sábado, 25 de junio de 2011

DIFFICILE DA RAGGIUNGERE

Además de algunas palabras prestadas
por una marca cualquiera de vino;
además de carreteras, bares y futuro improbable,
sólo hubo un cúmulo de estrofas de humo
escritas con inconsciencia infantil.

Un quiebro a la sensatez, lo sé.

Una presencia que la mirada creaba y sostenía,
un poco de luz. Sólo eso.

lunes, 20 de junio de 2011

SOLSTICIO

La palabra solsticio es hermosa. Equinoccio también lo es. Pero a mí me producen una inquietud especial los solsticios. El de invierno porque coincide con el final del primer trimestre, el inicio de las vacaciones navideñas y las noches larguísimas y frías. El de verano porque me desconcierta; también porque llegamos a fin de curso y se apodera de mí una sensación de tristeza postcoital, si se me permite el símil. De fracaso, de no haber hecho las cosas bien. Y ahí está el verano: ese derroche de tiempo infinito que me da miedo porque me devuelve a la conciencia de mi soledad y mi desconcierto.

Hoy he salido de trabajar y eran más de las nueve cuando he llegado a casa. Hacía calor y al día le quedaba aún cuerda. Un libro, un buen paseo, música directamente a los oídos para hacerme invisible por la calle. Mucha gente, cerveza y risas en las mesas de las plazas de la ciudad. No quiero hablar con nadie. Comienzo a leer, y me gusta, La fórmula preferida del profesor, de Yoko Ogawa.

Vuelvo a casa pasadas las diez, aún es de día, no sé si cenar o no. No sé si tengo hambre. Pienso en esto porque no estoy tomando una cerveza y compartiendo risas. Me como un aguacate con piñones y pasas y queso curado mientras dejo que el cielo se oscurezca. Mañana será el día más largo. Tengo que preparar más libros para el verano. Se está bien aquí, escribiendo para nadie, aunque esos 41.755 visitantes me desconciertan, porque apenas conozco a diez o doce. No tengo ganas de encender la tele, ni de irme aún a dormir. Pienso en la gente que he conocido estos últimos años. A alguno me gustaría llamarle (y, sobre todo, llamarla) y decirle lo del libro, lo del eclipse, lo de la inquietud que me producen estos días. No lo haré. Sé que no pocos están compartiendo palabras en zonas de la ciudad a las que mis pasos nunca quieren conducirme.

Voy a seguir con el libro.

miércoles, 15 de junio de 2011

EL PUEBLO

No sé qué significa esta palabra. La escucho últimamente en las manis del 15-M, un cántico que ya creíamos olvidado: “El pueblo unido jamás será vencido”. Creo que se equivocan. Ni el pueblo está unido ni, en el supuesto caso de que lo estuviera, eso le garantizaría ser invencible. A las pruebas de la Historia me remito.

Aunque parezca una frivolité, me he acordado de esto hace unos días. Ponía a mis alumnos de 2º de la ESO la estupenda película Antz, subversión pura en dibujos animados. Al final, cuando la colonia de hormigas está a punto de morir ahogada, consiguen escapar. Sin embargo, el general pide a sus subordinados que los maten “por el bien de la colonia”. “La colonia somos nosotros”, dice Z, el líder. Que es como decir: el pueblo somos nosotros y no un concepto grandilocuente y vacío. El pueblo, o es algo más concreto y material, esto es, gente corriente, comida y vivienda, afectos, aficiones, o es una peligrosísima idea en nombre de la cual pueden ejercerse todo tipo de atropellos.

Hace pocas semanas estuve en Berlín. Nos contó el guía que, unos días antes de la caída del muro, se manifestaba cada vez más gente en la zona oriental. Mientras su gobierno se autoproclamaba popular, el pueblo, ignorante de tales desvelos, iba por otros derroteros. De modo que, cuando fueron creciendo en número, empezaron a corear: “Nosotros somos el pueblo”, es decir, no una idea, no un destino, sino personas comunes.

Antes de irme de Alemania pasé por delante de su parlamento. No pone “Congreso de los Diputados” o “Asamblea Nacional”, sino “El pueblo alemán”.

Mit zwei Eiern.

jueves, 9 de junio de 2011

LES QUEDA UN MES

Sábado, a esa hora en la que la tarde se va confundiendo con la noche. Córdoba es una ciudad hermosa y paseable, un pelín ruidosa -como todas- cuando le da por decir que es fiesta, y que hay que celebrarla en la calle, con un par de buenos altavoces y mucha gente hablando a voces. Callejeamos, mirando con parsimonia esos patios llenos de geranios y del rumor del agua. Decidimos que tenemos hambre y buscamos despaciosamente un lugar para calmar los apetitos. En una de las terrazas se agrupan personas que se quieren: sólo una mano basta para sujetar el tenedor, mientras la otra acaricia la mano de ella o de él, alguien da a probar un calamar a otra boca, a la que no importaría la entidad del alimento. Me llama la atención una pareja: no hay aún nada en su mesa; ella mira hacia su derecha; él, erráticamente hacia el cielo o hacia la nada. Sin mucho fundamento, una vez los hemos dejado atrás, le digo a mis acompañantes: “les queda un mes”. Medio se enfadan, medio se ríen. Que por qué, que qué sé yo. Y no lo sé, en efecto: sólo sé que no se miraban, más aún, que sus ojos se rehuían, que no deseaban acortar ese espacio ni darse a probar puerilmente los alimentos. Sé que imaginé que se darán besos funcionariales y que tal vez hagan el amor sin deseo y con costumbre, que fugazmente se cruzarán entonces sus ojos y sabrán dolorosamente lo que ya saben. Sé en ese instante que puede ser esta noche o en un año: “les queda un mes”, insisto. No tengo derecho, no es un juicio. Sólo constato la tristeza en la distancia, todo el aire que cabe en unos centímetros. O será que conozco bien ese modo de no mirar.

viernes, 3 de junio de 2011

MARILYN, CHARLOT, SAN ANTONIO

Hacía calor, aunque apenas despuntaba mayo. No quiero ni pensar lo que será en agosto. A la cama le faltaban unos centímetros, pero aquella habitación fue estupenda porque me permitió visitar a una amiga de ésas que Dios regala al mundo cuando se siente rumboso (lo que no siempre ocurre). Sobre el cabecero, un par de cuadros espejados de Marilyn y Charlot que sustituyen los habituales iconos religiosos. Me perdonarán los fundamentalistas, pero a mí me pone un poco nervioso si encima de la cama cuelga una Purísima Concepción o un Cristo crucificado. Con todos los respetos, como que no es lo más indicado para un dormitorio, estancia reservada para el placer, los placeres.


El cuadro de Chaplin es muy conocido y lo reproduce junto a un muchacho. Es seguramente un fotograma de la peli The kid. Marilyn ofrece un rostro en primer plano, una boca sensualísma, levemente abierta, pero si miras sus ojos, ya es otra la percepción. Porque expresa debilidad, humanidad. Será porque conozco la historia, pero no me parece un símbolo erótico, sino una mujer cualquiera, con sus luces y sus sombras, absolutamente deseable y también necesitada del cariño más elemental, el que buscó seguramente desde su jugador de béisbol hasta el intelectual más reputado. Pienso, Marilyn, que, como yo, como todos, pediste algo muy básico: que te quisieran.

Al lado de la cama hay una mesita de noche sobre la que se amontonan ejemplares atrasados de Semana y de Pronto. Las hojeo, sin leerlas: lo glamuroso tiene un fundamento de arenas movedizas. Marilyn lo supo y por eso perdió el norte; o sea, igual que los demás.

Afortunadamente, una imagen de San Antonio, justo al lado de las revistas, cuida de nosotros y nos ofrece guía y consuelo. Menos mal que hay Guía y Verdad. Y menos mal que algunos tenemos tan mal sentido de la orientación. I`m sorry, es lo que hay.

Hablo de la vida, claro.

Recordaré siempre esa ciudad; y, sobre todo, la risa y el conocimiento de Sylvie.