Hay cosas bastante elementales que no deberían tenerse que
explicar.
Una de ellas es que un muerto vale lo mismo que otro muerto.
Un niño sirio es igual de inocente que un viajero en los trenes del 11-M. El
que limpiaba el piso 27 en una de las torres gemelas no vale más (ni menos) que
los kurdos gaseados por Saddam Hussein. El periodista de Charlie Hebdo no merece distinta consideración moral que la madre
nigeriana que compraba en el mercado. Las niñas secuestradas por Boko Haram no
son mejores (ni peores) que el policía que murió el día anterior a la
inauguración del Guggenheim…
No es preciso seguir. “Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre”. Algo tan simple fue dicho por
Stefan Zweig. Pero a muchos no les parece ni simple ni evidente. Y creen que los nuestros tienen derecho a matar a los otros (en nombre de Dios o de lo que
sea). Quienes sean los nuestros o los otros es para mí un misterio
insondable. Y una perversión del pensamiento.
Estos días -supongo que como casi todo el mundo- he pensado
mucho en estas cosas del terrorismo, las guerras, el enfrentamiento entre culturas…
Alguna cosa he dicho en mis clases. Y también fuera de ellas. Me he encontrado
con gente muy visceral. Algunos me dicen que parece que sólo importan los
europeos, que nadie está atento al drama de Siria, de África, de los kurdos.
Tienen razón, en parte al menos.
Creo que nos llegan más los atentados de París porque están
más cerca. Cuando digo más cerca quiero decir que hay proximidad geográfica y
cultural. Es una cuestión psicológica, no moral. Por eso mismo, nos resultan
aún más próximos los atentados de Madrid. Insisto en que un muerto cercano no
vale más que un muerto lejano, simplemente nos toca más por ese cúmulo de
proximidades.
Algunos también intentan, confusamente, comprender las
razones. He hablado con una compañera del tema. Comprender no es lo mismo que
justificar. Creo que debemos intentar comprender para poder evitar. Comprender
es saber qué razones (más bien motivos) les llevan a matar. Supongo que es una
mezcla de rabia, ignorancia, miseria, radicalismo religioso… Pero yo no lo sé,
no me atrevo, porque hay muchos elementos fuera de mi capacidad de comprensión;
el fundamental: muchos de los asesinos son inmigrantes de segunda e incluso
tercera generación, nacidos y educados en el país contra el que atentan; muchos
son personas integradas, con un buen
trabajo. Pero algo les lleva a matar. Intentar entender esto nos daría muchas
claves y tal vez soluciones.
Otra cosa es la justificación. Esto significaría admitir la
legitimidad, y hasta la bondad, de sus actos. Se puede comprender y no
justificar. Es más, el que justifica a menudo ni siquiera comprende porque hay
un elemento de identificación emocional con los
suyos (de nuevo los suyos, esta
borrosa y peligrosa categoría tribal). No es necesario, creo, que uno entienda
la procedencia, los objetivos y la frustración de un etarra para que cambie su
reprobación. Puede comprender todo esto, pese a lo cual lo que hace el
terrorista le parece repugnante, se lo sigue pareciendo.
Cuando se intenta comprender se responde a la pregunta: ¿por qué? Cuando se intenta justificar
la pregunta es otra: ¿por qué es bueno (o
malo)?
La muerte de niños sirios en bombardeos no justifica el
asesinato de jóvenes disfrutando del ocio en el fútbol o en la sala Bataclan.
El holocausto no justifica las matanzas en campos palestinos de refugiados. Y
así hasta una infinita lista.
Muy elemental, como decía al principio. Algo que no debería
tenerse que explicar. Un post innecesario.
Me han encantado tus palabras, Atticus. Creo que no podría haberlo expresado mejor. Tuve muy cerca los atentados del 11M porque por aquel entonces yo cogía un tren todos los días para ir a la universidad. Afortunadamente, yo lo cogía más tarde. Debo admitir, que me ha vuelto a entrar el miedo.
ResponderEliminarComo decías antes, una vida humana no vale ni más ni menos que otra, pero a veces, simplemente, nos pilla más cerca en distancia, no en corazón ni en conciencia.
Ayer entrevistaron a un árabe en Bélgica y también él lo tenía muy claro. Es totalmente intolerable, inexplicable e imperdonable lo que ocurrió en París. Pero, sí, tienes razón, eso mismo está ocurriendo cada día en diferentes países del mundo.
Genial entrada.
Me alegro de que te gusten. A mí e alegría más no haberlas escrito, ni siquiera pensado. Como ya he dicho, creo que el triunfo del terrorismo no es la consecución de sus objetivos políticos, sino que el miedo se haya instalado en nuestro cuerpo. Tres de cada cuatro franceses aceptan una merma en su liberté a cambio de más securité. La Revolución Francesa este morte.
EliminarEn mí habitan voces distintas y resulto de la lucha que establecen entre sí.
ResponderEliminarTu argumentación es nítida e irreprochable -se jodan los que no aprecian tu prosa y prefieren atocinarse con las estupideces cotidianas que vomita la tele y el vulgo- pero para mí no ha pasado aún tiempo suficiente para ser ecuánime y justo en esto, por lo que es mejor que me abstenga de decir nada. Recuerdo la frase de Nietzsche en la que decía ser dinamita.
Sólo decir que el libro de Zweig es conmovedor. Y que ande nos hacemos unas birras. Pues.
Muchas gracias. Intento razonar con rigor. Tal vez recuerdes a Peter Winch; nos hablaron de eso en a fac. Ecuánimes podemos ser en el ámbito teórico (debemos). Otra cosa es lo que nos toca el corazón, que ahí entra la subjetividad, las heridas, las filias y las fobias.
EliminarYa sabemos lo de Zweig. Eso: que hay gente que prefiere atocinarse y adocearse en lugar de leerlo; ellos verán (nunca mejor dicho).
Las birras esta tarde.
Buenas... Como siempre me encantan tus palabras, lo que transmites y cómo lo transmites. Yo aún ando conmocionada y eso que no me toca de cerca. He pensado también mucho en todo esto y por más que pienso y pienso ni comprendo ni justifico. Aunque me pese tiendo decirme a mí misma que eso pasa por existir las religiones, que sin religiones no existiría el fanatismo y que sin fanatismo no existiría el terrorismo. Pero sé que puede que eso no sea justo, que lo que de verdad falta es el respeto hacia las creencias de los demás, el intento de empatizar con los distintos ideales de los otros. Con respeto y empatía no habría terrorismo. El radicalismo es pura comedura de coco.
ResponderEliminarNo sé, es todo tan tan complicado...
Besos
Otra a la que tengo que dar las gracias. Me voy a sonrojar. Casi que llamáis a la redacción de "El País" y me pedís una columna de opinión, ahora que han señalado a Miguel Ángel Aguilar la puerta de salida.
EliminarLo de las religiones es un peligro. A ver si me explico. Un peligro no es un daño, pero tiene la posibilidad de serlo. Las religiones tienen un contenido moral, un mensaje de amor, que es indudable en el catolicismo y creo (no tengo suficientes conocimientos) que también en el Islam. Pero también tienen una dimensión de absoluto con pretensiones escatológicas, esto es, se arrogan el derecho de Dios con promesa de inmortalidad. Y esta mentes dementes utilizan a la religión como excusa. Si la policía no los detiene es gracias a Alá; si matan es porque Alá quiere; si se sucidan, Alá se lo premiará en el paraís. Y así hasta el infinito. Las causas, creo, son otras, pero la religión ofrece una excelentes explicaciones ad hoc.
Si una religión no se apea de lo absoluto, lo tenemos crudo. La empatía requiere un reconocimiento del otro. Y que un absoluto reconozca los derechos de otro absoluto es una contradicción en los términos. Por eso, un cierto y sanísimo relativismo que no signifique la equivalencia entre lo mostrenco y los Derechos Humanos es necesario. En ese caso, la empatía funciona por sí misma, sin esfuerzo.
Pero la dificultad es extrema porque la las causas son difíciles y las soluciones más aún. Desconfiemos también de los que tienen la solución. Me temo que son bomberos pirómanos.
Gracias por tu comentario. Este post está saliendo muy sesudo y los comentaristas os estáis poniendo tan sesudos como el autor. Como debe ser: para la banalidad vale cualquiera.
El post no es sesudo sino reflexivo. Yo también le he dado vueltas a esto de lo que hablas (solo que tu te explicas mejor). Parece que ahora lo "guay" es echar en cara que solo nos afecta cuando nos toca de cerca. Faltaría màs! Es como la muerte o las enfermedades: sabes que existen y que en ocasiones son inevitables, pero cuando toca a tu familia o amistades es cuando te da una sacudida, y reaccionas.
ResponderEliminarEso no significa que antes no estuvieras sensibilizado.
Otro tema es el de los medios de comunicación que, después de una semana siguen allí 20 mil corresponsales. Pa'que?
Bueno, bueno, que confundes explicar bien con ser un pelma. Gracias.
EliminarCreo que ésa es la clave. Y también la presencia de unos en los medios de comunicación y no de otros. Lo de Mali, es un ejemplo, ha sido aparecer y desaparecer. París parece que tiene más cancha, más glamour... Ellos también tienen que reflexionar sobre el tema.
Hola Atticus,
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con tus reflexiones. Desde mi punto de vista sesgado de parisina adoptiva, y por hacer una poco de abogada de diablo, me resulta un poco chocante que en estos momentos en que la violencia ha asestado semejante mazazo a gente que son como nosotros, las redes sociales se llenen de mensajes que acusen a las gentes de injustas por solidarizarse con Francia. Supongo que ellos, como los medios de comunicación, han aprovechado el momento mediático para hacerse oír. Pero eso también es tergiversación, como la que ellos mismos acusan.
Creo que, como bien dices, es perfectamente comprensible identificarse con los muertos que podríamos ser todos y cada uno de nosotros, con una violencia inconcebible en el siglo XXI en Europa occidental. Por supuesto, cualquier asesinato es despreciable y abominable. Y el mundo es perfectamente injusto, nunca fue de otra manera. Todo esto son premisas verdaderas ante las que todos estamos de acuerdo pero nos llevan a discusiones absurdas. Sentirse triste y sentir lo que pasa en el mundo no arregla nada. Lo que si marca una diferencia es ayudar, empezando por los de cerca hasta que nuestras fuerzas lleguen.
Sobre lo de comprender, yo también reconozco mi limitación para ello. Entender la violencia es básicamente un oximorón por si mismo. Lo he intentando, sin éxito alguno.
Espero haberme explicado bien. Cómo no entenderte. Si uno está, conoce, tiene vinculaciones afectivas con un lugar, entonces la violencia parece que le alcance más. Decía Lady Aliena al principio que ella cogía esos trenes. Yo ya no estaba en la facultad, pero los he cogido muchas veces, y Atocha es mi punto de referencia cuando voy a Madrid (por cierto, el monumento a las víctimas está en estado lamentable).
EliminarEn el fondo es absurdo por eso que dices: discutimos por lo que no es esencial y desenfocamos el tema.
Ayer, hoy, toca en Bruselas. Otra ciudad próxima. Sólo por eso: los belgas no son mejores ni más importantes que los keniatas o cameruneses. Creo que todos tenemos eso bien claro.
Un abrazo, Timonera.