“Metidos en la sombra estamos de luto”
Ramón Gómez de la Serna: Nuevas Greguerías
Decía Popper que, en el curso de una discusión,
puede ocurrir que uno esté equivocado, que lo esté el otro y también que lo
estemos los dos. Pero tal punto de partida jamás lo admitirá un intolerante. De
modo que, al estilo de Gracián, mejor perder una discusión que perder el
tiempo. Ni un segundo.
Los intolerantes son una especie que tiene dos
características por las que son reconocibles. En primer lugar, carecen de
sentido del humor: todo lo más son capaces de sorna, burla y repetición de
hirientes chascarrillos contra aquellos que no están en su onda (negros, mujeres, inmigrantes, maricones…); creen que
mostrarse irónicos o cáusticos es señal de alegría y sociabilidad al tiempo que
no se apean de su verdad. Miran desde su altura autoproclamada desde la cual
esparcen risueño desdén en lugar de hogueras y balas; qué modernos.
La segunda es la incapacidad (ésta no parece
congénita) de distinguir entre opiniones y hechos indiscutibles. Lo que ellos
piensan (creen ellos) pertenece a esta última categoría, mientras que ven en
toda opinión ajena algo manipulado, adoctrinado, sectario o fruto de una
conjura universal. Veamos casos y ejemplos.
En la investigación sobre el 11-M ven una confabulación
de la policía y el gobierno de Zapatero para aupar sus partidarios al poder. Da
igual que los jueces dictaminasen otra cosa: están manipulados, vendidos, etc.
Si les dan la razón, creen en la justicia; si no, el sistema judicial está
podrido. Les parece que su opinión es evidente.
De manera que hay prevenirse contra los que
predican la tolerancia universal, porque como es bien conocido, la tolerancia
con los intolerantes produce intolerancia. Lo que quieren decir es que se les
tiene que dejar en paz, que ellos reclaman como un derecho. No hay que tener ningún temor en decir que toda
convivencia en libertad precisa de límites, y que esos límites no se pueden
cruzar si no es a costa de poner en riesgo la propia libertad. Por ello,
cuidado con estas personas, con lo que contaminan el cerebro, con sus medios de
comunicación, con su sistema cerrado e incontrastable de creencias. Son maestros en hacer pasar un puñado de
creencias por un conjunto de verdades
universales. Cuidado especialmente con sus sonrisita: tras ella hay un
muro, no un camino.
Dudas, empatía, escucha activa, respeto al otro… Ninguna
de esas expresiones tienen sitio en su particular diccionario.
A otra cosa. Ni un segundo de nuestro tiempo.
¡¡¡Cuanta razón en tus palabras...!!! Otro gran problema de los intolerantes es que no se dan cuenta de que lo son y algunos, encima hasta se enfadan si les tachas como tales. Pero por otro lado, aunque se dieran cuenta, tampoco lo reconocerían nunca. En fin, que como tú dices, a otra cosa, mariposa.
ResponderEliminarBesotes
Te voy a dar el premio a la más madrugadora: las últimas series de comentarios las inauguras tú.
EliminarEso es lo que quería decir: que los intolerantes ven "natural" su sistema de valores, y fruto de ideologías perniciosas todo lo demás. Ese asiento "natural" hace infalsable su sistema de creencias.
Recomiendo un ejercicio divertido: poned en Google "Ley natural" y veréis la cantidad de disparates peligrosos que se encuentran. Eso sí, la ley natural es incontrovertibe y está inscrita en el corazón de los hombres...
Jaja, sí, últimamente ando un poco insomne, pero creo que será algo pasajero. Pero me encanta cotillear en mis blogs preferidos, y el tuyo está entre ellos (¡te cazo las reseñas al vuelo!).
EliminarRespecto al ejercicio, lo haré. Siempre me ha hecho mucha gracia (por no echarme a llorar, claro) eso de "lo natural es" y "eso es antinatural". Porque ¿quién lo estableció y en base a qué?.
Besos
Creo que lo de "ley natural" nace con buena intención. Tomás de Aquino la identificaba con el Decálogo de Moisés y la hacía extensiva a toda la especie humana. Con ello los humanos pasaban a tener una consideración y dignidad especial (aunque su base fuera religiosa). No pocos consideran que es uno de los primeros antecedentes de los Derechos Humanos. Apela a dicha ley Fray Bartolomé de las Casas, en la defensa que hace de los nativos americanos frente a la explotación a que eran sometidos. Sin embargo, ya desde entonces no faltaron quienes apelaban precisamente a la ley natural para justificar todo tipo de desmanes.
Eliminar"Natural" puede significar "perteneciente a la Naturaleza", "específico de la naturaleza humana", "espontáneo", etc. Lo que quería decir con mi post es que muchos utilizan esta expresión (que queda bien y hasta académica) para dar "fundamento" a lo que de otra manera sólo podría aplicarse por la fuerza o por el argumento testicular: dos versiones de lo mismo.
Para lo del insomnio, te recomiendo la "Fenomenología del espíritu" o "El Ser y el Tiempo". En alemán.
EliminarCierto: contra la intolerancia, tolerancia cero.
ResponderEliminarBuscando una expresión de Gustafsson, me he encontrado con un texto de Savater que lo explica muy bien y que transcribo a continuación:
EliminarLa tolerancia es la disposición cívica a convivir armoniosamente con personas de creencias diferentes y aun opuestas a las nuestras, así como con hábitos sociales o costumbres que no compartimos. La tolerancia no es mera indiferencia sino que implica en muchas ocasiones soportar lo que nos disgusta: por supuesto, ser tolerante no impide formular críticas razonadas ni obliga a silenciar nuestra forma de pensar para no "herir" a quienes piensa de otro modo. La tolerancia es de doble dirección, es decir, que el precio de no prohibir o impedir la conducta del prójimo tiene como contrapartida que este se resigne a objeciones o bromas de quienes tienen preferencias distintas. Por supuesto, la cortesía recomienda en muchos casos moderación, pero es una opción voluntaria, no una obligación legal. Ser tolerante no exige ser universalmente aquiescente... Además lo que siempre debe ser respetado son las personas, no sus opiniones o sus comportamientos.
Por supuesto, la tolerancia exige un marco compartido de instituciones que deben ser acatadas por todos: quien las niega o las hostiliza está negando su propio derecho a ser tolerado. Uno de los pilares de la tolerancia es delimitar lo que la compromete -es decir, denunciar tanto la intolerancia como lo intolerable- y combatirlo democráticamente. El escritor sueco Lars Gustafsson lo ha resumido bien "La tolerancia de la intolerancia produce intolerancia. La intolerancia de la intolerancia produce tolerancia". Por otra parte, disfrutar de las ventajas de la tolerancia pública impone también a cada cual renunciar a ejercer formas de intolerancia privada. El exceso de susceptibilidad de ciertos grupos organizados como auténticos lobbies es una nueva forma de intolerancia en nombre de una "tolerancia" que no admite críticas adversas. Así, por ejemplo, convertir en "fobias" (islamofobia, cristianofobia, homofobia, catalanofobia y por ahí seguido), o sea, en una especie de enfermedad, cualquier comentario desaprobador que se les dirige. Decretar que el discrepante es una especie de enfermo social es una de las más antiguas practicas totalitarias...
Ser tolerante no es ser débil, sino ser lo suficientemente fuerte y estar lo suficientemente seguro de las propias elecciones como para convivir sin escandalo no sobresalto con lo diverso, siempre que se atenga a las leyes. Lo que realmente se opone a la tolerancia es el fanatismo, propio muchas veces no de los más convencidos sino de quienes pretenden acallar sus propias dudas cerrando la boca y maniantando a los demás. Como bien dijo Nietzsche: "El fanatismo es la única fuerza de voluntad de la que son capaces los débiles". Las sociedades más intolerantes son aquellas que por lo general se desmoronan con mayor facilidad en cuanto se autoriza en su seno expresar la disidencia que rompe con la uniformidad establecida.
Fernando Savater: "Diccionario del ciudadano sin miedo a saber"
El intolerante es sieso de suyo y el humor un potentísimo disolvente, ssshhiufffglassss..., y el intolerante necesita tierra firme bajo sus pies.
ResponderEliminarAyer acudí a una concentración de la que se decía era contra la violencia machista. Lamentable por muchas cosas y bichas. La mona que inicio el discurso dijo “bienvenidas”. A conciencia.
La intolerancia que más me jode es la de los autoproclamados progresistas, porque la de los otros, la de los acémilas de la derechona y afluentes no espero otra cosa. Lo suyo es la coz y el regüeldo.
Su mejor virtud es que no engañan a nadie (y quien se deje es un gilipollas), qué bendición, pero las pedorras moraítas de la insolvente siniestra van de guays. Y apestan.
Parecerá intolerante mi tono, pues sí, lo es, a veces ser intolerante me pone. A veces la intolerancia te salva de muchas estupideces.
No tomarás el nombre de la intolerancia en vano…, amén (ay, señor, llévame pronto).
¿Popper? ¿El calvo del limpia-azulejos?
El dueño de este blog no se hace responsable de las opiniones de sus contertulios.
EliminarDigo esto antes de que la internacional lila arremeta contra ti, contra mí, y contra el soporte.
¿Qué esperabas?
No, el de la limpieza es Popeye. Está así de cachas por las espinacas.