Dice el DRAE, que “tópico”
procede del griego τοπικός, y que tiene, entre otros, los
siguientes significados: “Perteneciente o
relativo a determinado lugar”, “perteneciente o relativo
a la expresión trivial o muy empleada” y “lugar común que la
retórica antigua convirtió en fórmulas o clichés fijos y admitidos en esquemas
formales o conceptuales de que se sirvieron los escritores con frecuencia”.
Entiendo
que a mucha gente le molesten los tópicos. Me cuento entre ellos. Ahorran el
molesto trabajo de pensar, tranquilizan con su gregarismo bobalicón (a favor o
a la contra) y son peligrosos en su desarrollo por su carácter de aduana
diferenciadora (dentro/fuera). Pero ahí están, entre nosotros, y no
precisamente en declive.
Hace
pocos días vi la película Ocho apellidos
vascos, la más taquillera del cine español, lo que es un importante dato
cuantitativo y cualitativamente irrelevante. La sala estaba llena y la gente parecía
pasárselo bien. Me quedé hasta que el último cartelito desfiló por la pantalla,
no por esnobismo, sino por confirmar que, entre las localizaciones, estaban las
bellísimas Zaratutz y Leitza (o Zarauz y Leiza), cuyas calles pateé hace bien
poco.
Me
habían hablado bien de ella. Personas a las que concedo criterio me pedían que
fuera a verla sin prejuicios. A pasarlo bien. Y eso hice, o lo intenté: uno
nunca se libera del todo de sus prejuicios.
Lo
que yo vi durante casi 100 minutos fue un ejercicio a veces arriesgado y otras
previsible de buen cine, aunque no una obra maestra. Un comienzo magnífico y un final que no lo es tanto. Y,
entretanto, un cúmulo de escenas hilarantes en las que nos asombramos de que se
pueda bromear sobre algo tan sagrado
como la pertenencia, la patria, la tierra o el idioma propio. Seguramente es que la enfermedad identitaria está tan
extendida que nos empieza a parecer que es salud; no anomalía, sino costumbre.
Es para todos, muy blanca
casi siempre. Valiente a ráfagas. También es tópica. Creo que en esa sabia mezcla está la mayor de
sus virtudes. De la broma a la burla hay una delgada línea que es fácil
traspasar y que no todos entienden. Pero desde mi escasa vasquidad y desde mi
también escaso andalucismo, no tuve la impresión de que el director lo hiciese.
Es más, creo que a casi nadie se lo parecerá. La película juega con los
tópicos, claro que sí, de lo contrario no habría argumento o sería una apología
aburridísima sobre lo bueno que es ser distinto-a,
una especie de loa ombliguera, un onanismo cultural del pescaíto frito, del
marmitako, del cocido o de la paella (que cada cual elija).
Pues
no: los andaluces tienen sentido del humor, eso ya lo sabíamos. Y también los
vascos, de esto no estábamos tan seguros (especialmente los que hablan sin
saber una palabra, algo cada vez más común). Hasta que aparecieron los de Vaya semanita, serie con la que la
película tiene una deuda, y no sólo de guionistas (Borja Cobeaga y Diego San
José). Ocho apellidos desarrolla una
vía que antes ya se había abierto, esta vez sí de modo arriesgadísimo, desde la Televisión Autonómica Vasca (ETB), en la que aparecía el travestido
Ander Lopetegi (Andrés López), los Batasunis
o “los del Sur”, es decir, de Álava. Ellos descubrieron que a los vascos les
encanta reírse de sí mismos; esto es, les encanta pasarlo bien sonriendo o a
carcajadas, como al resto de los humanos. Si nos reímos especialmente de lo
nuestro es porque comprendemos mejor las sutilezas, las ironías y las alusiones.
Sin embargo, siendo tan local, Ocho
apellidos vascos es también universal. Funciona con sus tópicos porque se
ríe de ellos. Y siendo el tópico algo local (por definición), el hecho del
tópico es universal.
Uno
de los mayores logros de la película es su reparto. Clara Lago cumple en su
papel de vasca-borroka, borde como
ella sola. Dani Rovira está divertidísimo, con su acento euskoandalú que, como el Guadiana, va y viene. Y la entrañable
madre postiza, Carmen Machi, viuda de invasor,
en su estupenda línea de siempre. El mejor, de largo, Karra Elejalde, que se
entrega a un papel tan exagerado como delicado, histriónico, con dosis de humor
y ternura que sorprenden. Si no fuera ya vasco (unos cuantos apellidos,
supongo) merecería el título, la nacionalidad y el carnet de socio combinado
Real Sociedad/Athletic de Bilbao. Y el cura… mejor verlo: un papel tan breve
como inolvidable.
No
quiero reventar la película, porque tiene media docena de gags estupendos. Que sea previsible en gran medida no le resta
capacidad de divertir al personal que llena la sala. En mi opinión, la mejor
de las escenas es aquella en la que, tras la nochecita de txacolí, Koldo se
despierta y…
Yo también la he visto. Con unas amigas. Como dices es distraída y se deja ver, aunque es la típica película en la que la gente se empieza a carcajear en la primera frase y ya no te dejan oír el resto con claridad.
ResponderEliminar¡Por cierto! ¿No es un copia literal de "Bienvenidos al Sur" (Italia) y de "Bienvenidos al Norte" (Francia)?
A mí me parece que una película que consigue eso de tenerte hora y media riendo es algo que hay que agradecer. No es fácil.
ResponderEliminarDesde luego, está emparentada con las películas que dices, y con otra menos conocida, "Nada que declarar" (D. Boon, 2011). En realidad todas pertenecen a un subgénero de la comedia: la de contraposición o confrontación. Suelen funcionar, aunque no están exentas de riesgos. Me parece que las obras que dices ahondan más en el tópico que "8AV". Sin embargo, parecen haber sido acogidas más que favorablemente, tanto en Francia como en Italia. ¿Va a resultar al final que preferimos la comedia al cine "esencialista"?
"Nada que declarar" ¡no me acordaba! Esa me gustó más porque la diferencia la establecía una línea en el suelo.
EliminarDel mismo director que "Bienvenidos al Norte", que, por cierto, hace un cameo en "Bienvenidos al Sur" (hace de cartero). No tengo noticias de que los belgas hayan roto relaciones con Francia por la película.
EliminarEn el mismo sentido, observaciones más o menos chistosas con los tópicos al uso tenemos en los tebeos de Asterix y en los de Tintín; en los primeros tomos del reportero y su perro francamente xenófobos.
Yo creo que sí, que se prefiere la comedia o, al menos, yo la prefiero. Es alimento para el intelecto. A su vez, creo que es lo más difícil de hacer en cualquier campo: literatura, cine, cómic... y también por ello la aplaudo.
ResponderEliminarNo he visto la peli "8AV" así que... ¡No me va a quedar otra que ir YAAAAA! Jajaja.
Saludos para ti y tus comentaristas.
A mí me gustan todos los géneros (con la excepción de las películas del Oeste, ya lo expliqué), siempre que sean buenas. Las comedias demasiado simples me hacen sonreír poco, y en ésta lo pasé bien (aunque, insisto, dista mucho de ser perfecta). No obstante, es cierto que parece a veces un género menor, y que en cuanto estamos con un drama parece que la comedia vale menos.
Eliminar(Lo que más me gusta del psicodanés Lars von Trier es "El jefe de todo esto", casi lo único que me gusta).
Cuantos me hablan de ella, la recomiendan sin reservas porque es muy divertida.
ResponderEliminarNo la he visto, pero me atrevo a decir que lo mejor es extracinematográfico; esta película no hubiera sido posible en un escenario de asesinatos y colaboracionismo de buena o alguna parte de los vascos y no vascos.
El mix de una y otra cosa parece feliz.
En esto creo que tienes razón... pero sólo en parte. Los de "Vaya semanita" comenzaron con los etarras y proetarras en su salsa. En cualquier caso, esa normalidad es saludable. Hace un par de años estuve en San Sebastián en fiestas, casco viejo y todo eso. Me asombro que la calle estuviera llena de gente, riendo, bebiendo, comiendo, con hijos. O sea, como en todas partes. Y me asombré de mi asombro: era lo normal. Lo que quiere decir, supongo, que lo normal no siempre es sencillo. O que lo normal es lo otro; no, prefiero no pensarlo.
ResponderEliminarUtilizo el cine, y sobre todo la comedia, a modo de terapia. Fui a verla un lunes en que necesitaba reír, y mucho. La peli lo consiguió (sí, reconozco que fui una de esas que empezó a reírse al principio y no paró). Llegué a casa sintiéndome divina de la muerte, y feliz.
ResponderEliminarClaro que es tópica/típica pero, como dices, ¿qué más da si lo que pretende es hacernos reír?
Yo también me quedé hasta el final, para saber cómo se llamaba el andalúz que hacía de protagonista. Y para comprobar que Karra había envejecido y engordado muchísimo (no lo reconocí hasta que leí su nombre en los créditos). O tempora, o mores
Buena terapia, desde luego. Mejor que Lars von Trier. Sea o no una buena película, volviste feliz: eso importa más.
EliminarLo de Karra es espectacular. Yo fui de los pocos que disfruté con "Air bag", y con sus enloquecidos protagonistas, entre ellos un jovencísimo Karra Elejalde.