viernes, 12 de julio de 2019

DOS OCUPACIONES


Estoy pasando unos días en la playa. Mientras cenaba frente al mar veía unos vehículos con luces llamativas que trabajan en la arena para que al día siguiente esté todo bastante aparente. Sin duda, insuficientes operarios, dado el número de colillas y otras guarrerías que encuentro por la mañana.

Entiendo que la playa es barata, de todos, democrática. Eso no da derecho a ensuciarla. Precisamente porque es de todos. Me producen especial irritación los que, tras fumarse el pitillo, lo entierran ligeramente, lo que no impide que aflore la colilla y que niños muy pequeños se la lleven a la boca.

Antes de venir aquí estaba en una ciudad de la España profunda. Frente a mi casa, justo al otro lado de la calle a la que da mi dormitorio, hay un banco. Alguna familia del vecindario aprovecha el fresquito de la noche para pasar allí un par de horas. Y como si hubiesen pasado los hunos: latas de cerveza y refrescos, bolsas de hamburguesas y de diversas insensateces culinarias ultraprocesadas… Y ruido, de hacer ruido tampoco se privan. El año pasado un tipo cogió un cajón (literalmente eso: un cajón de un armario) que alguien había dejado en el contenedor próximo y estuvo una hora imitando a Camarón mientras lo aporreaba. Mal rayo le parta. No a Camarón, sino a su émulo incivil.

Como suelo levantarme pronto, escucho llegar al camión de la basura, a eso de las 7-7:30, que se lleva esos cajones, muebles, teles rotas y otros desperdicios que la gente deja junto a los contenedores. Inmediatamente después viene el barrendero que deja el banco y los alrededores como una patena… para que los asilvestrados repitan su noctámbulo desafuero cuando les pase por el forro de la bolsa de ganchitos. Total, está limpio cada noche…

Hoy he pensado en ellos, en estos dos grupos de personas, mientras me ponía el pijama y veía tras la ventana a una mujer que consultaba silenciosamente el móvil (otros días lee) en la terraza que hay frente a la mía. Sonaba a un volumen insoportable una música (dicen que eso es música) más insoportable aún. Como es verano y todo está abierto he visto que llegaba su marido con ropa de trabajo. Son casi las doce y el vecino asocial sigue con su murga mientras un hombre cansado cena sin poder escuchar el plácido rumor de las olas y las palabras serenas de su mujer. En la playa alguien limpia todavía.




Procedencia de las imágenes:
http://noticiasfuerteventura.com/fuerteventura/puerto-limpia-las-playas-por-la-noche
https://www.futura-sciences.com/sante/dossiers/medecine-bruit-effets-sante-259/page/4/

lunes, 1 de julio de 2019

'DÍAS SIN TI'


Acabo de terminar el libro de Elvira Sastre Días sin ti. Pronto supe que no me iba a gustar, antes de llegar a la página 50. Pero seguí. La novela es de fácil y agradable lectura, los temas son enormemente conocidos: el amor y la muerte, la creación, la guerra, la búsqueda de las raíces…

Pero Elvira Sastre no ha hecho una buena novela. Esta excelente poeta, probablemente la más conocida de su generación, no ha escrito una buena novela. Me sorprende el agrado mayoritario que ha suscitado. Pero a mí no me ha cautivado, ni siquiera he entrado en ella. Intentaré explicar por qué.

En primer lugar los personajes: Dora que se va alternando con su nieto Gael. La historia de la primera desde la preguerra a la posguerra española se engarza con la de su nieto escultor que se enamora y pierde a su amor mientras esculpe dificultosamente a su amada. Los personajes aportan poco y los secundarios mucho menos, casi anecdóticos, prescindibles en muchos casos. No me los creo, no están bien dibujados (ya que estamos con un prota artístico).

En segundo lugar, esa sensación de déjà-vu. Esta historia me la han contado ya demasiadas veces y Elvira Sastre no aporta nada nuevo. ¿Su estilo? Puede ser.

En tercer lugar, eso: el estilo. Lo que funciona en poesía no funciona en una novela. La autora se explaya en reflexiones y divagaciones sobre los alambicados que somos los humanos, sobre los laberintos emocionales… Pero aquí no funciona. Los personajes hablan como no habla nadie, como si estuvieran recitando un libro de poemas… de Elvira Sastre. Además, el texto está trufado de expresiones más propias de Paulo Coelho que de la gran poeta que es Elvira Sastre: mucho de perseguir tus sueños, de lograr lo que quieres ser… A veces parece un manual de autoayuda. Y no.

En definitiva, me ha resultado una narración con escasa sustancia, de las que no deja huella, pretenciosa, buenista y fallida. Dicen que la novela es un género de madurez, no sé, es posible. Yo, desde luego, no pienso renunciar a la poesía de Elvira Sastre, pero en narrativa aún le queda mucho camino.

Lo del premio Biblioteca Breve 2019 no me lo explico. O sí. Tal vez no estemos hablando de literatura, sino de otra cosa.