“El amor (…) desde que está entreverado con la institución ha quedado completamente apátrida y desprotegido”
Hannah Arendt: Diario filosófico 1950-1973; citado por Manuel Cruz: Amo, luego existo. Los filósofos y el amor, p. 179
Me estoy quedando sin amigos emparejados. Sobre todo sin amigas emparejadas. Será la edad. Porque con veintitantos se pastelea o se ennovia el personal. Con los treinta acudes a bodas y bodorrios. A los cuarenta asistes a sus cuitas y desafectos y, muy frecuentemente, a sus separaciones y divorcios. Algunos de ellos, reincidentes, vuelven al casorio, casi siempre con más discreción y por lo civil (lo militar no va mucho en estas segundas partes, con la madre enpeinetada y el padre de pingüino…, como que no).
Me cuentan que la cosa afectiva no va. Y en ellos hay una constante: hablan con respeto y hasta con elegancia, sin detalles escabrosos o íntimos, que no deben salir del ámbito de la pareja. Y me llama la atención en todos los casos algo común: una sensación de decepción, de error renovado y de cansancio, de desconcierto. Pero nunca veo deseos de venganza o irritación; acaso, y no siempre, cierto arrepentimiento y sentimiento de culpa. Tal vez por eso son mis amigas (también algún varón), por su saber estar, porque la vida no ha pasado por ellas en vano; han aprendido, hemos aprendido todos. Son generosas hasta en esto, y cierran la puerta con suavidad, se van sin exigir y sin gritar. No se permiten el rencor.
Yo nunca sé si estoy a la altura. No sé qué decir en estos casos. A veces pienso que me limito a poner las orejas y dejar que hablen. Perdonadme si no se me ocurre ninguna frase que os produzca consuelo o sentido. Es que no la tengo. En parte porque a vuestras parejas (o ex parejas) las conozco también, y no debo ser parte, aunque casi nunca se da el caso de que uno sea igual de amigo de ambos, qué difícil. Pero igualmente porque lo que yo diga no va a cambiar nada ni va a aliviar ningún dolor. Tengo la impresión de que, en estos casos, lo que alguien necesita no es que le escuchen, sino escucharse. Que no le molesten mucho mientras va desgranando palabras, decisiones necesarias y dudas.
Pero hay vida, queridas, queridos. Lo sabemos. Volver a hablar en singular no debería ser un drama.
Claro que hay vida, y muchas veces, mejor. Sólo que si no somos nosotros los que elegimos acabar con la relación, nos cuesta más verlo.Además, el singular combina con el plural y consigo mismo: es tiempo de amigos, y de cuidarnos.
ResponderEliminarPd: me encanta la imagen que has puesto.
Mejor, peor... depende. Qué difícil es pontificar. Somos singulares siempre, a menudo lo olvidamos, por eso cuesta tanto lo de hablar en singular. Tiempo de amigos, sí.
ResponderEliminarLa imagen, ya sabes, de la infinita sabiduría de Google Imágenes.
Estoy convencida de que estás a la altura, Atticus. Solo hay que ver lo que escribes a continuación, creo que es una actitud muy acertada. Sin querer, dejas que la otra persona salga de sí misma al escucharse, y permites que tome distancia para que pueda ver de una manera más clara todo.
ResponderEliminarPor cierto, ¿ se fue la gripe del post anterior? ¡con esa sí tienes que romper!Jajaja.
Muchas gracias, pero no siempre. Creo que voy a poner una consulta de esas en las que te pagan por no hablar... ¡es una broma!, que luego el gremio de los psicoanalistas se me ofende.
ResponderEliminarLa gripe no se va ni con una orden deshaucio. Ya me gustaría romper con ella, pero es que parece que nos necesitamos; nos hacemos daño, no estamos bien juntos, pero no hay manera de dejarlo. Bueno, ella me quiere más que yo a ella. Creo que sí, que me da calor por las noches, pero eso no es bastante; incluso a veces ardo por ella, me hace estremecer. Pero creo que no la quiero ya: tenemos que hablar.
la gente se busca las habichuelas afectivas de modo diverso
ResponderEliminareso está bien, muy bien, es un derecho y más, una obligación: construir la propia vida
a veces se hace meaculpándose, añorando, huyendo, reeditando, desesperándose o bien echando mano de una ayudita del azar, que como es aleatorio pues alea (es muy malo, lo sé, me arrepiento: rezaré los principios fundamentales del club de la comedia en el altarcito que le tengo puesto a tip, gila y don groucho)
mucho woolittle veo yo en esos divorcios, pero lo celebro :::
Meaculparse es un preciso verbo reflexivo. Se conjuga con fuertes golpes en el costillar a la vez que se agacha la cabeza. Pero es de uso restringido o produce adicción al confesionario y/o al psicoanalista.
EliminarLo del chistecillo... sí, vete al altar éste. Alea jacta est.
¿Qué es "woolittle"?
::: "woolite ®"..., quería decir
ResponderEliminarPues algunos daríamos mucho por hablar en plural. A mí me pasa lo contrario: mis amistades se ennovian y otras se casan. Otros nos hartamos de utilizar el singular.
ResponderEliminarA algunos de los amigos de los que hablas los conozco; y tanto si lo dejan como si vuelven les deseo lo mejor. Un beso
No te empeñes, que nada mejor que el individuo singular: lo que somos genuinamente. Lo otro es una ficción maravillosa, pero de gran riesgo vital. Así que escoge bien, sobre todo que sea buena persona, que en horizontal somos todos muy parecidos. Que te quiera, que sea bueno, por si acaso.
EliminarEstamos condenados al singular. De modo que nada que objetar. O sí.
Desde luego prefiero un divorcio 'woolite' a aquel en el que uno 'despelleja' al otro y para desgracia de los hombres suelen ser las mujeres a ellos.
ResponderEliminarAtticus aunque pienses que no aportas seguro que tu silencio y tus breves comentarios ayudan.
Estoy como tú, las separaciones me envuelven, en mi caso hombres,... inconvenientes del 'saber escuchar'.
Estoy harta de este tema y de la política, necesito irme a una isla desierta y que me mimen ¡jaja!
Si algo he aprendido es que ciertos modos de comportarse no valen la pena. Digo bien esta expresión: porque son penosos y hacen más daño al que los hace que al que (la mayor parte de las veces no) los recibe. Hablo de la venganza y del resentimiento. Así que estoy contigo, mejor la civilización, aunque sea a costa de no dejar salir a la bestia que anida a veces. Porque anida.
Eliminar¿Isla desierta? ¿Me das la dirección? ¿Hay sitio? ¿Martini a pie de playa, horas infinitas, noches tibias...? Mejor no sigo.
Leyendo los comentarios, me quedo con tres cosas: cómo pasamos del singular al plural con la edad (nos arrejuntamos y luego nos separamos), lo difícil que es conseguir un divorcio woolite, al menos al principio, y cómo van cambiando nuestras exigencias:" que sea bueno, por si acaso"
ResponderEliminarQue sea bueno me parece fundamental. Eso de juntarse con el canalla de mala vida por la tentación de la vida al límite... para la literatura. Lo de que "conmigo cambiará...", jua, jua.
ResponderEliminarPasamos del singular al plural, luego otra vez al singular, y al plural, y sí, o no, o ahora no, o tal vez. Definitivamente singular, con ratitos gloriosos de plural.
La separaciones requieren más que woolite. En todo caso hay que lavar el corazón y darle un centrifugado en condiciones. El suavizante, como la carne, al gusto.