Tiene el deporte un punto de épica del que conviene gozar sin aplastar al adversario. Porque, junto a ella, está la estética. Los modos. Hay que ser generoso en la victoria y elegante en la derrota. Quiero decir que no hay que humillar al contrincante haciéndole saber que tú estás muy por encima de él. Entiendo que forma parte de la competición, y del respeto al que juega con (y contra) nosotros, intentar ganar, pero no a toda costa ni de cualquier manera.
Me gustan esos partidos de baloncesto en los que quedan 40 segundos (una eternidad) y el marcador está apretado. Los jugadores tienen la obligación de dejarse la piel, de ser competitivos inteligentemente. Sin embargo, me molestan los llamados minutos de la basura, en los que, a falta del último cuarto, un equipo gana a otro de 30 puntos. La cosa es aburrida o abusiva. A esto último me refiero cuando hablo de elegancia.
Recuerdo que Induráin, cuando paseaba su inmensa figura por el Tour, era el mejor, de largo, y lo sabía. Y a menudo dejaba ganar a su compañero de escapada en un gesto de elegancia y agradecimiento. No es que no quisiera vencer: es que lo suyo era una guerra, una exhibición a largo plazo, no esa batalla de gloria inmediata pero fugaz. Del mismo modo, creo que fue él quien empezó a usar el nosotros en lugar del yo. Y eso que su equipo era básicamente él. Pero jamás tuvo un mal gesto ni una palabra airada. Un tipo elegante.
Por eso aborrezco esas figuras engreídas, endiosadas, pringosas de una gloria que al final se reduce a tiempos, goles o puntos.
Más allá de títulos y copas, está por hacer un estudio estético de cómo han celebrado los jugadores sus victorias y cómo han sido derrotados los que no ganaron. Creo que fue Buda el que dijo que para aprender a ganar había que entrenarse en la derrota. Cabeza alta, empeño, respeto, equilibrio, pasión, inteligencia: qué cualidades.
Mientras leía el posts, no sé por qué me ha venido a la mente Mourinho. Ese señor con su porte y su saber estar. jajajYo cada vez veo menos fútbol porque no encuentro elegancia.Eso es un chorreo de millones a unos tíos que sólo saben dar patadas a un balón. Que me perdonen los entendidos, pero es cómo lo veo...
ResponderEliminarUn deportista en toda regla tiene que sufrir y dejarse la piel en el campo, en la cancha o donde le toque. Yo hablo de lo que conozco. El judo es un deporte que exige mucha preparación y dedicación, pero por encima de todo está el respeto al contrario,a l que se saluda al empezar y al terminar el cambate. Ante todo juego limpio. Luego en la pelea todos queremos ganar, obvio, pero hasta para ganar hay que saber hacerlo. Lo primero que nos preocupa es si el contrario está bien y no ha sufrido daño, luego le rematas si quieres,(es broma).
El problema es que muchos de esos deportistas endiosados son los ídolos de niños y adolescentes que se reflejan en ellos y terminan comportándose igual.
Sabias las palabras de Buda. No las conocía, pero tienen toda la pinta de ser suyas.
Saludos, Atticus.
Mouriño es un hooligan. A mí me interesa poco. Su supuesta inteligencia me deja frío: su actitud deportiva me repugna; sin duda es un excelente actor, bien. Compáralo con Iniesta: él y su fútbol son la elegancia, creativos y geométricos, arquitectónicos y etéreos. Iniesta no es de este mundo: es una idea platónica con un balón en los pies. No hay que gustar del fútbol para saberlo.
ResponderEliminarMe gusta eso que dices de las artes marciales: ese respeto al adversario, que nunca enemigo, este saludarse, esta prohibición asumida de las trampas, de los golpes bajos, del daño y la mala leche. Respeto, elegancia.
No estoy seguro de que las palabras sean de Buda, pero en todo caso son sabias.
Acuñé ya hace un par de neologismos: etiestética y epiestética.
ResponderEliminarQuería designar con el primero esas vidas estéticas que incorporan actitudes éticas (morales, rigurosamente dicho). Y con el segundo, esas estéticas que incorporan una épica. La etiestética resulta de un acto individual, la epiestética es más grupal. Creo.
En el deporte hay ambas. Y me conmueven. Su etiestética va contra el “competicionismo” (otro neologismo bárbaro) y el mercantilismo; su epiestética es inocente y sin finalidad práctica.
A mí me molestan mucho las celebraciones desconsideradas, quizás porque el punto débil que tiene toda épica victoriosa es que alguien pierde. Eso no me acaba.
Lo de Indurain, del todo cierto. Tambien lo de las artes marciales.
“El espíritu libre huye de la competición”. Nietzsche.
Del mismo modo que hay quien no sabe perder hay quien no sabe ganar. E, igualmente, recuerdo algún partido (de lo que sea) en el que nadie ha merecido perder. Y, cuando esto ocurre, los jugadores son aplaudidos porque han entregado su talento y su esfuerzo. Ganar no es humillar. No es cierto que lo importante sea participar; sin embargo, me parece que ganar no es lo único importante, a menudo ni siquiera es importante.
ResponderEliminarUna sociedad que valora el dinero por encima de todo lo demás y paga esas cifras a sus deportistas, crea esos ídolos de barro que mencionas.
ResponderEliminarSi las palabras "ética, estética, perder, competir, ganar" fuesen realmente parte del juego y de los jugadores, otro gallo nos cantaría, en el deporte y en todo lo demás.
Participo plenamente de lo que dices de Induráin. A mí me ha venido a la mente Roger Federer, uno de los últimos deportistas con estilo dentro y fuera de la pista. Verlo jugar es una delicia, siempre elegante, sin un mal gesto y sin necesidad de poner esas caras de cómic japonés cuando ganan un punto al rival.
ResponderEliminarPor supuesto, Mourinho me parece lo peor de lo peor. Espero que no gane nada y lo echen del Madrid. Ganaremos todos.
Eso que dices, Coe, es para mí algo verdaderamente incomprensible. Mientras asumimos tener cada vez menos derechos, trabajar más, cobrar menos, tener jornadas laborales interminables por cada vez menos sueldo, los deportistas de élite siguen ahí, impasible el ademán, con el asentimiento de los aficionados, dispuestos a pagar el dinero que no tienen. Incomprensible.
ResponderEliminarHablo del deporte-show, claro, que se mezcla a menudo con el deporte-fe y con el deporte-patria. Pues eso, que otro gallo.
Roger Federer es oto modelo. A algunos les parece frío, lo mismo que decían de Borg, por aquello de que parece que la pasión ha de ser como lo que describes tan bien: rictus de cómic japonés. Confundir elegancia con frialdad es corriente, pero no son sinónimos. De Federer no diríamos que es apático, que está más cerca de la frialdad. En tenis eso se ve muy bien, aunque McEnroe dinamitó todas las convenciones. Jugaba bien, espectacularmente bien, pero nunca dejó de ser un niño gamberro que no había aprendido modales.
ResponderEliminar¿Mourinho? Lo malo es que esta tarde nos van a pasar, de nuevo, por la piedra. Y sin elegancia.
Creo que siempre hay que tener respeto hacia el contrario, ya sea uno mismo u otro, y en cualquier área de la vida. No hace mucho tuve en mis manos un libro que hablaba de cómo en determinadas tribus no se glorificaba al que cazaba la pieza más grande. Es más, se le humillaba. Se cazaba para alimentar a la tribu, no al ego. Leo el post: La estética. Me gusta cómo está elegido el título, el cómo, el desarrollo. ¿Para qué traía yo aquí lo de la tribu y la caza? "Para aprender a ganar había que entrenarse en la derrota"
ResponderEliminarBuena idea esto de no glorificar al que la tiene más grande. Porque, como es natural, cada uno tiene lo que tiene, caza lo que caza y corre lo que corre. El que esto escribe sufrió mucho de pequeño porque era el último al que elegían cuando había que jugar a fútbol (lo que era lógico, vistas mis habilidades). Ahora, buena parte de aquellos me sacan 20 kilos de fondedadero, lucen lustrosa calva y las ojeras les cuelgan hasta la comisura de los labios. Pero cazaron la pieza más grande (interprétese esto como se quiera, que todo será verdad).
ResponderEliminarPues eso, que son unas cuantas derrotas. Pero tal vez no sea necesario nada tan grande.