Hace poco estuve en una cena maravillosa. Nos reunimos algunos buenos amigos que no nos vemos con la frecuencia debida: el esponjoso trabajo, la asquerosa necesidad de los compromisos, la mendaz seguridad de que hay que estar en otro sitio y de que no tenemos tiempo (como si eso se pudiera poseer o contar)… Pero por fin coincidimos. En la conversación, ésa que con amigos auténticos (no aquellos con los que tomas copas, sino con los que compartes palabras) puede discurrir de la palidez de Iniesta a la teología de la liberación, una amiga, hablando de un hombre estupendo, dijo que él entendía la perspectiva de género. Hice alguna chanza, lo confieso, con la expresión. Supongo que quiere decir que se porta bien, que entiende la igualdad y que trata a su chica de un modo cariñoso, justo y simétrico. Estupendo.
Tal vez no debí reírme porque tiende a confundirse el análisis de unas palabras (que a mí, sinceramente, me parecen innecesarias) con la complicidad machista o con el menosprecio de las afectadas y de sus gravísimos problemas.
Y eso sí que no.
Quien ha conocido a alguna de esas mujeres que ha sufrido cualquier tipo de maltrato, quien sabe de cerca lo que es la violencia, más aún, ese ninguneo brutal que te reduce a menos que cero, que te lleva a culpabilizarte por los insultos y los golpes de ese energúmeno que tiene por cerebro un cúmulo de salivazos, ése no trivializa el asunto.
Obviamente, eso no nos convierte en culpables a (todos) los hombres, como no somos culpables los miopes de las tropelías de un miope ni los vegetarianos del genocidio hitleriano (pues Hitler era vegetariano, para conocimiento de esos reduccionistas simples de espíritu). Como hombre, no me disculpo en nombre de mis compañeros (?) de sexo. Precisamente porque creo que la igualdad es necesaria; porque se trata de jugar todos con las mismas reglas, lo que no es fácil cuando se ha vivido bajo leyes tan asimétricas. Dicho con otras palabras, no entiendo esa extendida convicción (afortunadamente no universal) que, de entrada, supone que toda mujer es veraz, buena y bienintencionada, mientras que en la misma situación a los hombres se nos supone justo lo contrario. Creo que lo mío es la perspectiva de especie: a los hombres no se nos puede suponer una capacidad o tendencia al maltrato o una incapacidad congénita para educar a los hijos, mientras que a las mujeres se les supone las virtudes opuestas. Habrá que ver cada caso y no prejuzgar. Quiero decir que hay que tener mucho cuidado con estos temas, en los que las vísceras y el lenguaje emotivo sustituyen tan frecuentemente a la razón. Acepto que una sociedad que históricamente no ha vivido en igualdad es en gran parte causa de la violencia sostenida contra las mujeres, pero no se debe utilizar un maniqueísmo estéril en este tema: ni es justo ni eficaz.
Últimamente he leído tres libros sobre el tema que debo recomendar: los dos primeros son de la sueca Liza Marklund: Studio Sex y Paraíso. El tercero, Contra el viento, lo ha escrito Ángeles Caso, y es una hermosa historia de mujeres, de fuerza y de desgracias. Recuerdo que la narradora decía de la protagonista, Sao, que tomaba las decisiones acertadas, pese a lo cual todo le salía mal. Sin embargo, no pierde la confianza, esa que los mastuerzos poseedores (pues querer no es poseer) se empeñan en domeñar y destruir. Es una bonita y dura historia que hay que leer, sin prejuicios (es un premio Planeta, ella era una presentadora de televisión). Por lo que se refiere a Studio Sex y a Paraíso su autora pertenece a esa corriente de autores suecos de novela negra que escriben sobre la realidad más sucia de las sociedades que suponemos más limpias. Aquellos que creen en el buenismo de escaparate, en la frágil utopía escandinava o en bobadas como que la prostitución es una elección libre y una profesión como otra cualquiera, no harían mal en echarles un vistazo. La realidad es muy distinta a tanta palabra hueca.
Así que, A., discúlpame si no comparto el mismo código lingüístico. Sí lo hago con casi todo lo demás, desde luego. Tú lo sabes. Y a veces tengo la sensación de que no vale la pena discutir por palabras, mientras la realidad va dando dentelladas coléricas.
No compartir un lenguaje no convierte a nadie en enemigo. Cuando alguien quiere discutir contigo, esto es, cuanto te reconoce capacidad dialógica, interlocución, no te menosprecia. Se convierte en alguien que disiente o que busca acuerdos. Pero eso no es un adversario, sino un igual. El adversario no te escucha, no te deja argumentar, no está dispuesto a estar en desacuerdo contigo porque no te reconoce como a un igual: simplemente te machaca. El que razona debe estar dispuesto a cambiar de opinión, eso es el logos; pero el que únicamente quiere manifestar su poder o superioridad, ése no discute, no disiente, no razona: sólo te destierra de lo humano para ubicarte dentro de las propiedades que hay que controlar y vigilar.
Por eso mismo, déjame que sigamos en desacuerdo. No en todo, seguramente en lo menos importante. Porque decir amén no es lo mío, pero buscar marrulleramente la victoria, menos aún. No se tienen amigos porque estemos de acuerdo en todo, sino porque compartimos lo esencial, lo básico.
Los prejuicios son mala cosa si uno se los cree ciegamente. Impiden descubrir, conocer, experimentar, dudar. ¡Nadie puede decir si un melón es dulce o pepino si no lo ha probado! Mucho menos afirmarlo como verdad absoluta, ¡por muy de Villaconejos que sea!
ResponderEliminar¡Un abrazo, Atticus!
Tengo para mí que no es posible librarse del todo de los prejuicios porque se instalan sin tu permiso en los circuitos del pensamiento. Lo que sí se puede hacer es vigilar de cerca, no dar nada por supuesto, ser el mayor y mejor crítico de uno mismo. Y si alguien te dice desde la amistad que estás prejuzgando, escuchar.
ResponderEliminarNo sé yo si es muy académico lo de los melones o pepinos (porque de hombres hablamos), pero tienes razón: los hay estupendos, muy dulces. Que no nos duela hacer compost con el resto. Hablamos de melones, claro.
Yo abogo por la igualdad de sexos. Todos somos personas y merecemos el mismo respeto unos que otros. Se ha avanzado mucho en este aspecto, pero todavía hay mujeres menospreciadas, que ganan menos por hacer el mismo trabajo que los hombres, incluso mejor. Este no es mi caso.
ResponderEliminarPero lamentablemente hay muchíiiiisima gente que opina sin saber lo que hay detrás, sin conocer; sólo opina lo que dice todo el mundo. La sociedad está llena de prejuicios, y aqui sí me toca amí: los funcionarios somos juzgados, en la mayoría de los casos, con muchos prejuicios y muy injustamente. Hay funcionarios que sí se merecen la fama que nos achacan, pero por supuesto, no todos.
Esta misma mañana he tenido unas palabras, escritas, con un antigua compañera de colegio, por juzgar a los funcionarios en general y en particular de manera muy injusta y llena de prejuicios.
Yo soy de las que dice que antes de hablar hay que saber; si no, es mejor callar.
Me sirve igual el tema del funcionariado, que es el que conozco de cerca, que el de la prostitución. Claro que la mayorí de esas mujeres nno la ejerced por gusto, pero otras sí han elegido e4sa bvida. Aunque tengo que decir que habría que ahondar en esas vidas para conocerlas. Espero que no hayan ofendido mis palabras a nadie.
Saludos a todos.
Los prejuicios son algo peor que la mala hierba. Son un contra-abono del pensamiento, esto es, ayudan a pensar mal. Que la ignorancia es muy atrevida lo sabemos todos, y que las opiniones, como los culos (Dirty Harry dixit) son particulares, también. Déjalos pasar.
ResponderEliminarNo soy ni experto ni usuario de los servicios de tales señoritas, por lo que poco puedo decir al respecto. Es posible que las llamadas de alto stanging estén más o menos voluntatiamente (que no es lo mismo que estar libremente), pero el espectáculo de degradación, en el que los proxenetas roban documentación y dignidad a esas esclavas sexuales, no es precisamente un acto libre. Es una vergüenza, un horror.
Cuesta no generalizar, porque los viejos hábitos suelen tener una vida larga. Efectivamente, hay que ver cada persona, cada caso, cada circunstancia.
ResponderEliminarDel paraíso nórdico del que hablas, a mí se me cayó la venda con Millenium. Y en cuanto a la prostitución, tengo sentimientos encontrados: que hacen una labor social, sí. Pero a qué precio.
Me gusta que hagas esa distinción entre interlocutor y adversario, porque a veces, en el calor del momento, intercambiamos los papeles. Es difícil no apasionarse, ni enfadarse, pero hay que intentarlo.
Este es un post con mucho contenido, Atticus.
Sí, lo de Millenium nos ha quitado una venda a muchos. Yo poco o nada sabía de los nórdicos, pero Millenium, creo, que muestra muy bien su sociedad. No la conozco,pero sí tengo un familiar sueco y me a contado algunas cosas que ni se me pasaban por la mente. Por ejemplo, me dijo una vez que en Suecia saltarse un semáforo en ambar, ya no digo en rojo, suponía ir a la cárcel. En fin... A disfrutar de lo que queda de semana, gente.
ResponderEliminarperdón, ya sé que me ha contado es con h. Error de transcripción.
ResponderEliminarYo no tengo más conocimiento de los países nórdicos que el que me proporcionan los periódicos, la literatura y los amigos turistas que han pasado por allí. Poco es. Pero sé que Finlandia está a la cabeza de la llamada "violencia de género"; no sólo están los primeros en conocimientos escolares. En Suecia tienen graves problemas de alcoholismo juvenil; aquí, el botellón es un modo importado, es beber a la sueca, mucho, de alta graducación, y emborracharse cuanto antes. En todos ellos tienen altas tasas de suicidios, depresión... De paraíso, nada. Supongo que ellos también creen lo mismo de la paradisíaca España; los que vivimos aquí sabemos la verdad. Recomiendo leer a Mankell, a Läckberg, a Asa Larsson, a Stieg Larsson, a Liza Marklund...
ResponderEliminarA veces nos cuesta, Elena, esa distinción porque discutimos acaloradamente. Pero, atención, si es entre iguales no hay dominación. Vosotras no soy nuestros adversarios, sino nuestras compañeras. Distintas, o sea, iguales.
Este post es un poco sesudo, lo sé. A veces hay que mojarse un poco y arriesgarse. Confieso que se lo dejé leer a A., cuya opinión tengo en alta estima, aunque no estemos de acuerdo a menudo (por eso es mi amiga, porque no nos limitamos a darnos la razón). Hice un par de pequeñas matizaciones por lo que me dijo, aunque soy el (i)rresponsable de todo lo escrito. Me da miedo el tema, no creas, no es fácil ni cómodo. Pero es mi blog, y, manteniendo los límites que impone un elemental sentido común, escribo lo que quiero.
Rachel, no sé si será cierto lo de los semáforos, un poco fuerte me parece, ¿no?
ResponderEliminarSiempre me ha parecido que la novela negra es, en realidad, un estudio de sociología. Dediqué hace unos meses unos posts a Lorenzo Silva y a Henning Mankell, en los que ahondaba en esta idea. De todos modos, supongo que la realidad será mucho más confusa y compleja. El último libro que he leído es "Tea Bag", de Henning Mankell, tristísimo, enormemente realista.
A mí también me pareció muy fuerte. Me imagino que las cosas habrán cambiado. Él hace muchos años que no va por Suecia. Muchos es muchos. Asi que supongo que habrá cambiado.
ResponderEliminarLo siento, pero no quiero leer cosas tristes, que para tristezas ya nos da muchas la vida. Joer, que seria me he puesto jijiji.
El libro que estoy leyendo ahora no tiene nada que ver con nada de lo que aqui se ha dicho. Si a alguien le interesa " el honor del samurái" de Matsuoka. Es sesudo, peor te aleja un poco de la realidad. Saludos
Bueno Rachel, puedes no leer cosas tristes porque para tristezas las de la vida, o bien no leer cosas alegres porque para alegrías las de la vida. A mí me gusta leer cosas buenas, muchas de las cuales son tristes; eso sí, no me gusta ser un triste en la vida, aunque seguro que hay quien piensa que me echarían de un funeral por tristón.
ResponderEliminarEs curioso lo que dices porque yo he leído hace poco un maravilloso libro titulado "El jardín del samurai", que recomiendo a todos. Triste, eso sí, pero de una prosa tan delicada que me racionaba todas las noches no más de cinco o seis páginas, para que durase. Y, ahora que lo pienso, es un contra-post, porque enseña como tratar a una mujer enferma, con un respeto y un cariño infinitos, sin la morbosa lástima ni el cristianoide sentimiento de misericordia mal entendida. Leedlo, que el libro vale más de lo que cuesta, regaladlo a esas personas que queréis tanto, disfrutad morosamente con sus páginas tan delicadas como pétalos de rosa.
Me refería a que es un post rico, con múltiples temas. Y por supuesto que cada uno puede escribir lo que quiera en su blog:¡faltaría!!!
ResponderEliminarEn cuanto al tema de la prostitución y su supuesta labor social, recomiendo el documental "Nacional 7". Es España y el mundo de los discapacitados, pero vale igual para un planteamiento del tema.
Que sí, Elena, que parece que crees que me he enfadado. Pero es verdad que me ha salido largo, complejo, multitemático... Y me ha costado mucho, escribirlo, desarrollarlo, encontrar su forma definitiva, pulir sus aristas, no molestar. Es un tema enormemente delicado en el que hay que mostrar apoyo y cariño a las afectadas, y a los afectados si los hubiere.
ResponderEliminarMe pongo a hacer trabajar a mi ordenador a ver si localizo ese "Nacional 7" que dices.
Sorry, "Nacional 7" es francesa. Se ve que pensando que no era nórdica, puse hispánica.
ResponderEliminarDa alguna pista más, porque no la encuentro. Ni nórdica, ni francesa ni española. Rien of nothing at all y de res.
ResponderEliminarhttp://www.archive.org/details/1mcseducacion.blogspot.com1Nacional7
ResponderEliminarLa he vuelto a ver. Y es curioso darme cuenta que, tras once años, la recordaba como un documental. Me sigue pareciendo tierna y divertida,lo que es difícil, al tratar un tema tan especial.
ResponderEliminarEs otra perspectiva.
Yo también la he visto. Me parece interesante, pero me creo igualmente que es una mala película con un tema importante, un doblaje para salir corriendo y unos actores muy mejorables. Esto, en un cine-club arrasa. Pero como película no está bien. No obstante, entiendo el tema y no sé qué pensar al respecto. Tienes razón: es otra perspectiva.
ResponderEliminarcreo que es gadamer quien dijo que no son tanto los juicios cuanto los prejuicios los que constituyen nuestro ser
ResponderEliminarquizás, aun así es necesario hacerse consciente de ellos y darles batalla crítica y autocrítica
Pues aunque lo diga Gadamer yo creo más bien que, aunque sean, no deben ser. O no sólo. Un prejuicio es un fragmento de cosmovisión, a veces una completa y encastillada cosmovisión. De modo que sí: darles batalla crítica. Se instalan como los virus, son enfermedades del logos. Me estoy poniendo pureta, ya sé. Pero hay temas en los que trivilizar no es precisamente un divertimento.
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