta de septiembre? Jajaja... Escribe lo que te nazca. Ahí reside la magia de los blogs ;-) Un abrazo!
ResponderEliminarEspero escribir antes. Desde luego, lo que me plazca, aunque no sé si siempre soy dueño de lo que escribo.
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