lunes, 27 de febrero de 2017

CONGRESO

Dos son los tipos de ponencias que veo en un congreso (de Filosofía, no me atrevo a juzgar otros). En el primero, tipos de distintos orígenes, muy jóvenes casi todos, vienen a meterte con calzador su tema, su investigación, su tesis. Se disfrazan con conceptos y pseudoconceptos, con lo que suelo llamar la seducción del hegelianismo. Se arropan con un lenguaje difícil, de imposible verificación, a menudo heideggeriano, o simplemente críptico y asignificativo. Y largan su rollo, un poco más de currículum a la butxaca.

No me interesan nada. No aprendo. Creo que ellos se valen del evento, pero a los demás nothing of nothing.

El segundo grupo lo constituyen los que son capaces de facilitar lo difícil, en de enseñar (eso tan difícil) para que otros aprendamos. Algunos leen, otros hablan y parece improvisado lo que no lo es, ya se sabe que la mejor improvisación es un buen guión. Estos ponentes suelen gustarse, se saben enamorados de una parcela de conocimiento y lo proclaman gozosamente. No necesitan parafernalias lingüísticas ni fuegos de artificio a mayor gloria de lo incomprensible. Simplemente nos cuentan, nos explican.

Voy de vez en cuando a algún congreso sólo por ellos. Son pocos, en algún caso muy pocos, pero su excelencia promete excelentes profesionales cuando son escandalosamente jóvenes. Ojalá no acaben derrotados por un sistema educativo que inunda de burocracia y trabajo administrativo y ahoga el talento creativo de estos futuros profesionales de la enseñanza.

Tengo ganas de saber más. Seis o siete ponencias me han abierto algunas puertas. Porque soy un ignorante y agradezco el conocimiento que otros me dan.

A los del primer grupo, como Nietzsche proponía, ya los he olvidado.

2 comentarios:

  1. Quizás no tanto en los congresos como en las conferencias hay quienes me dan un miedo atroz, esos tíos o tías que, en vez de hacer una pregunta, dan una segunda conferencia con su turra particular, y ves cómo el conferenciante hace esfuerzos por no tirar de móvil y llamar a la pestañí para que venga, lo espose y se lo lleve al trullo a dormir la kurda (hegeliana, por supuesto)... ¿Habrá filosofía kurda?

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    1. Esos son los peores, sin duda alguna. Creen que tienen tanta importancia que deberían haberlos puesto a ellos de conferenciante. No hacen una pregunta, sino casi un reproche.

      ¡Cómo no va a haberla, por Dios!

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