Aguanto bien el
calor en climas secos. En los húmedos es otra cosa, mi tensión me dice que
yuyu, a la sombra, ducha fría y mucho beber. Dicen que hemos pasado el mes de
julio más caluroso de la historia. Puede ser.
Yo tengo apuntados unos cuantos veranos muy calurosos, aunque por
motivos que no solo tienen que ver con la temperatura.
El primero fue el
de 1984. A servidor lo vistieron de verde y lo mandaron todo el verano al Centro
de Instrucción de Reclutas de Alicante. Recuerdo que en el campo de maniobras
había un árbol, solo uno. Recuerdo también que todos los días volvía a la
compañía cubierto de barro y no era precisamente por la lluvia -que no se dignó
aparecer-, sino por el sudor mezclado con el polvo del suelo. La infantería es lo
que tiene: barrigazos haya lo que haya debajo, pisapiedras, comehormigas. Juré
bandera un 19 de agosto. Al sol. Alguno se desmayó. Confieso que yo me mareé y
que no recuerdo gran cosa excepto la sensación de irrealidad por la extrema
temperatura. Eso sí, escuché al coronel agradecer a las madres que entregasen a
la patria a sus hijos. Lo que vino después, en otoño, en la Academia de Infantería
de Toledo, aún fue peor. Por otras razones.
Creo que el
siguiente verano de calor fue el año 2000, tal vez uno antes o después, da
igual. Lo recuerdo porque estaba con mi familia en Alemania, en unas
vacaciones. Alquilamos un coche… sin aire acondicionado. Era el último que
quedaba en la agencia y nos juraron que no se solía necesitar el aire porque
allí nunca hacía demasiado calor. Pero ese verano sí. De modo que con el
Volkswagen Polo negro nos fuimos a Praga. Recuerdo una ciudad bellísima y
también un paseo en solitario a las 12 de la noche porque el calor de día era
insoportable. A esa hora solo había españoles en la calle y tipos que me
ofrecían en italiano un cambio de moneda al margen de la ley. Menos mal que no me
perdí, lo que en mí es muy frecuente. Las dos semanas siguientes fueron todavía
peores y terminaron en lluvias torrenciales y en granizadas que estropearon
cultivos, coches y propiedades.
El
tercero sí lo recuerdo bien. Me tocó ser tribunal de oposiciones, julio de 2010,
en una ciudad castellanomanchega. Todos los días empezábamos a las 8 para
aprovechar algo de temperatura civilizada. Por supuesto, sin aire acondicionado.
A los diez días, tras protestar por las condiciones de trabajo, nos trajeron un
ventilador que tuvimos que montar nosotros. Hubo días de trabajo de 8 a 20 con
dos horas para comer y descansar. A la vuelta me metía en la piscina del hotel,
no para nadar, simplemente estar en remojo hasta que un empleado me echaba sin
piedad, con lo que me refugiaba en la habitación con el aire acondicionado del
hotel, bendito sea. Durante las horas de trabajo solía ir a la máquina de
bebidas a por una lata de cola porque los mareos fueron el pan nuestro de cada
día, así que hice mi trabajo drogado de cafeína y azúcar. Un horror,
para nosotros y también para los pobres opositores que se jugaban mucho en unas
condiciones indignas. Cuando volvía el fin de semana a mi casa (268 kilómetros)
siempre había alguien que me decía eso de qué bien, de vacaciones otra vez, qué
suerte… No contestaba nunca, salvo a uno que se puso pesado y le dije de donde venía.
Aun así, siguió con la murga: bueno, pero fresquitos con el aire acondicionado.
Ahí decidí callar porque la alternativa era la violencia.
También debo
sumar a los veranos sofocantes unas vacaciones con mi pareja hace cuatro años
al sur de Francia. Como dicen por allí, nos tocó la canicule… El aire
acondicionado en los locales ni sabían lo que era, salvo en alguna de esas
cadenas de comida rápida en las que -lo confieso, me acuso- nos refugiamos del
azote que allí les parecía inusual. Para colmo, a la vuelta, un incendio en la
frontera nos obligó a desviarnos y a renunciar a la autopista. Bonitos Pirineos,
lástima de un viaje larguísimo y agotador. El recuerdo que tengo de aquel hotel
de Gerona es el de un aire acondicionado que acogió a estos exiliados de la
canícula.
Y ahora pienso
que han pasado muchos años de todo aquello. En mi casa solo tengo aire
acondicionado en el salón y lo uso con mucha moderación. Dice el Presidente del
Gobierno que no hay que bajar de 27 grados. Pues los que pongo yo. Suficientes
para disfrutar de una temperatura agradable con viajes a la nevera mientras
escribo. Soy consciente de ser afortunado.
https://www.youtube.com/watch?v=LyCQvyrZzW0
Procedencia de las imágenes:
https://www.preferente.com/noticias-de-turismo/pesimismo-hotelero-alemania-bate-record-de-calor-291282.html
https://www.sudouest.fr/environnement/meteo/canicule-et-fortes-chaleurs-quelles-sont-les-temperatures-attendues-mardi-et-mercredi-11624132.php