Subyugado estoy por la peli que vi hace unos días. Ya saben mis amigos que siento debilidad por el cine del iraní Abbas Kiarostami (con excepción de la pretenciosa Copia certificada). Fui a ver la película de otro director iraní, Asghar Farhadi, absolutamente desconocido para mí, con el premio Oscar recién estrenado y unos cuantos más de otros festivales importantes. Esto, en mi opinión, le otorga un barniz de reconocimiento contra el que voy prevenido.
Pero no. Comienza la película con un plano largo, sin movimiento de cámara, en el que un juez interroga a Nader y a Simin sobre los motivos de su petición de divorcio. No vemos al juez: la cámara sólo los muestra a ellos, y nos parece un tanto irrelevante lo que cuentan.
Pasamos a la vida corriente: ella quiere irse al extranjero, él cuida a un padre con Alzheimer, del que no puede ocuparse a tiempo completo, por lo ha de contratar a alguien. Tienen una hija adolescente. Sucede el drama.
No quiero contar nada, pero los acontecimientos no son lo que importa, sino ese trozo de vida magníficamente narrado, esos conflictos universales, que nos llegan pese a estar rodados en un país lejanísimo con una cultura que no entendemos y sobre la cual estamos llenos de prejuicios. Pero sí entendemos, no somos tan distintos.
Algunas observaciones: todos, absolutamente todos los personajes (y son muchos), están maravillosamente interpretados, sin sobreactuaciones, sin falsas poses de no profesionalismo. No obstante, nadie como la hija.
También me parece interesante el papel de la religión, que se ve en las dos mujeres protagonistas: casi occidentalizada la primera, pero absolutamente impregnada de su espíritu la segunda, la que ha sido contratada para cuidar al padre. No sé si el director quiere hacer una crítica al papel del Islam en Irán, pero hay un par de escenas que probablemente no sean azarosas: en una, la cuidadora marca un número de teléfono para hacer a una autoridad religiosa la siguiente pregunta: ¿puede una mujer musulmana lavar a un anciano que posee incontinencia urinaria (lo que supone que ha de verlo desnudo), aunque no sea su marido? Está angustiada, su fe puede más que su piedad. En la otra, no obstante, la religión le impide mentir, aun sabiendo que sería lo conveniente, lo productivo. Esa mujer es prisionera de sus creencias, no es capaz de pensar más allá de ellas, ha elegido sus muros. Frente a la imposible mentira, el hombre que la ha contratado sí miente: su hija está por encima de la religión en su jerarquía de valores.
La sobresaliente interpretación se extiende al resto de los personajes, incluidos los dos varones que se enfrentan, el enloquecido por su situación personal y laboral y el desbordado por su fragmentada familia en la que ni siquiera es capaz de ofrecer a su hija un modelo de conducta. Y también el juez ante el que comparecen ambos, esta vez visible, relevante, desconcertado y sobrepasado por un caso en el todos parecen tener razón (porque ese es un gran mérito del director: no hay buenos y malos, sino una empatía generalizada que evita el maniqueísmo).
Dije a la salida del cine que el final fue lo único que no me gustó, que me pareció prescindible. Tranquilos, no lo cuento. Cuando llegué a casa me di cuenta de mi error. Sin él, la película no es redonda, no nos vamos con el alma inquieta. Es un cierre que nos deja a todos en la butaca, esperando lo que no acaba de llegar… porque no puede llegar.
No es una película étnica; es un modelo de cómo hacer cine universal. No os la perdáis.
Os pongo el enlace, pero ojo con él, porque cuenta casi toda la película.
La tenía pendiente. Así que ahora que tengo unos días cae seguro. Además, será mi primera película iraní. Los temas universale,como dices,son independientes de las culturas.
ResponderEliminarTe gustará. Apuesto sobre seguro. De Kiarostami debes ver "A través de los olivos", aunque es más "iraní", quiero decir que tiene un ritmo más pausado. Pero a mí me encantó; tal vez porque fue la primera. Tal vez porque al día siguiente nació mi hijo y lo tengo asociado.
ResponderEliminarO no soy amigo tuyo o no sabía nada de ese degeneración psicofisiológica de etiología colacainómana: ¿que te gusta el cine ése? Chaval, vete a confesar tus pecados capitales a Papá Piquillo (dile que vas de parte mía).
ResponderEliminar“Sucede el drama”…, dices, pues claro, joé, es cine iraní… El maniqueísmo (qué hórrido espectro universal)…, ¿no nació por esos lares?
Me interesa Irán por diversas razones, una de ellas por la tragedia que supone su cercenante islamismo. Es una cultura antigua, poderosa, profunda y he advertido muchas veces el enorme ansia de modernidad que hay en sus jóvenes e intelectuales. Creo que debemos esperar mucho de ese país, si alguna vez inicia su propia Ilustración.
Iré a verla.
Verás, CrisC, a lo mejor no ha salido en la conversación, pero yo creo que mi afición degenerada (y degenerativa) comenzó en las insufribles sesiones del Cinema del Mediterrani. Iré a ese sitio.
EliminarYo también he leído y oído algo de lo que dices: ese ansia de modernidad que no respaldan las urnas; ¿alguien puede capitalizarlo?. También he oído que la población femenina que estudia es tan alta en número que es una cuestión de tiempo que se produzcan las reivindicaciones feministas. Pero no estoy seguro.
La Ilustración... "Sapere aude!", qué difícil.
Ve a verla. Me apuesto las palomitas a que te gusta.