Este curso he visto en clase con mis alumnos de 1º de
Bachillerato el tema de la estética. Son mayores, son buenos. Les hablo con
libertad y no rehúyo temas.
Tekhné lo llamaban los griegos, sin
distinguir lo útil de lo bello. Por eso nos han dejado vasijas, edificios y
literatura que siguen produciendo un indistinguible vínculo de pragmatismo y
hermosura. La distinción es posterior y peligrosa y sólo los adalides del diseño parecen querer retornar a esa bellutilidad.
Les hablé de museos, claro. Y la dificultad de distinguir
entre erotismo y pornografía. Les dije que muchas obras que estaban destinadas
a la exhibición o a la provocación (hablo de sexo, claro), las contemplamos hoy
con nuestros hijos de la mano, sin temor ni temblor.
Si quiere uno ver desnudos, lo mejor es ir al Museo del
Prado. Más explícitamente aún, más dionisiacamente, se yergue a pocos metros el
Museo Arqueológico Nacional. Recién remodelado, maravilloso, didáctico, con un
equilibrio espectacular entre la divulgación y el rigor científico.
Dioniso campa allí a sus anchas, aunque a menudo bajo la
forma de Apolo. Sabemos desde Nietzsche (El
nacimiento de la tragedia) que lo apolíneo y lo dinonisíaco se oponen en la
misma medida en que se necesitan. El espectáculo de la vida es tan terrible que
sólo sería soportable bajo las formas de Apolo.
Pero que nadie intente poner fotos de todo esto en Facebook,
Instagram y demás paladines de la decencia occidental, de la pudibundez más
rancia. Me temo que éstos no sólo taparían las estatuas desnudas de los museos
vaticanos, sino que cerrarían las tiendas de ropa interior a poco que en ellas
se mostrase una transparencia o una curva más allá de sus estrechos límites
morales. De su moral, quiero decir.
Prohíben pezones, vello púbico. Y caen en el ridículo
universal. Nuria Roca lo sabe, y también unos cuantos profesores de Historia
del Arte, que han visto censuradas sus fotografías. Sí, fotografías de cuadros
que cuelgan sin pudor de las paredes del Museo del Louvre, del Prado, del MOMA,
de Orsay…
A mí, aparte del placer sensual y voyeurista que parece
natural al ser humano, no me provocan ningún daño. Ni a mis allegados, ni a los
más pequeños de la familia. Sin embargo, tengo una lista de tipos y tipas que
visten con elegancia, que enseñan lo justo de piel, pezones y cabello rizado; sin embargo, son lo más
pornográfico de Oriente y Occidente. Ellos deberían estar prohibidos,
escondidos bajo piedras y mudos para la eternidad.
Exagero: que hablen para que podamos reírnos. Pero nada de
permitirles que nos prohíban. No son más, ni mejores.
Una cosa que me llama la atención es cómo han cambiado los cánones de belleza. Me gusta ver cuadros, vasijas etc que reflejaban la belleza de tiempos pasados. Para lo que uno era bello antes, ahora se considera sobrepeso o estar demasiado blanco, o tener demasiado pelo... En fin, curioso tema. Si me permites, yo soy de ésas que estéticamente prefiere lo apolíneo; que no por eso es lo mejor.
ResponderEliminarCómo no van a cambiar. No obstante, la cuestión no es fácil porque se conjugan algunos elementos (bastante indescifrables) que tienen que ver con la armonía, cuya estructura es probablemente matemática, con otros que atañen al gusto subjetivo, al capricho e incluso al estado de ánimo. Y están entrelazados.
EliminarTengo la sensación de que lo apolíneo responde a lo formal, mientras que lo dionisíaco pertenece a les raisons du coeur, a la vida, al frenesí. Y, como ya he dicho, aprendí de Nietzsche, que no elegimos, que va en un paquete completo, con capas, con agujeros negros, con símbolos y pulsiones. No es nada fácil.
Mis padres siempre me inculcaron naturalidad en todo lo referente a estos temas, por eso tampoco me produjeron nunca ningún daño. Toda esa falsa moralidad me encrespa
ResponderEliminarEn fin, es lo que hay...
Besos
Es que es natural. Por eso no entiendo expresiones como Derecho Natural (nada hay menos natural que el derecho) o Ley Natural, que suele ocultar bajo este nombre las creencias y convenciones más fundamentalistas y ortodoxas. Es decir, algo bastante poco natural. Probablemente haya que preguntar siempre por la definición de 'natural'. Y luego seguimos hablando.
EliminarA mí los desnudos me parecen naturales, de hecho me voy a duchar ahora mismo. Desnudo. Lo siento si ofendo a alguien.
Por cierto, la moralidad es cultural (occidental, cristiana, etc.), pero la reflexión sobre la moral, o sea, la ética, es filosófica (kantiana, aristotélica...). Esa distinción es importante. No nos dejemos moralizar a garrotazos, pero reflexionemos sobre lo correcto.
Es curioso y ridículo que el desnudo siga incomodando conciencias.
ResponderEliminarNo sólo las playas, los cines o Internet rebosan todas las variantes, hasta la calle misma lo sugiere. Yo diría que una mano invisible, un geniecillo coñón o una perversidad polimorfa quiere que en algunas redes aún quede un reducto parafílico que la natural desnudez disolvería fácilmente.
¡Vello púbico, vello público!
Oye, ese eslogan está bien. Voy a ir gritándolo este verano por playas, terrazas y centros comerciales.
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