Un clásico:
¿es la novela siempre mejor que la película? A menudo, pero ya he hablado sobre
el tema y abundan los contraejemplos.
Viene esto a
cuento de que acabo de terminar libro y película. Curiosamente, el libro se
titula Tren nocturno a Lisboa, mientras
que la película es Tren de noche a Lisboa.
Por partes.
La novela es un texto denso y no siempre bien traducido de Pascal Mercier, un
autor suizo que se gana la vida como profesor de filosofía del lenguaje. No sé
si tiene relación, pero veo en él amor por las palabras en sí mismas, por su
detalle, por las similitudes entre los idiomas. El texto puede ser muy
placentero si se comparten los presupuestos del autor… y muy difícil si no.
Quiero decir que en absoluto en una novela fácil ni para todos. A mí, que no
suelen asustarme los tochos, me resultaba en algunos momentos un poco morosa e
incluso con algunas digresiones cuyo sentido no acababa de entender. Sin
embargo, en pocas páginas volvía a reconciliarme con la narración. Estupendo
balance final.
Hay muchos
personajes y las relaciones entre ellos son la base argumental del libro.
Arranca con fuerza: Raimund Gregorius, un rutinario profesor de lenguas
clásicas en Berna, salva a una joven portuguesa del suicidio. Pero antes de que
pueda saber mucho acerca de ella, la muchacha huye olvidando un impermeable
rojo y un libro cuyo autor es Amadeu Prado. El profesor decide impulsivamente tomar
un tren hacia la ciudad en la que se editó el libro, Lisboa, pensando que allí podrá
encontrar a la mujer.
Pero la
novela olvida pronto a la muchacha y Amadeu Prado se convierte en el
protagonista en ausencia. Los que construyen la historia son todos aquellos que
lo conocieron, una intrincada red de personajes en la Lisboa de Salazar,
vinculados por la personalidad humanista y atormentada de Amadeu. En este
sentido, hablamos de una narración de perspectivas y de una obsesión por dar
sentido a un pasado del que sólo quedan fragmentos y recuerdos.
En mi
opinión, Pascal Mercier juega a demasiadas cosas a la vez. El cúmulo de
personajes es excesivo y no todos están bien desarrollados. La hermana pequeña,
por ejemplo, juega un papel anecdótico, insignificante. Y la chica suicida, que
tenía potencial, desaparece por completo, inexplicablemente en mi opinión. Sin
embargo, en la película sí regresa. Cuando casi nos habíamos olvidado de ella, se
presenta en el hotel del profesor, dice su nombre y eso basta para que él
comprenda la razón de su intento de suicidio (no explicó más porque casi
reviento el final).
Me gusta
mucho el personaje de Estefania. La escena del encuentro, al final, con
Gregorius, es excelente, aunque en la película le añadan un absurdo: Eça
esperando en el coche. Eça es secundaria (mucho) en el texto, pero innecesariamente
esencial en la película. Es probablemente el mayor de los cambios (tampoco explico
más de lo debido aquí, no me acaba de gustar el desarrollo que se hace del
persona en la película).
Bille
August, el director, hace un film esteticista, demasiado. Voluntariamente
preciosista. A veces un tanto cargante. Es una película para ver y escuchar
despacio, para contemplar las calles de Lisboa, que enamorará aún más a los que
ya estamos enamorados de la ciudad, pero que probablemente irrite a unos
cuantos. A los más jóvenes les mostrará que nuestros vecinos tuvieron un
dictador, como nosotros, y que ellos también tuvieron una resistencia. En ella
entra Amadeu por una combinación de culpa y responsabilidad social: ha tenido
que salvar como médico al “Carnicero de Lisboa”; pero como ciudadano, como ser
moral, es su obligación combatir la dictadura en la medida de sus
posibilidades.
Resumo. Me ha gustado leer esa novela difícil, pero
cuya finalización me alegra (soy de los que deja libros a medias) y también me
he alegrado de volver a ver la película, con un Jeremy Irons magnífico, como
siempre, y con excelentes actores en todos los papeles (Charlotte Rampling,
enigmática; Christopher Lee, sorprendente en su papel de cura…). No es fácil
creer que un profesor suizo que llega a Lisboa con lo puesto y comienza a
visitar a quienes conocieron a Amadeu Prado, es recibido por éstos, que le
cuentan sus fragmentos del pasado, que lo reviven y lo reconstruyen. No es
fácil creer que la historia pueda funcionar. Pero lo hace, al menos para mí. Y,
sin ser una novela ni una película perfectas, el tiempo empleado en ellas no ha
sido en vano. Un sentimiento, sí, pero es que la historia va de eso.