viernes, 30 de noviembre de 2012

DEL LABERINTO AL 30



El miércoles vi por enésima vez El nombre de la rosa. Me volvió a hacer cierta gracia (no sé aún si es homenaje o banalización) que el malo sea Jorge de Burgos, o sea, Jorge Luis Borges, que se come con desesperación los libros antes de que la Biblioteca se queme. Mientras veía la película recordé que en el juego de la oca hay también un laberinto, que te manda al 30, y un pozo.

Y, que nadie me pregunte por qué, pensé que el laberinto representa el síndrome de ansiedad, mientras que el pozo es la depresión, hondísimo y sin escalera para escapar. Vivimos en un laberinto sentimental, como tituló acertadamente José Antonio Marina uno de sus mejores libros. No tenemos brújula ni mapa, pero al menos podemos caminar. Del pozo no es fácil salir.

Y recordé también el final del cuento de Borges “La casa de Asterión”: “¿Lo creerás, Ariadna? –dijo Teseo-. El Minotauro apenas se defendió”. Y también me vino a la cabeza un poema de Enrique Badosa (“Labrys”) incluido en Mapa de Grecia, que termina así: “Es tan de soledad el laberinto, / que quisieras encontrar al Minotauro”.

jueves, 22 de noviembre de 2012

BOTAS

Hoy, al salir del trabajo y coger el coche, he visto en la plaza contigua a la mía unas botas en el suelo. En buen uso ambas. Algo ha sucedido esta mañana; cuando llegué no estaban. Y he pensado que había una historia que no me siento capaz de contar. He sacado el móvil y he hecho esta foto de algo cuya causa no conoceré.


jueves, 15 de noviembre de 2012

MANIFESTACIONES


He ido a muy pocas. No me gusta. Me siento incómodo.

Alguna en mi época universitaria. Pero en estos últimos dos años he estado en más que en toda mi vida.

¿Qué hemos conseguido? Nada.

¿Nada?

El ciudadano que se manifiesta ejerce un derecho que, de lo contrario, lo convierte en siervo. El ciudadano que se manifiesta le dice a un gobierno lo que no puede decirle de otra manera. En momentos como los actuales, con una oposición que no sabe o no puede hacer frente en el parlamento al expolio de derechos, no queda otra.

Pero aunque no se consiguiera nada, basta con que veas a tus vecinos, a tus amigos, a tus compañeros de trabajo, junto a ti. Tenemos mucho de tribal, necesitamos la aprobación, y hasta el cariño, de los otros. Precisamos saber que no es una pataleta, sino un movimiento importante de mucha gente. “Dignidad”, oí ayer; posiblemente será ésa la palabra.

Y después tenemos que pensar nuestro voto, desde luego. Porque se legisla en los parlamentos, no en la calle. Pero éstos son la representación de un pueblo, y ese pueblo tiene que hacer llegar mensajes a sus representantes. El más importante es el voto, lo tengo claro. Como también estaría más que enfadado si me seducen con un programa para hacer justo lo contrario cuando obtienen el poder. Sólo por eso merecería la pena salir a protestar contra los nuestros, por mentirosos, por estafadores. Incluso por realistas.

Hace ya muchos años estuve en la manifestación de duelo del 11-M. Estaba recién llegado a la ciudad en la que vivo desde entonces. Fui solo. Llovía y hacía mucho frío. Y recuerdo que a algún familiar le dije palabras muy parecidas a éstas que ahora he escrito.

domingo, 11 de noviembre de 2012

EDUCACIÓN CÍVICA Y CONSTITUCIONAL (2)


“Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos”.

Constitución española, artículo 47




jueves, 8 de noviembre de 2012

CONTROL DE IMPULSOS


En una tutoría hablaba a mis alumnos del control de los impulsos y del cálculo de consecuencias. Tengo alguna que otra aspirante a choni, de ésas que creen que todo les es debido, que el mundo está contra ellas. Pobrecilla. Cuando le dices que en unos años tendrá jefes que le dirán lo que tiene que hacer imperativamente, sin opción a réplica, te suelta eso de “Pues yo les digo que se jodan, que hago lo que me sale de los cojones” (raro lugar en el que una mujer podría tener la génesis de su voluntad). Obviamente, respondo, te pone de patitas en la calle de inmediato. “Pero me voy toda orgullosa y que le den por culo”. De orgullo no se come, contesto. “Pues me voy a otro sitio”. Y ahí que sigue, raca-raca, ignorante de lo que hay, acostumbrada a una madre a la que puede tiranizar, que justificará cualquiera de sus trapacerías y pondrá todos los días varios platos calientes ante ella y, al final de la jornada, un cómodo colchón en una habitación caldeada.

Les explico la diferencia entre decir lo que se piensa y pensar lo que se dice. Les digo que han de controlar sus impulsos, que no es lo mismo una ocurrencia que un pensamiento bien reflexionado. Insisto en que han de “calcular” qué va a ocurrir si hacen o dejan de hacer tal cosa. Y quiero creer que en algunos de ellos el mensaje cala. Porque, de lo contrario, lo llevan claro. En primer lugar, veremos en qué condiciones se incorporan al mercado laboral; en segundo, espero que el transcurso de la vida les enseñe antes de que se produzcan daños irreparables. Les insisto siempre en que sean inteligentes, porque la alternativa no es vivir la vida, sino que ésta les pase por encima.

No acabo de saber explicárselo, porque ésa es precisamente la cuestión: vivir con inteligencia. No es que haya que callarse, es que hay que saber cuándo se debe hablar y cuándo hay que callar (no por eso abdicar de convicciones importantes). No es que no haya que ser valiente a veces, es que hay que saber qué consecuencias estamos dispuestos a asumir.

Es esa misma inteligencia, que también puede ser llamada prudencia, de la que tantas veces tengo deseos de abdicar. Si ellos supieran cuánto recuerdo últimamente a esos dos genios (Fernán Gómez y Labordeta). Si supieran cuántas veces tengo el impulso de utilizar sus argumentos

viernes, 2 de noviembre de 2012

EROTISMO DE CINE

No hablo de las pelis porno, género tan estimulante (?) como tosco. No: hablo del erotismo, ese híbrido de deseo y belleza. Y que disfrutamos, a menudo con disimulado babeo, otras maldiciendo ese pantalón demasiado ajustado… 

Hace pocos días que murió Sylvia Kristel, icono sensual (más que sexual) de mediados de los 70, cuando los españoles viajaban a Perpignan para ver Emmanuelle, sin entender una palabra de francés. Pero claro, en España las únicas tetas expuestas al público estaban en el Museo del Prado. Yo vi la peli ya muy avanzado en la veintena, en una emisión defectuosa de TV3, esto es, mal y en catalán. No me gustó nada, pero reincidí pocos años después, por si era la pésima calidad de la imagen y el idioma los que habían determinado mi juicio. Pero no: es mala, esteticista, blanda, bobalicona. Incluso la pretendidamente sugerente música me parece hoy más propia de una compañía de teléfonos de las que te dice “permanezca a la escucha”. Reconozco, pese a la tontorrona peli, que la señorita protagonista era anatómicamente de mi agrado.

O sea, que no me gustan las tetonas, sorry. Por lo tanto, no me pone nada el cine de Russ Meyer, ese tipo que se lo pasa en grande llenando la pantalla de ubres descomunales, de otro mundo, que no puedo imaginarme en 3-D sin sentir un ahogamiento similar al del chico de Amarcord.

Tampoco me gusta el continuo desfile de mujeres ibéricas del cine de la transición, cuyo teléfono sonaba siempre cuando estaban en la ducha, o que sentían un irresistible furor uterino en presencia de Landa, Ozores o Pepe Sacristán. Vistas hoy tienen algo de museístico, de ingenuo.

Recuerdo, sin embargo, algunas de las escenas eróticas a las que pondría muchas estrellas. Por ejemplo, la que tiene lugar sobre una mesa de cocina en El cartero siempre llama dos veces, con Jessica Lange para comérsela enharinada.




Otra estupenda es la que sucede al final de la película Alien, cuando -tras el estresante y angustioso desarrollo anterior- Sigourney Weaver se cree a salvo y se quita la ropa: apenas sus braguitas y una camiseta más que sugerente y puntiaguda (debe ser que hacía fresquito allá por el espacio).



Transpira erotismo toda la película Deseo, Peligro, siempre al borde del sexo explícito, pero con una magnífica historia detrás y una actriz china, Tang Wei, de escándalo en cualquiera de los sentidos (mis acompañantes femeninas dicen que él sí que está para mojar pan). Pido perdón a Gong Li, diosa oriental a la que venero, por mi desliz erotizante.

También es de mi agrado una escena de la extrañisima Eyes Wide Shut en la que Tom Cruise alucina con Nicole Kidman, habitualmente etérea, pero aquí absolutamente deliciosa. O deliciosamente absoluta en su erotismo carnal y vaporoso. Tom Cruise está en estado de estupefacción hormonal; como cualquiera en esa situación.



Y tantas más. Porque la mirada de Milla Jovovich es capaz de derretir la estructura del puente de Brooklyn. Y está la Superpfeiffer, cuyo club de fans mundial me honro en presidir (algún día lo sabrá ella). Y Scarlett Johansson, especialmente en pelis en las que su carita de ángel enamora hasta a las estatuas; no puedo dejar de mirar esos labios… Isabella Rossellini, siempre. Tantas…

Un regalo final: Hedy Lamarr en Éxtasis, para los que creen que el cine antiguo era rancio y casto: