A veces, antes de comer, hago un repaso por las distintas cadenas de televisión. En alguna ocasión he visto los últimos minutos de un programa de Tele 5 llamado (creo) “De buena ley”. En los últimos días he contemplado a una mujer pelearse con su madre allí porque había llevado a su hijo -su nieto- al psicólogo sin su consentimiento; también a una joven de unos 20 años que discutía con su madre porque ésta la controlaba demasiado. Graves delitos que perturban la paz ciudadana, sin duda.
El juez escucha a las partes y se retira a deliberar. Mientras tanto… comienza el espectáculo. El público opina sin sonrojo ni prudencia, se levanta de repente, se grita, se insulta, se descalifica a los que allí van, no sé si de buena fe: “Eres una mala madre”, “Lo que has hecho no es un error, es un acto malvado”, “Demuestras ser una mala persona y muy poco hombre”… Y todo esto a voces, con la vena hinchada y el colmillo retorcido, señalando amenazadoramente con el dedo, diciendo esto de “Te voy a decir una cosa”, “No te equivoques” y demás contundentes frases que aparentemente proporcionan seguridad y prestancia al emisor.
Me dan miedo. Me da miedo el programa: es pornografía, y de la peor, indecente exhibicionismo, exaltación de la ocurrencia más radical en lugar de la reflexión sosegada.
Al final del programa, regresa el juez, llega la ley y el sentido común. Callan los voceros. De momento.
De los 30 minutos que dura el programa, me sobran 25.
Comienzo a comer unas patatas guisadas. Mientras Zapatero cambia gozosamente su gobierno yo estoy dando vueltas a lo que acabo de ver. Y me pregunto cómo es que los magistrados se prestan a ese espectáculo de turbas, cómo es que las personas (humanas) somos capaces de tanta miseria, de tanta apología de la ignorancia enfebrecida.
¿O todo esto es una campaña de promoción de la lectura?
El juez escucha a las partes y se retira a deliberar. Mientras tanto… comienza el espectáculo. El público opina sin sonrojo ni prudencia, se levanta de repente, se grita, se insulta, se descalifica a los que allí van, no sé si de buena fe: “Eres una mala madre”, “Lo que has hecho no es un error, es un acto malvado”, “Demuestras ser una mala persona y muy poco hombre”… Y todo esto a voces, con la vena hinchada y el colmillo retorcido, señalando amenazadoramente con el dedo, diciendo esto de “Te voy a decir una cosa”, “No te equivoques” y demás contundentes frases que aparentemente proporcionan seguridad y prestancia al emisor.
Me dan miedo. Me da miedo el programa: es pornografía, y de la peor, indecente exhibicionismo, exaltación de la ocurrencia más radical en lugar de la reflexión sosegada.
Al final del programa, regresa el juez, llega la ley y el sentido común. Callan los voceros. De momento.
De los 30 minutos que dura el programa, me sobran 25.
Comienzo a comer unas patatas guisadas. Mientras Zapatero cambia gozosamente su gobierno yo estoy dando vueltas a lo que acabo de ver. Y me pregunto cómo es que los magistrados se prestan a ese espectáculo de turbas, cómo es que las personas (humanas) somos capaces de tanta miseria, de tanta apología de la ignorancia enfebrecida.
¿O todo esto es una campaña de promoción de la lectura?