jueves, 17 de diciembre de 2009

EL FINAL DE 'EL NOMBRE DE LA ROSA'

En 2010 se cumplirán 30 años desde que se publicó en italiano El nombre de la rosa. Poco después se rodó la película. Siempre se dice eso de que los libros son mejores. Pues depende. Los buenos libros son mejores que las malas películas y las buenas películas son mejores que los libros malos. Obvio. Y hay algún caso en el que las películas son tan buenas como los libros.

Un caso paradigmático es El nombre de la rosa. Nada nuevo que añadir sobre el texto en el que está basado el film. Pero el final que Jean-Jacques Annaud rodó no es el de Umberto Eco, ni siquiera en su espíritu. Eco concluye con una frase en latín que explica e interpreta semiológicamente la novela (¿o algo más que novela?): “Hace frío en el scriptorium, me duele el pulgar. Dejo este texto, no sé para quién, este texto, que ya no sé de qué habla: stat rosa prístina nomine, nomina nuda tenemus”.

Por el contrario, en la película el final es completamente distinto. Vuelve a aparecer la campesina, personaje menor en la narración escrita, en el momento en que Adso y Guillermo parten después del incendio y ella los espera en un recodo del camino. Se trata de un recurso que parece demasiado fácil, una concesión excesivamente comercial. Sin embargo, creo que hay aquí una lección de cine -de gran cine- porque la cámara lo dice todo, no es necesario el diálogo con palabras (el cine no es literatura, su lenguaje es otro); la escena se desarrolla en un magistral juego de miradas apenas subrayado por la susurrante voz en off de Adso. La campesina le mira pidiendo angustiosamente que la lleve con él, que la saque de la pobreza y del hambre, incluso que la convierta en su concubina, pues todo ello es preferible a tener que ceder su cuerpo a malolientes frailes a cambio de despojos. Adso se detiene, la mira a su vez, duda. Guillermo también se detiene, sus ojos le recuerdan la obligación del monje que aún ha de aprenderlo todo, pero también hay en esa mirada la comprensión del franciscano que hubiera entendido, casi que hubiera envidiado. Y Adso mira a uno y a otra, duda radicalmente, de un modo casi existencial… y parte tras su maestro que va desapareciendo entre la bruma, tomando su camino sin exigir, invitando.



Concluye el Adso anciano que narra la historia que la ha recordado todos los días de su vida, pese a lo cual nunca se arrepintió de su decisión, excepto, tal vez, de no haber sabido nunca… su nombre.

Su nombre. En Doce hombres sin piedad conocemos a los personajes como número uno, número ocho, etc. Al final de la película, los dos más relevantes, fuera de la sala de deliberación, se preguntan su nombre. En El último tango en París, tras una larga historia de sexo aparentemente desprovisto de amor, los dos intérpretes se preguntan su nombre.

Su nombre.

22 comentarios:

  1. Cierto es que hay películas que generan un antes y un después en nuestras vidas. Escenas que transportan la mente a situaciones y momentos inolvidables y que hacen que nos recreemos en momentos que creíamos olvidados.
    Recuerdo que "El nombre de la Rosa" me impactó en su momento, pero que con el paso del tiempo se fue disipando la emoción que había generado en mi. Quizá el paso del tiempo sea el gran culpable de que muchas emociones se disipen, se pierdan entre la niebla que Adso deja tras de si para hacer que se desvanezca esa emoción que le cautivó y casi le arrastra a un destino muy diferente. Muchas veces querríamos volver tras nuestros pasos, pero la niebla del paso del tiempo se vuelve tan densa con el paso de los años, que se hace imposible el retorno... No dejemos que nuestras emociones escapen del punto sin retorno.

    ResponderEliminar
  2. Es una película que siempre me ha emocionado. Cuando trabajo en el instituto con mis alumnos "La Edad Media", al final de ello siempre la vemos; magnífica banda sonora (canto gregoriano)y magnífica interpretación de mi actor favorito Sean.
    La habré visto decenas de veces y siempre hay algo que me llama la atención.
    Acertado el post, me ha gustado.
    Muasets.

    ResponderEliminar
  3. Por cierto, a todos aquellos que aparece Anónimo y luego poneis al final vuestro nombre, la manera de entrar directos con nombre es: Selección de perfil y después Nombre/url (aquí solamente poner vuestro nombre y no rellenar la parte de URL);pinchar a vista previa, luego verificar la palabra que os diga y ya está.
    Espero que os sirva de ayuda, Eh!!! Jorge!!!!

    ResponderEliminar
  4. El nombre realiza. Así lo entendió la hermética sefardí de la Cábala.

    Dios crea el mundo, según el evangelio de la más conspicua secta judía, nombrando las cosas.

    El viejo rabino de Praga, escribe Borges, da vida a su golem porque le inscribe una voz en su frente, emeth, que significa verdad. Cuando le borran la “e”, este desvalido ser vuelve a su inerte barro, porque “meth” significa “muerte”.

    “Me llamo 174517”, escribe Primo Levi en “Si esto es un hombre”…, de la trilogía de Auschwitz que completan “La tregua” y “Los hundidos y los salvados”. Dolorosa lectura, e imprescindible.

    Llamadme CrisC. Quizás me enrole en el Pequod, cuyo capitán dijo ser el sufrimiento la fuente de su grandeza.

    (Aminatu Haidar vuelve a casa con sus hijos. Brindaré por ello.)

    ResponderEliminar
  5. Estoy más de acuerdo con Coletas que con Antónimus. El paso del tiempo no disminuye la emoción que siento por esta película. Al contrario. Será porque la he visto incontables veces, y porque deseo seguir viéndola. COn el final me pasa como con "Casablanca": no puedo entender que se vaya con la persona equivocada y quiero que haga lo que no hace. Cada vez que la veo. Lo deseo.
    Magnifica interpetación de todos. Sin excepción. Lo de Sean Connery nos agrada especialmente porque no lo imaginábamos en este papel. Pero el elenco es inmejorable. Los rostros, los gestos, los movimientos. Todo es perfecto.

    ResponderEliminar
  6. CricC, no comentes mi post. No estoy a la altura del comentario, de su erudición y su belleza.
    Aún así, un comentario sobre "Si esto es un hombre", libro que conocí gracias a ti, y que algunos de mis alumnos leen. Con dolor. Casi todos agradecen este libro duro y hermoso (sí, también hermoso, porque habla del ser humano, que tiene algunos brotes de generosidad y bondad aun en las situaciones más extremas). Alguno me ha dicho que no es posible ser el mismo después de leerlo. Deben hacerlo.
    Pues bien, hojeándolo, encuentro esta cita (págs. 176-177, ed. de Bolsillo): "Clausner me enseña el fondo de su escudilla. Allí donde los demás graban su número, y Alberto y yo hemos grabado nuestro nombre, Clausner ha escrito: Ne pas chercher à comprender".

    ResponderEliminar
  7. Ayer leí este poema de Felipe Benítez Reyes ("La misma luna", ed. Visor, pág. 49). Sé que parece explicar el final de esta película. Sé que explica mucho más. Sé que alguien entenderá, sabrá leerlo:

    UNA ORACIÓN CONDICIONAL

    Si no fuese el deseo sinrazón,
    veleidoso porqué, pacto en el viento,
    seríamos culpables
    del ansia clandestina que sin tregua remueve
    nuestro pasado firme y desvalido

    para así transformarlo en un presente
    que tiembla cada día en su inocencia,
    enigma que se explica en el enigma,

    si el deseo no fuese sinrazón.

    ResponderEliminar
  8. De alturas y erudiciones nada. Ya me me gustaría. Sólo son cuatro cosas que me salen así, a bote pronto.

    Si entiendo esa frase en francés, y si la comprendo, supongo que debo asentir; pero no es algo que podamos elegir. Siempre queremos comprender y saber. Es la advertencia de Yocasta a Edipo. Y éste no hace caso, desencadenando la tragedia.

    ResponderEliminar
  9. Ya "me me"..., joeeessshhh, vaya patín.

    Esta noche me flagelo los ijares con cuerda de pita y lenitivo de limón granizao. A ver si si..., si aprendo.

    Lo dicho..., ¡ñaka!

    ResponderEliminar
  10. Que "El nombre de la rosa" es algo grande lo dice el hecho de que han pasado 30 años y se sigue hablando de ella. Pocas novelas lo han conseguido. Así, que me me vengan a la cabeza, "La conjura de los necios" . Yo la leí en un verano feliz y todavía no la he olvidado, ahora ya no sé si por el verano feliz o por la novela. A veces me hago un lío entre el continente y el contenido.
    Gracias, Coletas, voy a seguir tus indicaciones.

    ResponderEliminar
  11. Algunas novelas las lees porque los "entendido" te las recomiendan. Te suelen gustar. Otras las lees por puro azar, porque estaban en casa, por la belleza de su título, porque te las han regalado. Cuando, entre éstas, descubres una buena es como si hubieras descubierto el Mediterráneo. Es el entusiasmo puro. Entre ellas recuerdo alguna: "Cien años de soledad", que leí casi de un tirón, dura 20 horas a mi ritmo. Debo leerla más despacio; nunca he sido un adicto a nada, pero me pasó con este libro. Otra es "La ciudad y los perros", que tomé de un estante nada más volver de la mili, con una experiencia parecida y atroz; me sumí en el dolor, pero no pude dejar de leer. Y con "El jinete polaco", que comencé con prejuicios (¡es un Premio Planeta!) y terminé con pesar.
    Eso de que los libros te suman en un estado sentimental inestable me pasa mucho, especialmente con las novelas policiacas, Mankell y S. Larsson. Y si no es así, lo mejor es comenzar la tarde con el libro de instrucciones del microondas.

    ResponderEliminar
  12. Reconozco que las prisas no son buenas a la hora de escribir, y menos si lo que queremos es impresionar. Si "me me" equivoco y no soy consciente en el momento... no voy a flagelarme por ello... porque la emoción de dejar plasmado el pensamiento y saber que va a ser compartido por inquietudes paralelas (o paralelos, según quien lo mire), me compensa. No hay nada peor que releer un comentario y pensar que en realidad quería haberlo matizado algo más... y que quizá es tarde y la impresión que quise dejar no es la que se deja ver.
    El perfeccionismo es la cruz de muchos escritores. Quizá por eso nunca llegue a escribir nada más allá de unas pocas líneas (no quiero que el sopor caiga sobre los visitantes de este fabuloso blog). Al igual que CrisC, me "revienta" descubrir "me meces" en lo que puse, jeje, pero somos humanos, y de humanos es errar.
    Por cierto... ahora que la música de Sting me acompaña, voy a regalaros unas palabras para que termineis de conciliar el sueño...

    Voy a tratar de revivir una escena de la película "El nombre de la Rosa". Estoy convencido de que no se ajusta en tamaño y forma, pero comprendereis que hace años que la vi por última vez...
    El fuego, traducción de la celulosa en energía, sorteaba los obstáculos, por decir que lo eran... Mínimas, pero apresuradas, las manos de los monjes que clamaban al cielo pidiendo un milagro para que el voraz e imparable elemento no se recrease en la destrucción de aquello que tantas horas de recreo necesitó para ahora terminar en cenizas.
    Si ardiese nuestra colección de libros favoritos... ¿Cuál salvaría el primero? ¿Es momento de ponerse a elegir cuando todos ellos nos han elevado tan alto?
    Recuerdo las miradas de angustia... más sentimientos que añadir al mundo de los libros: el terror, la furia, la impotencia... tantas y tantas sensaciones acumuladas mientras el implacable actua.
    La mano de Dios estaba ocupada en otros menesteres permitiendo tal desastre... ¿Haría aquello que temblase la fe de aquellos monjes? Seguro que acabarían recurriendo a aquella frase de que "aquello ocurrió porque Dios así lo quería"... y tras acallar sus lamentos, volverían al trabajo... transcribir los deseos, los hallazgos, los tormentos, las aventuras... los momentos... aquellos que jamás podrían vivir encerrados entre esas paredes, pero que gracias a los libros, ni las murallas más altas impedirían que aquellas mentes privilegiadas pudieran de nuevo sentirse libres.

    ResponderEliminar
  13. A ver, Antónimus, algunas disidencias:
    1. El perfeccionismo es la cruz, y la cara, de los escritores. De las personas de bien. Lo otro es desidia, desprecio y arrogancia.
    2. Las prisas son malas. Si queremos impresionar, mejor nos dedicamos a otra cosa. Esto del blog no impresiona a nadie. Es para amigos que se quieren. Si alguien quiere impresionar, que se vista de lagarterana. Todo lo que merece la pena se hace despacio: la poesía, la filosofía, la comida, el amor.
    3. No te cortes por la extensión. Hay gustos para todo. Yo soy de largo recorrido; otros prefieren el telegrama. Va en gustos y en estados de ánimo. Los de ciencias soléis ser más directos y breves. No es peor.

    Respecto a la escena que narras, no la recuerdo. Debo volver a verla. Tal vez tengas una impresión, no un recuerdo preciso. A mí me ocurre a veces que de una película tengo un recuerdo emocional, pero no soy capaz de repetir lo que ocurrió ni mucho menos el final. Y aprecio mucho esas películas.
    Si se quemasen mis libros, ¿cuál salvaría antes? Buena pregunta. No lo sé. Me quemaría dudando. O diría aquello de "A tomar por saco, a partir de ahora fútbol y cerveza". Estoy frente a mi modesta biblioteca. No sé decidir. Alguno de mis preferidos no lo poseo, me basta con haberlo leído, no necesito impresionar a las visitas. Otros los perdería sin importarme nada. Y cada vez admiro más a Pepe Carvalho: sólo necesito chimenea y una mujer a la que querer mientras se consumen páginas y páginas de, por ejemplo, "El Ser y el Tiempo" ante su cuerpo desnudo. Pues lo siento, puristas, no es pose.

    ResponderEliminar
  14. Comprendo, como Antónimus, y comparto plenamente que “las prisas no son buenas a la hora de escribir”. Yo procuro no hacerlo, no siempre lo consigo. Cachis.

    En cuanto a lo de querer “impresionar”, no he visto a nadie en este blog que lo pretenda. A nadie. Sería ridículo entre amigos que lo son, en algunos casos, desde hace un par de décadas. No obstante, de lo que nunca es dueño quien escribe es de los umbrales de impresionabilidad del lector ocasional, algo que es inevitablemente subjetivo, así como de la autoría que tiene éste sobre sus subjetivas interpretaciones, que no sobre lo escrito.

    Es una suerte de "solipsismo hermenéutico" (no temáis, son palabrotas de filósofos que no deben impresionar a nadie y a nadie molestar, pues son más humor que otra cosa; significan que cada cual ve las cosas desde el color de su cristal. Así de simple).

    No recuerdo haber dicho que me “reviente” nada, pero la memoria es quebradiza sin dificultad y algo debo de haber escrito que autorice a Antónimus a citarme en este sentido. Estoy seguro de que en esto la razón le asiste.

    Reflexiono sobre la virtud aristotélica de la prudencia y los beneficios de la meditación en el silencio de las pasiones. Daré cuartel al verbo. Pronto será Navidad y, además, desde mañana nadaré en la opulencia de la pedrea y abriré casa en Benidorm. Estáis uztede vuzotro nómadas invitados, y también l@s legítim@s, o habilitad@s con certificado sanitario.

    Atticus, ya imagino la pose de una chaturri en cueros y sobre cuyo regazo desgranas gravemente los densos fragmentos de "Ser y Tiempo". Eres un crack, hermano.

    ResponderEliminar
  15. Que no, que no. Que lo de "Ser y Tiempo" era paquemá. Una prueba: decid, oh muchachas, si esto os pone: "Allí donde la esencia del hombre es pensada tan esencialmente -esto es: únicamente desde la pregunta por la verdad del ser- pero sin que el hombre sea considerado el centro de los entes, allí ha de despertar el hambre de indicaciones obligatorias y reglas que digan de qué modo debe vivir históricamente el hombre experimentado a partir de la ec-sistencia hacia el ser". ¿Os pone, verdad? Nerviosas, frenéticas, esquizoides; casi añorantes del Von Trier ése.
    ¿Tiene que ser en Benidorm, CrisC? ¿No había otro retiro espiritual?
    Yo, si me toca, me compro la chimenea, por lo del Heidegger. Y si la pedrea, una barbacoa portátil. Vale para lo mismo.

    ResponderEliminar
  16. A punto de irme a dormir, y por si no lo consigo debido al remordimiento que me corroe, lo confieso: la cita es de "Carta sobre el humanismo" (ed. del 80, p. 108). Ni siquiera tengo en casa "Sein und Zeit". Este es un hogar decente. Por Dios.

    ResponderEliminar
  17. Juas, juas, juas... Yo tampoco tengo el "Ser y Tiempo"; sin embargo, lo mío es más surrealista. Me compré "Introducción a El Ser y El Tiempo", de José Gaos. Aunque le puse fecha de lectura en Mayo del 89, no está ni subrayado, ni anotado, ni siquiera arrugado. Eso quiere decir que fue lo único que hice, datarlo. Ya me vale.

    Me pido prímer para el casting del título a "Magnus Doctor Ceporrus Cum Laude a este lado del Mississippi".

    Y, por los dioses todos, Atticus, no le digas a las chicas esas cosas de “la ec-sistencia hacia el ser”, que más que nerviosas lo que harán es lapidarte con carbón de azúcar y para tus exequias no tendría nada que ponerme.

    Venga, echaré la casa por la ventana: en vez de Benidorm sea un sitio de más clase y glamour: ¡en la Manga del Mar Menor! Es lo que tiene, tener “age” y tronío.

    ResponderEliminar
  18. No, si no se lo digo. Al contrario. Si la cosa se pone fea (o sea, bien), me dicen eso de "¿Y por qué no hablamos de filosofía?". Recuerdo un colega que decía pensar en Hegel para evitar la eyaculación precoz. Claro que si persistes puedes necesitar viagra de por vida.
    POr cierto, y volviendo a "El nombre de la rosa", qué hermosa escena sexual, qué bien narrada (hablo del libro, of course). Y, sobre todo, la escena siguiente, cuando el chico se lo cuenta al maestro. Qué comprensión con la debilidad, qué disculpa de ese pecado que a nadie hace daño, qué defensa del amor y lo humano. Un franciscano, quién si no.

    ResponderEliminar
  19. Me advierten, querido Antónimus, de que soy un poco duro contigo. Perdona, no es mi intención. A veces me dejo llevar. Pero no es mi intención recriminar nada. En todo caso, es más verdad lo contrario: agradezco que escribas, y que le dediques tanto tiempo. En absoluto pienso que escribas tonterías: sólo quería decir que si uno se obsesiona a veces por escribir bien, es por ganas de que sea perfecto. Pero no hay censura. Qué va.

    ResponderEliminar
  20. ¡¡¡PAGANAS FELINAVIDULES A TOD@S!!!

    ResponderEliminar
  21. Si Dios, en su infinitia sabiduría, nos ha dado la posibilidad de pecar sin conocimiento del mal, pero dueños del libre albedrío que posibilita la elección, es porque la causa del mal no es la libertad, que es sólo su posibilidad, sino la inclinación sensible, las tentaciones paganas de las que habla este espíritu de otro tiempo que viene a turbar la paz del señor con tentaciones y admoniciones que el Altísimo no recomienda. Mas, como franciscano que soy, entiendo tales debilidades, que no son pecados graves, pues no hay víctima, salvo la fortaleza del alma, y recomiendo bondad y amor, mucho amor, como le pasó al bendito Adso (jodíos jóvenes, a mí no se me arriman), que vio turbada su castidad, pero no su fe ni su amor. Pues eso: que Dios nos da estos días para solaz del cuerpo y del alma. Aprovechemos.

    (Estas palabras he encontrado en mi ejemplar de "El nombre de la rosa" esta mañana. Las dice Guillermo, naturalmente. Las traduzco libremente. Las suscribo. Eso sí, CrisC: estás sucumbiendo a lo correcto políticamente: la arroba pá pesar naranjas).

    ResponderEliminar
  22. Sucumbo, Atticus, sucumbo. Es verdad.

    Estos “entrañables” estoy de un “sucumbiente” que no me tengo; lo cual no es óbice para que añada a ese estado del espíritu también ese otro estado del cuerpo que es el de “pecante”. Y peco, peco…, por Tutatis, Wotan, Frigga y Thor que peco mu malitamente, estoy de un “pecante” que arrasa.

    Eso sí, tiés toda la razón, hermano: la arrobica pa pesar el agro.

    Y por las citadas deidades y mi salud te ruego: cita entre comillas, que al leer eso de “como franciscano que soy” me he llevado un síncope inguinal que tengo la coló demudada y las vías aferentes de la virilidad en un tris de hacerme “game over”.

    HappyNavidules again, for you and everybody.

    ResponderEliminar

Puedes escribir tu comentario. Agradezco la inteligencia, la educación y el sentido del humor. Por favor, no enlacéis páginas con contenido comercial, religioso o político. Tampoco las que claramente constituyen una estafa.