miércoles, 23 de mayo de 2018

TODO POR AMOR


Voy a escribir poco. Desde luego, no una reseña.

Acabo de terminar Todo por amor y otros relatos criminales, un libro del escritor Lorenzo Silva. Se trata de 102 ¿relatos? breves, un par de páginas cada uno, a cual mejor. ¿O no son relatos sino crónica de este país? Qué importa.

He seguido a Lorenzo Silva desde que por azar le escuché en la radio hablar de El alquimista impaciente y de su impagable Bevilacqua, un kantiano picoleto sin redención para la inercia profesional.

Le he seguido en Twitter hasta que lo mandó (los mandó) al carallo (que dirían por Galicia), harto de los que arremetían contra él, especialmente desde que se posicionó frente al procés.  Todo tiene un límite. Lo siento por mí, que seguía sus escritos; alguna vez me respondió. Lo entiendo, claro.

Le conocí en una presentación de un libro ajeno. Estuvimos hablando. Es llano, accesible, escucha; muy lejos del divismo de algunos escribidores.

En Todo por amor hay personas y personajes, algunos muy conocidos; otros algo menos. Todos ellos tienen relación con la ley, la convivencia, el delito… Algunos me han impactado, especialmente los que hablan del tráfico de seres humanos (“71 razones”, estremecedor, al igual que “Perdida en el paraíso”), del crimen que persigue al criminal junto con la obsesión del funcionario por resolver aquel horror (“El regreso de Ahmed”), de la condición humana, de lo peor que hay en ella (“28 (la historia más triste)”), de la picaresca cibernética (“Spanish Gigoló”) o del ladrón que tiene principios morales y denuncia al dueño de la casa en que robó porque la  pederastia no puede admitirla un delincuente con principios (“Chivato a mi pesar”).

No sigo. Leed. Literatura social. Moral. Política. Lo que hay y lo que tenemos.



Procedencia de la imagen: 
http://www.expansion.com/fueradeserie/cultura/album/2017/02/28/58b404bdca4741bd5f8b45e2_3.html

martes, 15 de mayo de 2018

DOS MARCAPÁGINAS

La semana pasada iba corriendo de una clase a otra, como siempre. Me crucé con Isabel, una antigua alumna de 1º de Bachillerato, a la que no he dado clase en 2º. Me preguntó si tenía un minuto. Si es uno, Isabel, llego tarde. Claro, profe. Es que ya queda poco de curso y como este fin de semana he estado en mi tierra, he comprado una tontería para los mejores  profesores que he tenido en el instituto. Abrió un sobre y sacó dos marcapáginas preciosos. Isabel, no sabes cómo te lo agradezco, igual me ves por los pasillos y casi ni saludo, estoy cansado, estoy atravesando una crisis profesional profunda. Me complace más esto que una subida de sueldo. Algunos días me voy a casa pensando que no sirvo para este trabajo y que ya no tengo edad para pensar en otra cosa. Isabel, te agradezco este detalle no sabes cuánto. No profe, no diga eso, es uno de los mejores profes del instituto, todos lo pensamos. Isabel, me voy a ir porque llego tarde y ya sabéis cómo me molestan los retrasos, y también porque se me están humedeciendo los ojos.

Isabel es la estudiante que todos queremos tener. Educadísima, atenta, con ganas de aprender. Familia normal, sin aspavientos, sin padres tocanarices, sin estridencias. Le di clase dos años, creo que le puse un 7 o un 8. Iba a uno de esos grupos que a mí me gustan: respeto y deseo de conocer. Esperaba siempre su hora de clase y verla a ella, a Rebeca, a sus compañeros, que daban sentido a este maravilloso trabajo.

Me he acordado estos días de Amalia, que me regaló un búho que aún conservo al día siguiente de dar las notas. Era mi cuarto curso de profesor. Y mi memoria también me ha devuelto unos correos electrónicos de Michelle, de Paula, de Javier.

Un funcionario no debe aceptar regalos que puedan entenderse como favorecedores de algo. Entiendo que éstos no lo son. Isabel no es alumna mía. Amalia ya tenía su nota final. Paula, Javier, Michelle hacía años que ya no eran estudiantes a mi cargo. Sin embargo, quieren reconocer una relación que no se limita a cumplir el expediente.

Por supuesto que no soy el mejor profesor del mundo. Sin duda, del montón, de ese montón que no sale en los periódicos pero que intenta cumplir con su deber cada día. Nadie me podrá negar mi dedicación. Me dejo la salud y estoy pagando por ello. Lo cierto es que, en este momento, lo único que me compensa es entrar en clase y encontrarme con esos ojos, esas sonrisas y esa disposición al trabajo.

Este curso también tengo excelentes estudiantes. Están Eva, Alejandro, Jimena, María, Pablo, Elena, Silvia… Son muchos. El curso está terminando y sé que ha merecido la pena. Tal vez me cambie de instituto. Lo malo o lo bueno de este trabajo es que se trabaja con personas. Esas que un día piensan que al menos intenté ser un buen profesional, digno del sueldo que me pagan.

Gracias, Isabel. También a los demás. Hay días que tiraría la toalla; otros no: me seco el sudor y sigo. Es la vida.


Procedencia de la imagen:
https://elrinconcitodezivi.blogspot.com.es/2014/11/marcapagin-as-de-madera-decorados-con.html?m=1


sábado, 5 de mayo de 2018

ABSOLUTOS


El problema no es la religión, sino el absoluto. Algunos sucenáneos o epígonos de Dios (tras la muerte de Dios) son las grandes misiones redentoras que algunos/tantos se autoinfligen/autoimponen.

La igualdad de derechos y oportunidades entre sexos me parece una obviedad que sólo discuten -es un decir- los antropoides mentecatos. Pocas causas tan justas como ésta. Que haya feministas (pseudofeministas, pues el feminismo es igualdad) odiosas sólo dice algo de sí mismas, no de la causa que dicen representar y de la que no son dignas.

Naturalmente, hay que cuidar el planeta y procurar que nuestros hijos hereden algo mejor o, al menos, no peor que lo que hemos recibido nosotros. La ecología es una ciencia necesaria. Repito: una ciencia. La pose de algunos ecologistas (no ecólogos) que convierten a la Naturaleza (así, en mayúscula) en un trasunto de Dios no me gusta nada: la Tierra, la Madre Tierra, esas cosas, lo natural como absoluto.

Soy un atlético moderado. Cualquier deporte tiene interés y entiendo lo del equipo de la tierra y las simpatías que genera nuestro equipo. Pero lo de ir con el equipo a muerte (la muerte de los otros, claro, nunca la nuestra) no sólo me parece una bobada, sino un peligro para los que somos tibios.

Porque amar a la tierra en la que vives está bien. Lo malo es cuando empezamos a concretar qué es eso, quiénes son los de la tierra y quiénes los forasteros/charnegos/maketos/extranjeros. Los de aquí y los de fuera, los que tienen más derechos que otros. Qué peligro cuando ésos empiezan a esgrimir derechos históricos (más bien histéricos), agravios que les alcanzan -parece ser, precisamente a ellos- desde la originaria e imaginaria fundación de su idílico territorio. En realidad aman tanto la tierra que la quieren toda para ellos.

Dice a menudo CrisC que hay personas que no están a la altura de la causa que defienden. Lo he parafraseado al comienzo. No debemos afear causas justísimas o simplemente opciones de vida particulares y respetable por la imbecilidad de absoluto de los que han encontrado en ella sentido y apostolado. Estas personan precisan siempre cimientos de hormigón para disimular lo liviano de sus tristes vidas. Tanto, desde luego, como la de cualquier otro.

El Absoluto es una invención humana inquietante y peligrosa. Vivir a la intemperie es desasosegador, hace frío y a menudo tu único absoluto es la absoluta soledad. Hay en el Absoluto refugio, ficción, gregarismo y sentido. No por eso es más verdadero. Las causas hay que defenderlas mejor.




Prodecencia de la imagen:
http://pt.wahooart.com/@@/8XYU6N-Rene-Magritte-O-Castelo-dos-o-Pirin%C3%A9us-