sábado, 17 de octubre de 2020

DELIBES

Hoy se cumplen 100 años del nacimiento de Delibes. Estoy intentando recordar todos los libros de él. En casa de mis padres había dos, que no me atraían nada: Diario de un cazador y Diario de un emigrante, ambos en edición del Círculo de Lectores. Ya de niño me parecían viejunos, no los leí. De hecho, el primero no lo he leído nunca, seguramente por mi aversión a la caza y a las armas de fuego, es lo único en lo que no me he sentido cerca de Miguel Delibes. Pero durante la carrera un día cogí el otro, lo leí casi de un tirón y, naturalmente, me sentí como el emigrante. Creí que lo tenía en casa, que me lo dio mi madre, pero no es así, en algún lugar estará, pero lo mejor es que está en mi memoria, eso basta.

Voy a mi  modesta biblioteca y los de arriba son los únicos que tengo. Seguro que hubo otro, Las guerras de nuestros antepasados, que presté a un familiar francés hijo del exilio, que vino a vernos un verano y que me prometió volver en un año con el libro. De esto hace más de 20 años, espero al menos que lo leyese. Recuerdo bien aquella historia de españoles que matan a españoles y que me lleva a dos volúmenes que sí poseo, Los santos inocentes y El hereje. Ambos son una muestra de solidaridad y empatía con aquellos que quedan fuera de la zona de luz de la sociedad. El primero es un fresco de esa realidad social clasista y profundamente injusta. El segundo, una reivindicación de la tolerancia religiosa, una novela histórica que leí cuando estudiaba en la UNED ese periodo. Hoy me he acordado de ese libro por el asesinato de Samuel Paty. Muchos siguen sin entender qué es la tolerancia, en esto hemos avanzado podo.

También recuerdo bien Cinco horas con Mario, una maravilla, arquitectura literaria, monólogo casi imposible. De los que no se olvidan.

También he leído Las ratas, La hoja roja, Señora de rojo sobre fondo gris y Pegar la hebra. Supongo que me los prestaron o los saqué de la biblioteca. Mis favoritos son esos que tengo arriba, me quedaría con Cinco horas con Mario… O con Los santos inocentes, no sé. ¿El hereje?

Delibes nunca obtuvo el Nobel, un premio que se hubiera honrado con el escritor de Valladolid, universal desde ese lugar recóndito y bello. A sus lectores no nos hace falta. Por favor, dejad de perder el tiempo mientras podamos encontrar estos libros de Delibes.

Mientras estoy viendo esto, tengo puesta en la televisión Los santos inocentes, qué película y qué actorazos. Los que tenemos una edad hemos conocido a alguno como ellos, los pueblos eran así hasta hace poco.

En una marcha militar, cuando yo serví a la patria, estuve hablando del libro y la película con un teniente del que yo tenía muy mala opinión. Y en aquel rato todo cambió y algo fue mejor.


miércoles, 7 de octubre de 2020

POE

Leo que hoy hace 171 desde que murió Edgar Allan Poe. No está claro de qué murió, aunque sí que lo hizo a la tempranísima edad de 40 años, bastantes menos de los que suma este que suscribe. Se habló del alcohol, de otras drogas, de un infarto, incluso de un suicidio. Demasiado pronto, siempre demasiado pronto, menos de la mitad de años de lo que hoy constituye la esperanza de vida.

No conozco bien su obra y esto no es un panegírico. Desde luego, no conozco su -dicen- excelente poesía. Sí los Cuentos, que leí muy joven en la excelente traducción de Julio Cortázar y que publicó Alianza editorial.

Debo a un excelente profesor Joaquín Cruz el descubrimiento de Poe a mis tiernos 13-14 años, cuando aún no sabía nada del mundo y menos aún de literatura. Leímos en clase de Lengua “La caja oblonga” y el ejercicio fue escribir el final que debía ser concluyente a partir de las páginas leídas en clase. Excelente tarea que he repetido a veces para introducir las clases de lógica.

Luego leí los demás. Hace tiempo que no vuelvo. Pero un clásico lo es, entre otras cosas, por la huella que ha dejado. Y sé que volverá a fascinarme.

Voy a la estantería y veo que el tomo 2 de los Cuentos tiene fecha de 1986 y el tomo 1 de diez años después. Ahora recuerdo, lo presté a un alumno de un colegio privado en el que trabajé; me fui y no se lo reclamé: por eso lo compré de nuevo diez años después. Los repaso: recuerdo haber leído todos ellos y la sensación que me dejaron. También tengo el volumen 16 de la colección “Club del Misterio”, de la editorial Bruguera, con “Los crímenes de la Rue Morgue” y otros relatos. Por último, una novia de mi lejana juventud me regaló Narración de Arthur Gordon Pym, que recomiendo, pura aventura. En la última página, con un desvaído color azul, permanecen unas palabras que me escribió. Me quedé con el libro, claro.

Decía Savater que al lado de cada una de las líneas de Poe debería reseñarse si estaba bebiendo un vaso de vino al que debemos su inspiración. Yo, al contrario, pienso que tal vez -solo tal vez- fue el vino el que nos privó de un escritor que tenía una vida por delante. Es que soy un lector egoísta.



Procedencia de la imagen: 

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