Soy promiscuo e infiel en la cosa de comprar. Cerca de mí hay un Mercadona. Casi a la misma distancia un Lidl. Andando llego también, algo más lejos, a Híper Usera. Ya con coche visito a veces Eroski y al menos una vez al mes me paso por el Hipercor. Cada cual tiene lo suyo y no voy a discutir aquí la cosa de la calidad y los precios, que me parecen aceptables ambos, aunque confieso que la fruta y la carne las suelo comprar fuera.
Porque mi carnicero es un tipo que tiene su establecimiento
como una patena. No os lo podéis imaginar. Es entrar y te dan ganas de llevártelo
todo, palabra de alguien que come carne con mucha moderación. Sólo tengo una
lucha con él: el sobreuso de los plásticos. Trabajan padre e hijo; a éste le
pedí un día una pechuga de pollo fileteada, todo lo fina que pudiese. Sacó
incontables lonchas (porque eso eran). Le dije que me encantaba verlo trabajar
tan bien. “Es que soy un profesional”, me respondió riéndose. Pero ésa es la
clave: son profesionales, incluso de los que te aconsejan una pieza, aunque sea
más barata que la que tú solicitabas. Vuelvo por eso: no son vendedores a corto
plazo, sino profesionales. Ojalá les vaya bien siempre, tan bien como ahora.
Mercadona está al otro lado de la calle. Lo conozco y voy a piñón
fijo con mi lista. Cuando salgo procuro pagar en la caja de Estefanía. No
siempre está ella, claro. Como ya llevo unos cuantos años en esta ciudad,
conozco a alguno de los empleados: el tipo más seco que la mojama, la que se
pasa de simpática, la que repite las frases de cortesía como un mantra…
Estefanía lleva pocos meses, que yo sepa. Debe tener en torno a veinte o
veintipocos años y es alegre pero nada chabacana. Repite las frases de rigor
pero sin impostación: “Buenas tardes, ¿Parking?”. “Su cambio, que tenga una
buena tarde”, etc. De vez en cuando hace un comentario a lo que paso por la
caja: “Qué ricas las avellanas”, “Gambas, ay cómo las hace mi madre de bien”.
Pero no es familiar en el peor de los
sentidos. Estefanía dice las cosas porque es así. Y sonríe de verdad, sin un
curso de portada del ¡Hola! Estefanía
parece disfrutar del trato con la gente y yo procuro ponerme en la cola de su
caja. Desconozco si les pagan algún plus por la gente que pasa por allí pero si
puedo prefiero pagarle a ella. El señor Roig debería cuidar a empleados así, a
ser posible con buenas condiciones de trabajo y sueldos altos.
En el Hipercor me pasa algo parecido. Busco a Marisol, que
suele estar en las cajas de la derecha, más bien al fondo. Y huyo especialmente
de una tipa amargada de cuyo nombre no quiero acordarme que te tira las cosas
sin miramientos, no te mira y no te da los buenos días. Marisol es algo mayor
que Estefanía, pero una profesional amable y competente. Junto a ella, otra
cajera, mayor aún, trabaja bien, es rápida, intenta solucionar los problemas
que tienes, pero detecto en ella mirada cansada y rostro melancólico, como si
estuviera en otro lugar.
A veces he tenido que recurrir a las de atención al cliente.
Conmigo han sido siempre amables y eficaces, cuando he tenido razón y cuando
no. Y yo intento serlo con ellas. Pero en algún caso he visto atender a
verdaderos cabestros sin perder la compostura. Son de gran mérito.
Trabajar cara al público es muy difícil. La educación
elemental es un bien cada vez más escaso. No lo tienen fácil. En algunos
lugares, los empresarios ni siquiera les dotan de un miserable taburete, esos emprendedores que siempre han pisado
moqueta y apoyado su repugnante culo en magníficos sillones y que creen que
hacen una labor social dando un penoso trabajo en condiciones penosas.
Desconozco las condiciones de trabajo de esas cajeras de las que hablaba antes,
pero me gusta cómo trabajan, del mismo modo que yo intento en mi trabajo que
aquellos a los que presto servicio no paguen mis frustraciones.
Espero que el de lo alto tome nota. Y, mientras tanto, espero
que sus empleadores también lo hagan: la calidad humana de quien te cobra forma
parte igualmente de lo que te llevas a casa. Y no una pequeña parte. A veces
son mejores que la marca que representan.
Procedencia de las imágenes:
https://mx.depositphotos.com/108398016/stock-photo-illustration-of-supermarket-cashier.html
https://perladelmar.wordpress.com/2011/03/18/trato-fingido-de-calidad-o-amabilidad-natural-en-el-trato-he-ahi-el-dilema/
Estoy de acuerdo, Atticus, con que trabajar de cara al público es muy difícil, y no todo el mundo sirve para ello. Al leerte pienso que quizá, además de ser buen cajero, también haya que ser buen cliente. ¿Cuántos compradores conocen los nombres y algunos detalles de quienes les atienden?
ResponderEliminarPuede que la amabilidad, que tendría que ser bidireccional, tenga que ver con la educación, y también con la humanidad.
Vale la pena hacer el esfuerzo de ser amables, tal vez, y recuperar la humanidad que nunca debaríamos haber perdido.
Gracias por recordarnos con tu publicación estos buenos valores y disculpa mi larga ausencia veraniega, ya que tu blog no se lo merece.
Un saludo.
Trabajar cara al públito es extremadamente difícil. No hablo de nosotros, sino de estos de describo, del comercio. Porque eso de que el cliente tiene siempre la razón... La tiene a veces, otras no y la pierde siempre cuando renuncia a sus modales mínimos.
EliminarPerdonado. Bueno, nada que perdonar, aquí se entra y se sale a voluntad, de manera que bienvenido siempre.
Se agradece tanto la amabilidad y simpatía de los que te atienden cuando vas a comprar algo, sea lo que sea... A veces te encuentras con gente muy mal educada, que parecen amargadas y se te quitan las ganas de volver. Yo también trabajo de cara al público e intento ser siempre amable y facilitarle las cosas a los usuarios, aunque a veces es muy difícil mantener la compostura cuando alguno se te pone borde o te grita (pero aprendes, aprendes a mirarle a la cara con tranquilidad y decirle "si no está e acuerdo con las normas, ponga una reclamación". Y mi lema es siempre "trata a los demás como a ti te gustaría que te traten". Intento cumplirlo.
ResponderEliminarYo soy más de Carrefour, sobre todo porque tiene una sección bio bastante buena y me pilla al lado de casa, aunque la verdad es que como hay tantas cajas y te puede tocar cada vez en una (no puedes decidir tú en que caja te pones) pues no conozco a ninguna cajera.
Besos
Siempre. Siempre. Siempre.
EliminarLas relaciones entre personas son, por definición, complicadas. La educación facilita el intercambio, lima con sus convenciones muchas fricciones que harían imposible la convivencia. No te envidio.
(Por la sección bio del Carrefour paso poco; temo no simpatizar demasiado con la causa, me parece que es un márketing bastante tosco, pero cada cual que haga lo que le parezca, claro).
Parece ser que las personas que trabajan de cara al público tienen que tener colgada la etiqueta de amable y simpátic@. Y creo que todos tenemos derecho a tener malos días, porque los tenemos, no siempre tenemos el mismo humor. Es verdad que como clientes nos gusta tener un buen trato. Pero ser un buen cliente es muy fácil, solo hay que tener buena educación. Seguro que la cajera o dependiente de cualquier establecimiento nos lo agradece.
ResponderEliminarBueno, Lau, no sé si entra en el sueldo, pero ayuda mucho, la verdad. Y temo que se tiene (o se debería tener) en cuenta. Sé -no lo supongo: lo sé- que quienes trabajan en la caja de las grandes superficies tienen horarios largos, sueldos cortos y no siempre comodidad. Si a esto añades la cada vez más amplia grosería del personal cliente, su labor es heroica. Porque clientes hay de muchos tipos, y no faltan los que olvidan que quienes trabajan cara al público son personas. Con sus problemas. No son máquinas de sonreír.
EliminarRepaso de markets…, seguro que de vez en vez vas a los apartados VIP y delicatessen, perillán, a hacerte con viandas de altura y escoceses (los destilados, no los que llevan faldita colegiala).
ResponderEliminarNo creo que paguen nada bien a las cajeras y cajeros, de lo que deduzco que la simpatía, al margen de las fórmulas repetidas, viene de serie, pero hasta la simpatía natural debería ser recompensada.
En una caja de Carrefour se deshicieron una vez en elogios hacia mi nuevo look. En la foto del carnet llevaba bigote y en ese momento no. Me dijo que así estaba fantástico…, fantástico dijo; era un cajero, un tío. Bueno, igual sí estaba fantástico.
Poco vip es lo que soy, de modo que los escoceses destilados muy de vez en cuando. Creo que cuando entro en la zona exquisita de la grandes superficies, me mandan al de seguridad. Se nos nota que no somos de ese mundo. Tengo que probar con los de la faldita colegiala...
EliminarEfectivamente, en algunos viene de serie; pero aunque no sea así, se agradece. La cortesía ayuda mucho.
Oye, y al muchacho ese que te piropeó tan lindamente ¿no le pediste el teléfono? Vuelve y mira a ver si lleva faldita colegiala.
Por cierto, el bigote sólo le queda bien a Eduardo Mendoza. Está demodé. Absolutamente.
A mí me parece mucho más grave un cliente maleducado que un trabajador del mismo tipo, y te explico por qué.
ResponderEliminarEn el primer caso el cliente no tiene nada que perder, puede hacer "lo que quiera" y tendrá la razón la mayoría de las veces. Pocas veces se pondría un jefe o jefa contra quien le da de comer, digamos, aunque sea injusto. Esto lo aprovechan aquellos. En cuanto a los trabajadores, sabes que una mala actitud te puede dejar en la calle, entonces son más contenidos aunque tengan malos días. Creo que el que un cliente se aproveche de su situación es bastante cruel.
Nada que objetar. Impecable. Lamentablemente, el miedo explica muchas conductas. Pero algunos son tan impecables en su conducta hacia el cliente que parece natural, seguramente es natural. Hay clientes que mejor sería que fueran a comprar al estercolero, que es su lugar propio.
EliminarEstupendo que conozcas a las cajeras, y este reconocimiento, muchas veces pasamos por caja sin apenas mirarlas. Igual que nos gusta que sean amables con nosotros, también al revés, por supuesto. Buena entrada. Un abrazo.
ResponderEliminarBueno, no las saludo por su nombre, pero me gusta reconocer en ellas algo más que alguien que te tira la compra y las vueltas (que alguna de esas hay). Prefiero la amabilidad, la cortesía, la sonrisa. Es lo debido, pero comprendo que los mastuerzos con los que tienen que lidiar a veces no lo ponen fácil.
EliminarGracias. Para ti también.
A mí me gusta comprar en comercio pequeño donde me conocen y me tratan bien. Por supuesto, también compro en supermercados, casi siempre en el mismo, así que, más o menos, conozco a todas (y todos, que hay un par de chicos). A algunas de vista a otras un poquito más. Yo procuro sonreír siempre y pedir las cosas amablemente porque creo que es muy raro que no respondan igual (aunque hay algunas que te dejan la sonrisa congelada y cara de tonta). Trabajar de cara al público no siempre es fácil y hay que aguantar mucha tontería, pero se agradece (y mucho) que los que lo hacen traten al público con amabilidad.
ResponderEliminarA mí no me resulta fácil lo de los mercados pequeños. En algún comercio de barrio o especializado sí compro, cuando puedo. Por eso mismo que dices: me tratan bien. Por lo contrario he dejado de comprar en otros, aunque el precio sea interesante. Ser amable es lo elemental, pero en algunos casos hay un punto más y eso hay que agradecerlo especialmente, trabajar con público es siempre difícil.
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