jueves, 21 de febrero de 2019

APRENDER

Es difícil que alguien se emocione con lo desconocido, lo ignorado, aquello cuya existencia ni se sospecha.

Hoy es de mal tono obligar a los estudiantes a leer libros clásicos, a enfrentarse a textos de cierta dificultad, a hacer ejercicios, deberes, comentarios críticos. Mucho peor es obligarles a aprender de memoria (by heart, par coeur) datos, fechas, la tabla periódica de los elementos…
La emoción epidérmica tiene poca consistencia. Es infantil, colorista, posmoderna, explosiva como fuegos artificiales. Y luego qué.
Soy partidario de la nueva educación. Desde luego, siempre y cuando mejore a la vieja educación. No vaya a ser que la pólvora ya esté inventada y que los infantes nos salgan frágiles… e ignorantes.

Procedencia de la imagen: http://www.tuescuelavirtual.com/blog/?p=1729


10 comentarios:

  1. Llevo menos tiempo que tú en este trabajo y ya he visto de todo. Desde luego que no es igual que cuando empecé, cuando nos conocimos en aquél instituto lleno de interinos locos que organizaban viajes, pero que eran respetados por sus alumnos. ¡Cómo lo echo de menos!

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    1. Bueno, has visto algo. Y lo que te queda. Este trabajo exige un optimismo de la voluntad y un realismo de la circunstancia. Hubo tiempos mejores, desde luego, pero nunca fueron perfectos: la memoria nos juega malas pasadas. No eches de menos el pasado, nunca volverá.

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  2. Tienes razón, creo. Soy partidario de la misma nueva educación que tú.
    Observo que hay una degradación del conocimiento, generación a generación.
    Un compañero mayor que yo, y por ello formado en un nivel de más exigencia, se sorprendía de mi desconocimiento acerca de determinadas obras de arte y, por mi parte, con compañeros más jóvenes, a su vez me he sorprendido del desconocimiento de obras que considero básicas y elementales, y he hablado de ellas dando por hecho tal desconocimiento y describiéndolas mientras ocultaba mi perplejidad...No quiero ser más explícito por no ser irrespetuoso.
    Estoy convencido, y desgraciadamente hablo en serio, que de aquí a unos pocos años, si quisiera hacer referencia en alguna conversación con compañeros al Quijote, diré que leí una novela muy curiosa donde el "prota" era un tío loco que montado a caballo se estampaba contra molinos, y después contaré lo que para mí significaba...
    La cultura va perdiendo la batalla, surgen los radicalismos, también a nivel político, la falta de raciocinio y el primitivismo.
    La batalla sí, pero la guerra hay que lucharla todavía, a favor de la cultura, y por tanto, de la humanidad. En este caso, hasta la victoria siempre.
    Gracias, Atticus.

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    1. Como ya he dicho muchas veces, no soy contrario a las nuevas pedadogías. Eso sí, han de demostrar su evidencia. De lo que estoy harto es de los que inventan la pólvora y descubren el Mediterráneo año tras año, curso tras curso, de los que culpan al profesorado (ellos, que solo profesan la profesión de la ignorancia) y pontifican y pontifican. Lo malo es que todas esas metodología (en realidad son métodos) han sido probados, sin que parezca que la revolución haya dado sus frutos.

      Las novedades... depende. Algunas, alguna vez, en su circunstancia adecuada. ¿Por qué no si tienen cabida y utilidad? Un curso es largo y caben muchos modos de acercarse a la materia. Lo que creo es que no debe perderse de vista el objetivo: el conocimiento. Es decir, combatir la ignorancia, la estupidez, la credulidad y el fanatismo.

      Raro que es uno.

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  3. Cada grupo de alumnos es diferente, con algunos se puede innovar y con otros, no. Ni estoy a favor ni en contra, normalmente uso lo mejor para mis alumnos, se trata de que aprendan de la mejor manera posible.

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    1. Absolutamente diferente. Lo que quiero decir, supongo que coincidimos, es que los milagros no existen, que la pólvora está inventada y que debemos huir de estos homeópatas de la educación, estos vendedores de crecepelos.

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    2. Coincido contigo. Invito a estos homeópatas de la educación a que pasen un día con nuestros alumnos, se les pasa la tontería de golpe.

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    3. Tengo por costumbre no discutir con cuñados, de lo que sea. Lo que tú dices: un rato en cualquier centro de enseñanza. Un rato, sólo un rato.

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  4. Creo que en los altos niveles científicos, se valora más la creatividad que el conocimiento. Quizás sea porque para ser investigador, un individuo ha debido probarse y de paso, probarle a todo el mundo, que sabe y que puede aprender. Y cuando se han escalado cimas algo difíciles de roer como la biología, la química o alguna ingeniería, lo valioso no es repetir caminos previos. Es entonces cuando un investigador, parado sobre hombros de gigantes debe hacerse preguntas que nadie nunca se haya hecho, o formular respuestas que a nadie se le hayan ocurrido. Lo hizo Einstein con su teoría de la relatividad que sorprendentemente, probamos cierta con avanzadas sondas de la NASA. También lo hizo Newton, que en una apuesta de taberna, desarrolló el cálculo diferencial.

    Además, encuentro algo superficial que en los entornos de aprendizaje se rechace a los individuos que no responden a los métodos tradicionales. La naturaleza está diseñada para crear diferencia. Comentemos un error inmenso al desconocer que precisamente la diversidad es proporcional a la resiliencia de una especie. No vaya y sea que los demonios de clase, sean los que salven a la humanidad. Y en esta parte del texto ya me delaté: Yo fui un estudiante problema hasta los 10 años.

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    1. La creatividad y el conocimiento no son antagónicos, muy al contrario. Sin conocimiento no hay creatividad. Y el conocimiento sin creatividad es acumulación estéril.

      Los grandes lo son, como dices, porque se han subido a lomos de gigantes. Einstein pudo refutar el paradigma newtoniano porque, viviendo en él, lo observaba críticamente y se arrojó sobre los "cabos sueltos"; sin duda para solucionarlos. Pero se encontró con que el edificio se tambaleaba. Algo parecido puede decirse de Darwin. E incluso de otros campos como el arte o la filosofía.

      No todos los estudiantes son iguales, es cierto. Y la atención a la diversidad, al menos en España, está bajo mínimos. Los recortes han aumentado la desigualdad y han disminuido las oportunidades. No de todos, claro.

      Seguramente te gustará un texto de Daniel Pennac que se titula "Mal de escuela".

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