lunes, 1 de agosto de 2022

CALOR

Aguanto bien el calor en climas secos. En los húmedos es otra cosa, mi tensión me dice que yuyu, a la sombra, ducha fría y mucho beber. Dicen que hemos pasado el mes de julio más caluroso de la historia. Puede ser.  Yo tengo apuntados unos cuantos veranos muy calurosos, aunque por motivos que no solo tienen que ver con la temperatura.

El primero fue el de 1984. A servidor lo vistieron de verde y lo mandaron todo el verano al Centro de Instrucción de Reclutas de Alicante. Recuerdo que en el campo de maniobras había un árbol, solo uno. Recuerdo también que todos los días volvía a la compañía cubierto de barro y no era precisamente por la lluvia -que no se dignó aparecer-, sino por el sudor mezclado con el polvo del suelo. La infantería es lo que tiene: barrigazos haya lo que haya debajo, pisapiedras, comehormigas. Juré bandera un 19 de agosto. Al sol. Alguno se desmayó. Confieso que yo me mareé y que no recuerdo gran cosa excepto la sensación de irrealidad por la extrema temperatura. Eso sí, escuché al coronel agradecer a las madres que entregasen a la patria a sus hijos. Lo que vino después, en otoño, en la Academia de Infantería de Toledo, aún fue peor. Por otras razones.

Creo que el siguiente verano de calor fue el año 2000, tal vez uno antes o después, da igual. Lo recuerdo porque estaba con mi familia en Alemania, en unas vacaciones. Alquilamos un coche… sin aire acondicionado. Era el último que quedaba en la agencia y nos juraron que no se solía necesitar el aire porque allí nunca hacía demasiado calor. Pero ese verano sí. De modo que con el Volkswagen Polo negro nos fuimos a Praga. Recuerdo una ciudad bellísima y también un paseo en solitario a las 12 de la noche porque el calor de día era insoportable. A esa hora solo había españoles en la calle y tipos que me ofrecían en italiano un cambio de moneda al margen de la ley. Menos mal que no me perdí, lo que en mí es muy frecuente. Las dos semanas siguientes fueron todavía peores y terminaron en lluvias torrenciales y en granizadas que estropearon cultivos, coches y propiedades.

El tercero sí lo recuerdo bien. Me tocó ser tribunal de oposiciones, julio de 2010, en una ciudad castellanomanchega. Todos los días empezábamos a las 8 para aprovechar algo de temperatura civilizada. Por supuesto, sin aire acondicionado. A los diez días, tras protestar por las condiciones de trabajo, nos trajeron un ventilador que tuvimos que montar nosotros. Hubo días de trabajo de 8 a 20 con dos horas para comer y descansar. A la vuelta me metía en la piscina del hotel, no para nadar, simplemente estar en remojo hasta que un empleado me echaba sin piedad, con lo que me refugiaba en la habitación con el aire acondicionado del hotel, bendito sea. Durante las horas de trabajo solía ir a la máquina de bebidas a por una lata de cola porque los mareos fueron el pan nuestro de cada día, así que hice mi trabajo drogado de cafeína y azúcar. Un horror, para nosotros y también para los pobres opositores que se jugaban mucho en unas condiciones indignas. Cuando volvía el fin de semana a mi casa (268 kilómetros) siempre había alguien que me decía eso de qué bien, de vacaciones otra vez, qué suerte… No contestaba nunca, salvo a uno que se puso pesado y le dije de donde venía. Aun así, siguió con la murga: bueno, pero fresquitos con el aire acondicionado. Ahí decidí callar porque la alternativa era la violencia.

También debo sumar a los veranos sofocantes unas vacaciones con mi pareja hace cuatro años al sur de Francia. Como dicen por allí, nos tocó la canicule… El aire acondicionado en los locales ni sabían lo que era, salvo en alguna de esas cadenas de comida rápida en las que -lo confieso, me acuso- nos refugiamos del azote que allí les parecía inusual. Para colmo, a la vuelta, un incendio en la frontera nos obligó a desviarnos y a renunciar a la autopista. Bonitos Pirineos, lástima de un viaje larguísimo y agotador. El recuerdo que tengo de aquel hotel de Gerona es el de un aire acondicionado que acogió a estos exiliados de la canícula.

Y ahora pienso que han pasado muchos años de todo aquello. En mi casa solo tengo aire acondicionado en el salón y lo uso con mucha moderación. Dice el Presidente del Gobierno que no hay que bajar de 27 grados. Pues los que pongo yo. Suficientes para disfrutar de una temperatura agradable con viajes a la nevera mientras escribo. Soy consciente de ser afortunado.


https://www.youtube.com/watch?v=LyCQvyrZzW0



Procedencia de las imágenes:

https://www.preferente.com/noticias-de-turismo/pesimismo-hotelero-alemania-bate-record-de-calor-291282.html

https://www.sudouest.fr/environnement/meteo/canicule-et-fortes-chaleurs-quelles-sont-les-temperatures-attendues-mardi-et-mercredi-11624132.php


 

 

2 comentarios:

  1. ¡Hola! Curioso como asocias las olas de calor más fuertes que sufriste, con lo que vivías en esos momentos.
    Entregar a la patria a sus hijos... menos mal que ahora eso ya no es así, sino que es cada uno el que decide "entregarse a la patria" por decisión propia, pero qué daño ha hecho la "puta mili" (con perdón...). Yo también recuerdo algún que otro verano supercaluroso (no retengo fechas concretas) sufridos sin aires acondicionados, era tremendo sobre todo cuando cogías el coche a pleno sol al mediodía, recién duchada y llegaba al trabajo empapada en sudor (hoy ya todos los coches tienen por suerte aires)
    Trabajar drogado de cafeína y azúcar... para no sufrir mareos, puro horror, sí y curioso eso de que hace cuatro años (es muy poco tiempo, a la vuelta de la esquina) en Francia, la mayoría de locales no supieran del aire acondicionado. He estado dos veces en París y uno de esos viajes fue de ida y vuelta en coche desde Madrid, en verano ambos, si te soy sincera no recuerdo haber pasado calor, pero claro, seguro que no tocó ola de calor intensa (de hecho sí recuerdo que llovía mucho y refrescaba el ambiente). También han pasado muchos años de todo aquello.
    Yo también tengo aire acondicionado solo en el salón, pero se agradece mucho, poder ponerlo a ratos (yo lo pongo y lo quito, pero lo pongo a 24) y sentir algo de frescor en casa, una maravilla y sí, somos afortunados porque en el coche no pasamos calor y en el trabajo tampoco. Me da tanta pena cuando veo a alguien currando a pleno sol a esas horas intempestivas de bochorno, inhumano, inaguantable, luego pasa lo que pasa, que alguno no lo soporta.
    En fin, dejo de enrollarme. Supongo que tu verano actual estará siendo mejor que esos del pasado y te deseo que sigas disfrutando de él, que cojas mucha fuerza para el comienzo del curso
    Besos!!!

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    1. Bueno, esa entrada no pretende ser un repaso al cambio climático, sino una biografía de algún que otro verano caluroso. Y seguro que nada que ver con lo que han pasado otras personas, mucho peor que yo, sin duda.

      Tuve un par de coches si aire acondicionado y recuerdo aquellos viajes con las ventanillas abiertas, madrugando lo que se podía y con acompañantes cansinos que no paraban de repetir qué calor, qué calor, como si yo no lo notara.

      Ahora estoy en la playa. Se está bien, aunque las noches son terribles y no hay manera de encontrar un hueco en la cama que no esté húmedo y calentorro. Anoche cogí una bolsa de gel frío de esas que usan los deportistas para sus golpes y la pasaba por la cama hasta que me dormí. Eso sí, madrugo. Hoy es el día que más tarde he salido de la cama: 8:20.

      Un abrazo.

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