Esa hora del silencio me tranquiliza, aunque últimamente no
mucho, porque la bola de cemento en el estómago no se va, pero en esa placidez con
la que el día arranca parece que todo es más dulce y despacioso. Desayuno con
la radio puesta, pero no la escucho. Abro las ventanas y el frío seco me
recuerda que soy afortunado: tengo calefacción y en mi trabajo también hay,
aunque estemos siempre con ventanas abiertas.
Saco el coche del garaje y paso al lado de un tipo que lleva
a su hijo muy pequeño a la guardería. El individuo va fumando y, por supuesto,
sin mascarilla. Veo más allá a otros dos hablando, con los perros tirando de
las correas. Mascarilla bajada, uno de ellos fuma también, muy cerca del otro.
Hay varias rotondas hasta mi trabajo. Siempre tengo que tener
mucho cuidado. Lo de cómo entrar y salir de ellas algunos aún no lo saben.
Vamos a ver: tiene prioridad el que está dentro y se sale siempre por el carril
exterior, no es tan difícil. Pues todos los días frenazos y sustos. Y ay de ti
como les digas algo. Hoy voy detrás de un pelao que no ha hecho ni una
bien y que ha entendido que un stop es solo una sugerencia. Cuando llega a la
última rotonda se para en medio, ¡se para! porque allí está la panadería y no
va a aparcar bien cincuenta metros más adelante, él no. Me obliga a subir a la
isleta, maldigo en arameo, a él le tiene sin cuidado. Él para allí y sale
altanero del coche con gesto de porque yo lo valgo.
He leído, y lo repito a mis alumnos, que la sociedad funciona porque hay una mayoría de personas que sí cumplen las normas. De lo contrario, el pelao y todos los demás infractores (no digo delincuentes, que también, simplemente personas a las que las normas de convivencia se la soplan) no podrían vivir; es más, viven bien porque se benefician de esa sociedad en la que algunos -muchos- cumplen los mínimos.
Llego a clase. Hay examen. Mis alumnos, este grupo al menos, son
muy amigables, incluso adoptables. No todos, claro. En mi crónica crisis
profesional hay oasis y en la sociedad en la que habito también, unos cuantos.
Por eso resulta soportable y a menudo grata.
Pero temo que son pocos y tengo la sensación (no sé si
subjetiva) de que cada vez son menos. Y me inquieta.
https://www.youtube.com/watch?v=4PthV0GxTQg
Procedencia de las imágenes:
https://www.google.com/search?q=rotonda&rlz=1C1JZAP_esES825ES825&sxsrf=ALeKk03dK5aHq8FrMWyLnI1UTPAEH201LA:1614271197436&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=2ahUKEwjJgq3qvIXvAhVRasAKHQ25AvcQ_AUoAXoECBMQAw&biw=1211&bih=536#imgrc=dNKI3d9_hbSnxM
http://www.navartur.es/viajes/festival-de-los-oasis-en-tozeur.htm