Y me fijo en la gente que comparte acera conmigo. Mido más de
1,80 y mi peso, aunque no sea grande, se equipara a los centímetros que levanto
por encima del metro. Pues nada, parezco invisible casi siempre.
Hace poco tuve que hacer unas gestiones. Calle Mayor en obras
y las aceras reducidas a la mínima expresión. En 200 metros me crucé con varias
personas, apenas cabía una, dos muy apretadas. Naturalmente me aparté cuando
alguien de mi edad llevaba muy despacio, asida por el brazo, a su madre anciana:
es lo debido. Pero pasaron dos chonis voceando y me tuve que arrimar a la
entrada de una tienda porque me arrollaban. Lo mismo con un pseudoejecutivo
trajeado ocupando toda la superficie útil mientras nos informaba a voz en grito
de sus ridículas visitas a clientes. También me crucé con un grupo de
adolescentes, otros de voz demasiado alta, que deberían están en clase; aquí
salió mi espíritu docente y no me dio la gana hacerme a un lado, así que,
cuando ya estaban muy cerca, se arracimaron y uno de ellos me rozó el hombro;
por supuesto, no se disculpó.
Hoy algo parecido. Acera estrecha que todavía hace más
pequeña una papelera descolgada. Caben dos personas, pero la señora que viene hacia
mí por el centro ni se detiene para que pase yo ni se hace a un lado, lo que sí
hago yo para que quepamos ambos, pero nada, me tengo que apartar o chocarme
contra ella. Luego me cruzo con dos
ancianos que van cogidos de la mano, cada uno con su bastón: ojalá tenga yo esa
misma suerte y alguien me cuide y la cuide al llegar a su edad; bajo a la
carretera para que pasen cómodamente. «Gracias, joven», me dice ella. Sonrío y respondo: «De nada». Sonríe también un joven altísimo,
ante el que me detengo porque me he puesto a pensar en mis cosas y me he
quedado empanado, como se dice vulgarmente. Va con su hermano, se parecen. Le
pido disculpas, «No te había visto», y asiente risueño: es imposible no verlo. Pienso que él dirá también
eso mismo que he escrito antes: la gente no se aparta por muy grande que sea,
la educación, la amabilidad, no son muy frecuentes por aquí. Y tiene razón.
Llego a casa, la compra pesa, me voy a nadar. Curiosamente, ahí
si veo cortesía cuando varias personas deben compartir la calle en la piscina.
Al salir, mi tarjeta no funciona y un treintañero me deja la suya para pasar el
torno. Le doy las gracias, entablamos conversación y me dice que la gente de
aquí -es de Córdoba- es muy seca y muy cerrada. Estoy por preguntarle si se apartan
por la calle alguna vez.
Tengo ganas de que suba la temperatura y pasear por el campo.
Me gusta más.
Procedencia de la imagen:
https://www.elcorreo.com/motor/dgt/dgt-aviso-como-deben-caminar-peatones-ninos-por-ciudad-20220307163237-nt.html
Lo suscribo de principio a fin.
ResponderEliminarComo dijo Machado, "caminante no hay camino, se hace camino al andar". A ser posible, que quepamos todos.
Eliminar¡Hola!
ResponderEliminarLo de siempre..., de todo en el mundo hay, de todo en la viña del Señor, como diría mi abuela. Gente educada que te pide disculpas a la mínima que sin querer te roce y se aparta cuando solo uno puede pasar, y gente que solo piensa en ella, yoyoyoyoyo y mas yo. Ellos pasan los primeros sí o sí, es lo mismo que con el coche y ceder el paso ¿puedes creerte que me emociona que me lo cedan? (Yo suelo hacerlo). En la piscina, pues igual porque no queda otra que ser cortés para no morir ahogado, jeje
Me gusta caminar, sí, aunque no me declaro caminante. Yo también tengo ganas de que llegue el calorcito (soy rara en ese aspecto, bueno en muchos, jeje) prefiero el calor al frío y el campo se pone tan bonito. Yo, que salgo a montar en bici por la Casa de Campo dos veces por semana, pues mis ratos de deporte los disfruto mucho mas que en invierno.
Dentro de nada ya te veo paseando por el campo, ¡a disfrutarlo!!
Besos
De todo, sin duda, en la viña del Señor y en las aceras, los colegios, el cine, el supermercado y los conciertos. Es más, creo que hay más gente educada que incivil, lo malo es que estos hacen mucho ruido y son molestos. Y cada vez son más.
EliminarLa cortesía, además, es contagiosa y ayuda a que las relaciones no sean violentas. En una película que me gusta mucho, "Doce hombres sin piedad", le preguntan a Henry Fonda por qué es tan obsequioso, a lo que él responde: "Tal vez porque usted no lo es". Toma.
Ayer preparé la bici. Esta tarde iré a Madrid a ver la exposición de Lucian Freud, pero mañana empieza la temporada de primavbera.
Besos.
Lo de la educación y la cortesía mucha gente no sabe qué es. Gente adulta, mayorcitos ya, van con el móvil por la calle y van ciegos: no ven que llega otra persona de frente y les da igual. La gente va empanada y no se disculpa. A todos nos puede pasar, pero hay que ser humilde y disculparse. Yo también ando mucho, poer suerte.
ResponderEliminarUn beso.
De todo hay pero es verdad que son legión los que no piensan en los demás. Sigamos caminando.
ResponderEliminarNo he podido evitar sentirme identificada con lo que escribes. A veces pienso en un apocalipsis Zombie en el que los jóvenes no ven, solo se mueven llevados por la inercia. Tengo esa sensación cada vez que salen los estudiantes del instituto que tengo cerca. Imposible pasar por la acera... Son icebergs inamovibles...
ResponderEliminarUmberto Eco recomendaba ponerse de espaldas en su lugar de paso y ver como tropezaban y a algunos se les caía (y rompía) el móvil. Claro que él tenía una gran humanidad (sin metáfora). Supongo que todos tenemos ansias de comunicación, pero es cierto que van como ausentes.
Eliminar