sábado, 28 de noviembre de 2009

EL CLUB DE LOS FALTOS DE CARIÑO

A menudo voy a la biblioteca municipal y me dedico a hacer catas. Me llevo libros o cedés de autores que no conozco o cuyos títulos me prometen algo. Por eso saqué de su estante El club de los faltos de cariño, de Manuel Leguineche. Qué hermoso título.

No había leído nada de él pero lo conocía por su labor periodística y por una entrevista que le hizo Sánchez-Dragó. Bueno, se la hizo Dragó a sí mismo con la presencia de Leguineche. Como de costumbre.

Tal vez debería tener un blog. Porque lo que escribe en este libro es casi un blog. Una sucesión de pensamientos, anécdotas, recuerdos e impresiones absolutamente subjetivas. Raro es que estos fragmentos tengan dos páginas; algunas constan de una línea. Es difícil no simpatizar con él, y con su estilo: sincero y sin cepos en la lengua. Pese a eso, amable y generoso. No pasa facturas.

El último fin de semana leí este “post” (que me perdone Leguineche), uno de mis preferidos:

“He prestado mi casa a amigos con urgencias de amor. Lo que nunca les perdonaré es que además de folgar se llevaran mis libros. (…) Tengo una lista de amigos que aligeraron mi biblioteca. Uno de ellos me dejó las bragas de su novia a cambio de llevarse las obras completas de Jack Kerouac. (…) El francés Maspéro, intelectual y dueño de una librería en París, estuvo a punto de quebrar porque los españoles le saqueaban la tienda. ‘Si por lo menos se leyeran los libros’, dijo melancólico”.

Entre las solapas del libro encontré un billete de tren: de Atocha a Villena, 6 de marzo de 2009. Tarjeta joven. Clase turista, no fumador. Aquí hay una historia, pensé. Pero de inmediato comencé a leer, y el billete me sirve desde entonces como marcapáginas. Además, acabo de colgar un post de trenes (“realismo ferroviario”, me gusta), así que otra vez será.

Leed a Manu Leguineche. Su cara es la del carnicero, la del dueño del bar. Pero qué libro.

domingo, 22 de noviembre de 2009

EXTRAÑOS EN EL TREN

“Puede la piedra blanca latir en la sangre del ciervo
Y el ciervo puede soñar por los ojos de un caballo”

Federico García Lorca: Poeta en Nueva York



A esa hora de la tarde subimos pocas personas al tren en Atocha. El cercanías es moderno y limpísimo, de dos pisos. Busco acomodo en el de arriba. Abro el libro que llevo para el viaje, pero a los pocos minutos dejo de leer. Suena un móvil cerca de mí; pertenece a una muchacha poco agraciada vestida con ropa deportiva y no más de 20 años.

-Hola.

-…

-Muy cansada, pero bien.

-…

-No, pero a partir de ahora lo vamos a ganar todo.

-…

-Lo único que una tía casi me rompe la nariz. Una pava. Lo que sí que me ha abierto es el labio. Una pava, ya te digo. Ahora, que ella se lleva lo suyo, casi hago que la expulsen. Resulta que me ha entrado por detrás la muy cerda y el árbitro ha pitado falta, pero no le ha enseñado tarjeta, así que cuando se daba la vuelta he mirado al linier y, como tampoco me veía, le he dado una patada en el gemelo. Y entonces ella se levanta y le grita al árbitro: “¡Árbitro!, ¿lo has visto?”. Y él: “Si te vuelves a dirigir a mí te expulso”. Que se joda, que no me hubiera dado una patada primero.

-…

-No, al final 2 a 2. Pero escucha, que sólo ha habido un equipo, que la gente nos lo decía, “Coño, tenéis que ganar, que sólo hay un equipo en el campo”, y al final hemos remontado, pero teníamos que haber ganado. Casi meto un gol de cabeza por la escuadra, pero es que su portera era gigante, tío, que con estirar los brazos llegaba a todas partes, la cabrona. Al final el árbitro ha echado a una de ellas que le ha dicho algo. Yo he oído que le contestaba: “Tenía ganas de expulsarte a ti”. Un hijoputa, pero me alegro.

-…

-Bien. Ahora me voy a Torrejón. Ayer tuvimos cena y concentración y quiero pasar por casa. Es que al entrenador le gusta reunirnos de vez en cuando, como si fuésemos profesionales, yo flipo, preparar los partidos y cenar juntos y eso. Y claro, como yo vivo en Torrejón pues era muy tarde, así que me quedé donde la Arancha.

-…

-Qué va, ni las doce. Un rato en el bar, y el entrenador, que me puso a su lado y venga a hablarme del partido, que quería que jugase de interior, ya lleva tres partidos seguidos sin cambiarme. Y enseguida a casa con Arancha; la primera cama que pillé, ahí me dormí. Pero alucina, que la Arancha es medio sonámbula y a las seis se levanta y se queda de pie entre las dos camas un rato sin decir nada. Yo ya estaba despierta y lo veía todo, y va y se sienta en mi cama, sobre mi pie. Me hacía daño, porque pesa la tía, así que le di una patada y se levantó despacio y se metió en su cama sin decir nada. Anda que no son raros, porque el hermano toda la noche jugando a la Play, que yo oía: “Raúl, Cristiano…”, y luego a él: “¡Capullos!”…

-…

-Sí, una patada. Es que si no, me rompe el pie, que me hacía daño, chaval. Tú seguro que en vez de eso le habías tocado las tetas a ver si se movía, no te jode. Y a las seis de la mañana, que cuando no es mi cama yo me despierto con nada. En esa casa nadie es normal, yo alucino. Pero la Arancha es una tía de puta madre, no te vayas a creer…

-…

-Ya casi. A ver si descanso. Luego te llamo, que no quiero quedarme sin batería y me he dejado el cargador en casa de la Arancha.

-…

-Vale, o me llamas tú. Un beso.

Vuelvo sobre mi libro. Es del húngaro László Krasznahorkai y se titula Ha llegado Isaías. Leo lo siguiente: “Concretamente, un vuelco en la historia universal, dijo, y a un tiempo con esta solemne declaración, como si de tal modo la apoyara, se produjo un vuelco natural y hasta previsible desde hacía tiempo, si se tenían en cuenta los estropicios y el incogitado trabajo que operaba la borrachera, causando la implacable desintegración de las palabras en el camino entre el cerebro sujeto por correas y las convulsiones de la garganta y de la lengua”.

Platón estaba en lo cierto: hay dos mundos. Por lo menos.

La megafonía avisa de que estamos llegando a Torrejón de Ardoz. Ella coge su bolsa de deportes y abandona el vagón.

lunes, 16 de noviembre de 2009

BOLUDECES I: DARWINISMO CRISTIANO O PETICIÓN DE PRINCIPIO

Dice el Diccionario de la Real Academia Española que boludez quiere decir tontería o apatía. Asimismo sostiene que un boludo es aquél que tiene pocas luces. En Uruguay designan como tal al lerdo, parsimonioso o irresponsable. En El Salvador llaman así al adinerado (¡asombroso!).

La Wiki, en su entrada “Lunfardo”, añade por su parte que “Este término tiene dos acepciones que varían acorde al tono y a la intensidad con la cual se lo pronuncie (…). ‘Boludo’ puede ser un insulto, si es dicho con esa intención; o una especie de muletilla, típica entre los argentinos al hablar entre sí: ‘boludo ¿a dónde vamos?’. También se utiliza para indicar una acción fácil de realizar. ‘Esta apuesta es una boludez’. (…) También está el término ‘hacerse el boludo’ que significa hacerse el tonto o el desentendido. Por último ‘me estás boludeando’ que significa ‘me estás tomando el pelo’”.

Con esto quiero decir que no he encontrado en el español de España un equivalente a este maravilloso “boludo” que con tanto tino utilizan especialmente en Argentina. Y necesitaba una palabra para ilustrar una serie de tonterías, gilipolleces o acciones de pura estulticia, sin que ello tuviera la poderosa carga semántica que estas palabras españolas tienen. Boludo tiene también un envés cariñoso y simpático, no necesariamente es hiriente, no siempre pretende la burla o la crueldad. Por eso esta entrada se llama así.

Aquí va la primera boludez. La fotografié en un templo de Atienza que contenía una muy interesante colección de fósiles. Y lo dicho al principio: o darwinismo cristiano o petición de principio.

martes, 10 de noviembre de 2009

ÁGORA

«No soy amigo de dar consejos (...), mas ahí va uno de barato: desconfíen vuestras mercedes de quien es lector de un solo libro»

Arturo Pérez-Reverte: Limpieza de sangre


Amenábar es un director talentoso, un alumno aventajado de Hitchcock, cuyas películas me gustan desigualmente. Me atrapó Tesis; me fascinó Abre los ojos, aunque con el tiempo y una re-visión llegué a la conclusión de que era pretenciosa, alambicada y vacía. Más aún, Los otros, su obra mayor hasta ahora, bellísima Nicole Kidman, magníficos todos los actores. Mar adentro es -opino modestamente- la peor, ni sorprende la historia ni el tratamiento, que es blando y a menudo cursi y relamido; esperable. No aporta nada, y eso es una de las peores cosas que se pueden decir de una película o un libro: que son innecesarios.

Y, por fin, Ágora.

A mí me parece una excelente película, muy por encima de la mayor parte de las que okupan sala sin ninguna virtud ni derecho. Hay quien le reprocha cierto tono de rencor hacia la religión, cosa que yo no veo, pero es que a muchos no les gusta nada que se hable de su religión, a no ser, claro, que sea para hacer de ella apología. Mi amigo Boletus me dice acertadamente que Amenábar debería haber centrado la película en la Biblioteca, que tiene muy poca relevancia narrativa, cuando fue la Biblioteca, y no Hipatia, el núcleo del saber antiguo. Hay también un exceso de planos cenitales, cierta morosidad narrativa (que a mí me parece más bien una cualidad), y una temática poco popular (cualidad aún mayor). Los que vayan a ver una peli de suspense, con algún que otro susto, misterio y desarrollo trabado y retorcido, volverán decepcionados. Ágora es una película extraña, que deja muchos ecos en quien va a verla. Muy valiente, inusual. Parece un péplum, pero habla de hoy. Qué miedo.

Cuenta una historia que parece -sin serlo- del pasado, la de una mujer que se dedica a pensar, a la filosofía, a la astronomía, es decir, al saber. Hipatia es el hilo conductor, pero no el tema de la película. Ésta va de la intolerancia y sus consecuencias. Podemos ver que los politeístas atacan a los cristianos por un agravio o burla de éstos. Después son los cristianos los que devastan la Biblioteca de Alejandría y liquidan a los paganos. Y por último cristianos y judíos se enzarzan en una guerra que termina con la aniquilación de éstos. Esto es lo que vemos que sucede.

Pero lo más interesante de la película son las figuras confusas y limítrofes, los que mantienen una creencia, pero saben (o intuyen) que razón y fe no son incompatibles: Davo, Orestes, a veces el obispo de Cirene. Son los heterodoxos. Frente a ellos, los integristas de todo pelaje, esos que sostienen sin pestañear que Dios -el que sea- está con ellos, que La Palabra es sagrada, que sólo hay una verdad y que el otro está errado (no como ellos, que más bien están herrados), por lo que se le puede matar y mandar al otro mundo. Eso sí, por su bien y en nombre de Dios.

Todo esto nos suena, forma parte del dolor de la Historia. Me ha recordado a todas estas figuras (Galileo, Bruno, Darwin…) que no han pretendido ir contra la religión, aunque los dirigentes de su época sí han ido contra ellos y contra la razón. Grave pecado que Dios, en su infinita sabiduría, no debería perdonar ni dejar impune.

La conclusión de la película, a mi juicio, es ésta: nada contra las creencias, pero líbrenos Dios de fundamentalistas, ciegos mentales y lectores de un solo libro. Amenábar tendrá problemas, pero será con los de siempre; no con los cristianos, sino con los vigilantes de su pureza. Pues nada, qué se le va a hacer. Que se ofendan; a los demás nos ofende su estupidez y no pedimos por ello su ingreso en prisión ni su ejecución al amanecer.

Que el Faro de Alejandría nos ilumine: la película habla de hoy.

jueves, 5 de noviembre de 2009

MILLENIUM: PURO PLACER



Más de dos mil páginas leídas en poco más de un mes, 70 cada día. Esto es la trilogía Millenium para mí. Hacía tiempo que no sentía la avidez del lector toxicómano ante una golosina irresistible, que no me sentía como el alcohólico que no puede esperar a su dosis y leer unas pocas páginas con el café y las tostadas, y otras pocas al volver del trabajo, y alguna más cuando se encierra en el cuarto de aseo… Que se olvida de que antes veía los telediarios, cocinaba con decoro y se afeitaba a diario. Que no desea que le llamen los amigos porque prefiere a esa sueca menuda (¡menuda!). Que la prefiere a alguna que otra mujer real, pero mucho menos estimulante. Porque se ha enamorado de Lisbeth Salander o tal vez de la idea de Lisbeth Salander, que es el revés de la mitificada sociedad sueca del bienestar. Del bienestar de algunos, según parece.

Lisbeth Salander es una flaca antisocial, perforada y tatuada, primaria y salvaje. Desconcertante. Nos gusta por eso: no se parece a nadie, no hay un solo héroe en todo el género detectivesco que se le asemeje. Más bien es la antítesis de ese arquetipo que parece una mezcla de estoico y epicúreo, pero que en el fondo late un kantiano cumplidor de su deber. Ella no se parece a ninguno. A su lado, Mikael Blomkvist es blando, un comparsa, casi atrezzo.

Quise dejar los libros para el verano, gozarlos morosamente en días larguísimos. Imposible. No se puede controlar una pasión tan poderosa. La carne es débil. Y el placer, al final, lo explica todo; a qué tanta disquisición entre placeres superiores e inferiores: mientras he leído nada ha sido importante, el mundo ha estado en stand-by. Pero se terminó. No hay más.

Tenía razón Ernesto Sabato. Hay libros extensos y libros extendidos. Qué hubiéramos dado por otros cientos más de páginas, miles. Qué placer.

domingo, 1 de noviembre de 2009

EXAMEN DE CONCIENCIA

“Escribir es inscribir algo en la carne. Es tatuar al que lee”
Eugenio Trías: La dispersión

Octubre ha terminado. Primer mes de este blog que comencé el día 8 sin mucho entusiasmo, casi por seguirle la corriente a CrisCrac. Pero me equivocaba; como dicen los estudiantes al comentar un libro del que no saben qué decir: me ha gustado mucho. Me encuentro cómodo escribiendo lo que me da la gana, cuando quiero y como me apetece. Seguramente es la vía de escape de escritores frustrados. Pues sí, qué pasa. Además, ¿qué es eso de escritores frustrados? ”Frustración” significa hacer algo en vano. ¿En vano? Lo único que se hace en vano es lo que no se hace. Por último, la frustración se daría en todo caso por no publicar, pero todo el que escribe es escritor (tautología se llama esto).


Más de una persona me ha dicho con cierto tonillo incordiador: “A ti te sobra mucho tiempo”, “Te debes aburrir mucho”, y lindezas semejantes. “Sí -contesté-, es que no tengo césped que cortar (vivo en un pisito), apenas veo fútbol, no sigo series de televisión, y tampoco hago vida nocturna” (en esto último miento un poco: a veces sí, pero sin abusar, que uno no tiene body ni sex appeal suficiente, y volver a casa solo noche tras noche… eso sí es frustración).


Quiero utilizar este post autorreflexivo para agradecer a los que han escrito, especialmente a CrisCrac, qué derroche de ingenio, otro que no tiene césped. Pero también (por orden de aparición), a Yo, a Olga, a Mercedes, a Brianda, a un anónimo madridista, a Ecce Uomo, a Coletas, a una anónima y a su costillo; y a Signos, que se pelea con mi blog sin conseguir colar sus sabios comentarios. Y también a los que han leído y a los que me han mandado correos electrónicos con hermosas palabras. Incluida esa compañera de trabajo que entretuvo su madrugada de crianza e insomnio con mi blog. No sabe lo que significa este halago.


Esperan sin duda que los invite a cenar por la patilla. Van listos. Bueno, Green Eyes, a ti sí. Y a ti también, Dogville. Y a un par de personas que están tan felices con su amor recién estrenado que no pueden perder un segundo con este tipo que escribe bobaditas; hacen bien. Y a ti, Boletus, siempre, aunque seas tan aficionado a estar missing y declararte en rebeldía para los humanos. Casi mejor os venís todos a casa, preparo un tiramisú y saco mi mejor single malt.


Aprovecho este post para decir adiós a Nexussiete. Lo dejo reposar más allá de Orión en compañía del dios de la biomecánica. Nexussiete quiso ser un émulo imperfecto de Nexus 6, poeta replicante, filósofo avant la lettre, dionisíaco… Pero no soy rubio ni guapo como Rutger Hauer, el actor que lo interpreta en la inmejorable Blade Runner. Tampoco soy holandés, sino de la España profunda, que no es lo mismo. Ni tan atlético (bueno sí, pero del Atlético de Madrid), así que lo mejor es desprenderse de un nick que ya no me ajusta bien la piel. Lo dijo un personaje de Rayuela: “Cómo cansa ser todo el tiempo uno mismo”. Para los que quieran seguir las andanzas del tal Nexussiete, anda escribiendo crítica cinematográfica en esta dirección, que fue donde nació:


www.filmaffinity.com/es/main.html


A partir de hoy tomo prestada otra identidad: la del padre/abogado Atticus Finch, el de Matar a un ruiseñor, peli de la que un día escribiré con calma. Ya que apenas pude disfrutar de la existencia de mi padre, espero ser algo parecido a Atticus para mi hijo. Quisiera saber explicarle el mundo -su belleza, sus horrores- como lo hace Atticus. Es un nombre que me suena a latín, a piso alto desde el que mirar el mundo, a honestidad, a fe en el logos (que es un oxímoron, pero la razón es lo único en lo que merece la pena creer).


No me darán el Nobel por lo que estoy escribiendo, pero hay amigos tras estas palabras, gente maravillosa que te quiere gratis y te regala su tiempo. Es lo que importa. A veces escribo para mí; otras, las más, para ellos.


No podré invitarles a una barbacoa porque no he cortado el césped. Así que les doy palabras: eso es todo. Casi nada…