Estoy leyendo en El
País un artículo en torno a la reciente polémica sobre la figura de
Adelaida García Morales. Al parecer, una escritora ha utilizado su nombre y un
hecho anecdótico para construir una novela y a su ex marido, Víctor Erice, no
le ha hecho ninguna gracia ese uso más o menos bastardo.
No quiero entrar en la discusión sobre los límites de la
ficción ni leer ese libro. Pero es el momento de escribir sobre El Sur, novela y película, esas dos
maravillas.
Abro mi ejemplar y veo que lo compré en la Cuesta de Moyano
de Madrid a finales de 1986. Unos días después la estaba terminado, junto con Bene, la otra narración que acompaña al
volumen. Muy pocos años antes había visto la película, que aún me sorprende
todavía por la inmediatez de unos sentimientos tan profundos. He vuelto sobre
ella en muchas ocasiones, diez, doce… El libro lo he leído menos veces, tres o cuatro;
la última con el fin de escribir un artículo que me encargaron para una
publicación digital sobre libros imprescindibles y un tanto olvidados, que
nunca se publicó.
Sé que la novelista y el director fueron pareja. Sé que él es
esquivo y ella lo era aún más. No me importa lo más mínimo. Para el lector que
soy sólo importa el texto. No entiendo la mitología en arte; es más, me parece que
el autor tiene perfecto derecho a desaparecer tras su obra. Lo de la promoción,
entrevistas y demás circos son cosa de las editoriales, eso ya no es
propiamente literatura, sino business.
Hojeo el libro. El relato El
Sur tiene apenas 47 páginas. Nunca he leído tanto en tan poco espacio. Y lo maravilloso es que su prosa es
fácil, directa, sin barroquismos, muy poco adjetivada, de frases cortas. Pero
de un lirismo y una capacidad de evocación que aún hoy me dejan estupefacto.
También, como he dicho, he visto la película. El padre Omero
Antonutti, la niña Sonsoles Aranguren y la adolescente Icíar Bollaín tendrán
para siempre los rostros que puse al leer el texto. No me importa, por cierto,
que la película no aborde más que una parte de la narración; creo que está
perfecta así, con el Sur como entelequia, esperando el sentido final y
custodiando las piezas del puzle que la protagonista necesita.
No quiero escribir más. Recomiendo el texto para los que
tiendan a la sobreadjetivación, a las frases interminables y a la nada más
absoluta en 500 páginas. El gran escritor sabe que con pocas palabras debe
decir mucho. Adelaida García Morales lo hizo. También lo consiguió Víctor Erice
con esos planos morosos y poéticos, con esa filmación de la soledad y el desamparo.
Dejo muestras, las primeras líneas de la narración y dos escenas de la
película. Me gustaría incluir aquélla en la que el padre come por última vez
con su hija y tras ellos se celebra una boda, lloro cada vez que la veo, pero
no la encuentro en el ciberespacio, lo
siento, es mi favorita.
“Mañana, en cuanto amanezca, iré a visitar tu tumba, papá. Me
han dicho que la hierba crece salvaje entre sus grietas y que jamás lucen
flores frescas sobre ella. Nadie te visita. Mamá se marchó a su tierra y tú no
tenías amigos. Decían que eras tan raro…”.
https://www.youtube.com/watch?v=mNnWeYD6SWA