viernes, 29 de diciembre de 2017

EL CROMOSOMA DEL MALDITO KARMA (OCCIDENTALIS)

He leído hace poco un libro titulado Maldito Karma, regalo de una persona a la que quiero. Magnífico obsequio, porque el estrés de final de trimestre exigía una lectura como ésta.

Nadie debe esperar gran literatura, cumbres de la lírica y cosas así. No va de eso. David Safier hace una narración descacharrante que provoca unas pocas horas de diversión pura, a la altura de Wilt, al menos por la cantidad de risas cosechadas.

La cosa va de esto: una presentadora de televisión de éxito muere a causa de un accidente que haría las delicias de Kafka y Valle-Inclán. Y como no ha sido buena (que dirían los cristianos), no va al cielo. Pero no tienen razón los cristianos, sino quienes creen en la reencarnación de las almas. Se le aparece un Buda transmutado en bicho que le indica que no ha acumulado buen karma, por lo que debe reencarnarse en lo más rastrero: una hormiga. De manera que la pobre Kim Lange (la presentadora muerta) va ascendiendo y descendiendo en la escala de las dignidades animales, acompañada de Casanova, desterrado también a la conquista del karma.

Me perdonarán los puretas por leer estas cosas. O que no me perdonen, me da absolutamente igual: no sólo de Borges vive el lector. Me perdonarán también todos los creyentes por leer esta parodia del budismo más ridículo. Confieso, así entre nosotros, que el orientalismo me pone poco. No porque me parezca una idiotez (no más que cualquier otra religión o cosmovisión), sino porque está en las antípodas de la cultura que yo conozco y mis intereses son otros.  Pero que tampoco crea nadie que eso de la resurrección de las almas (o los cuerpos), la vida eterna, el juicio final y todo eso me sulibella. Que no.

Además, estas modas orientalistas me parecen bastante acríticas: rechazar la religión de nuestra tradición para abrazar otra de la que no se sabe nada, no deja de ser otra postura religiosa. Sé muy poco de eso, casi nada, pero me encuentro con apóstoles de cualquier clase de espiritualismo orientalista que saben menos aún. Y eso sí que no: respeto el que se quiera, pero que me dejen en paz con mis dudas, que no las cambio por la falsa seguridad del converso. Aprenderemos todo lo que haya que aprender, contrastaremos, vale, pero no cambiemos el etnocentrismo por el romanticismo cultural.

A raíz de esta lectura me he acordado de la desmadrada e irónica canción de Eurovisión de Italia: “Occidentalis karma”. Cada vez que la escucho me divierte más. Y ahora, mientras escribo estas líneas, estoy tarareando aquella otra que de Javier Krahe: “El cromosoma”. Ahí van, hoy que no es fiesta religiosa de guardar, para que nadie se ofenda. Porque ésa es otra: yo no tengo que ofenderme cuando oigo tonterías, pero muchos creyentes tienen la piel de un fino…





domingo, 17 de diciembre de 2017

PRENAVIDAD

Hay quien me ha dicho que estoy un poco desaparecido, que espacio mucho los posts. Es verdad. Este año va a ser el que menos publicaciones he hecho desde que abrí el blog. Se debe a muchos factores. Algunos gozosos (como soy un hombre con pudor me los callo). Otros son de sequía escribidora: no siempre tiene uno la pluma ágil y no deseo obsequiar con más tonterías de las que ya escribo.

El último es el trabajo, el puñetero trabajo. De modo que espero que nadie se descuelgue por aquí con eso de las vacaciones de los profesores, porque me transmuto en un ser verde y violento con facilidad. Llevo tres semanas sin levantar los glúteos de la silla, a razón de más de sesenta horas semanales (incluyo fines de semana) de trabajo. O sea, que estoy comprando días libres, a ver si nos vamos enterando. Si hiciera mis reglamentarias 37,5 el trabajo no saldría y los exámenes no se corregirían solos. Mejor ni hablo de la sarta de estupideces administrativas inútiles en las que pierdo mi tiempo (aproximadamente el 25%).

En Navidades prometo leer, comer, besar, dormir, beber y brindar con amigos y familia, ver películas, pasear, acostarme cuando quiera el cuerpo… Y no recordar el trabajo ni disculparme una sola vez por tener vacaciones.

Porque he terminado de corregir, sí. Y esta semana que entra emplearé todas las tardes en asistir a evaluaciones, tengo once, más otras cuatro ya hechas. De manera que espero pocas sonrisitas cuñadiles y menos palabras de menosprecio. Aquí les querría yo ver.


Imagen: http://www.oficinavirtualhoy.com/pautas-para-corregir-tus-propios-textos/

miércoles, 6 de diciembre de 2017

ERRORES

Ayer mostré a una amiga un texto de este blog. Era un relato, “91/11”, supongo que los fieles recordarán que Coeliquore lo premió en su primer concurso de relatos.

Había dos errores. Dos errores imperdonables, una letra que indicaba un género gramatical incorrecto y una tilde tan indebida como absurda. He leído este texto docenas de veces, mucha gente lo ha hecho. Algunos son amigos que señalan los errores cometidos sin pretender burla o demostración de superioridad. Nadie me dijo nunca nada.

Cometo errores continuamente. Los estudiantes no acaban de entender que si tengo que estar pendiente del distraído, del que está jugueteando, del que toca el pelito a la chica, del que intenta sacar el móvil, etc., no me es posible llevar bien la clase. Y me equivoco. A última hora estoy muy cansado y me equivoco más aún. Casi siempre son bobadas poco relevantes. A menudo se dan cuenta. Yo he aprendido a reírme de eso y de mí.

No me preocupa equivocarme. Me preocupa más el empeño que tiene mucha gente en mantener a toda cosa sus convicciones y creencias, es decir, sus prejuicios.

No sé si estoy crecientemente intolerante, puede que sí. Naturalmente que nadie está libre de errores; lo que no soporto es la arrogancia del ignorante, la soberbia del muchacho de 14 años que está convencido de que tiene razón en todo, absolutamente en todo, lo que suele estar reforzado por el padre del retoño. No soporto la destrucción consciente y deliberada de un lenguaje político que se ha convertido en cualquier cosa, pero no en significativo. Muchos de los que llevan a cabo esa devastación lo hacen conscientemente, pero hay tantos (miles, millones) que siguen fielmente al adoctrinador, renunciando a su libertad y a su racionalidad, que el error moral, político y también científico nos llevan de cabeza al relativismo más peligroso: si todo vale lo mismo, entonces nada tiene valor.

No, es sencillo saber con exactitud qué es lo verdadero, pero eso no significa que cualquier charlatán pueda imponer sus particularísimas cosmovisiones, algunas muy peligrosas. La tolerancia tiene límites: la verdad y la dignidad de las personas. Por eso hay que combatir el error, del que nadie está libre.


Procedencia de las imágenes: 
http://www.ahorrocapital.com/2016/10/errores-financieros-que-evitar-lo-largo.html
https://www.pildorasdefe.net/aprender/fe/disfraces-soberbia-identificar-desenmascarar