Vaya por delante que su autor, Pere Rojo, es un amigo. Digo
esto por si alguien piensa que mi juicio es sesgado. Pues sí, lo es. El hecho
de escribir sobre su libro -y recomendarlo-, en lugar de hacerlo sobre otro, es ya una elección subjetiva.
Dicho esto, comenzaré con un juicio más subjetivo aún: el
libro me ha interesado y me ha gustado, en tema y en estilo. Pero si PR no
fuera un amigo, guardaría piadoso silencio y seguiríamos manteniendo nuestra
relación, hablando de otras cosas y tomando una cerveza de vez en cuando.
PR es pseudónimo de un psiquiatra amante de la literatura,
escribidor a ratos, y conocedor de muchos campos de alrededor, lo que resulta esencial en un libro como éste.
Confieso que echo de menos más análisis clínico del que hay, que hay poco. Y no
porque uno sea especialmente proclive a explicar la literatura como producto de
la patología (o las drogas, o el alcohol, o la tristeza…), que no, sino por la
profesión que llena de la nevera de su autor, en la que es muy competente. Supongo que es deliberado y que,
de haberlo hecho, habría ahuyentado a más lectores potenciales de los que habría
reclutado. En todo caso, es su elección.
Los escritores suicidas recorre un puñado de autores (o
varios puñados) que, además de escribir géneros varios, tienen en común el
hecho de haber puesto fin a sus vidas por su propia mano. Aprovecha PR para viajar
a la época, explicar las circunstancias históricas, indagar en sus
circunstancias políticas, familiares, afectivas… Por eso es tan completo, por
eso dan ganas de leer más, de saber más.
Cuando me habló del libro me dijo que incluía a Sócrates, lo
que ya es raro porque ni escribió ni se suicidó en sentido estricto. Aunque
sigo manteniendo la objeción conceptual, está muy bien explicada la razón por
la cual se le incluye. No lo reviento: que cada cual lea y decida por sí
mismo. Pero, por la misma razón, podría incluirse a Wittgenstein, que rehusó
ser tratado del cáncer que padecía.
Echo de menos un capítulo para Zweig, aunque solo sea porque
está entre mi santísima trinidad literaria. Creo que el único error que cometió
Zweig fue precisamente su suicidio (al que por cierto acompañó su joven mujer), lo que privó
al futuro de sus libro y a él de vivir en un mundo sin nazismo.
No obstante, hasta ahí llegan los peros. En el haber hay que
destacar que se trata de un ensayo que se lee como una novela. PR está bien
dotado para narrar, es más, debe pensar si da el salto a la ficción porque
tiene cualidades. Es ágil, ameno, escribe con detalle sin que eso signifique que
trufa el libro de aburridas digresiones o descripciones irrelevantes. En un
texto es muy difícil mantener el tempo:
aquí está presente siempre, en sus más de 350 páginas.
La estructura también me gusta. En principio, podría parecer
que la renuncia al criterio cronológico es un error. Pero el autor hilvana muy
bien un autor con el siguiente y da una rara unidad al texto. Porque la tiene:
no es un listado.
Si lo pienso con detenimiento, no sé si es propiamente un
ensayo. Es un libro sobre la literatura, también sobre la relación entre diversas
patologías y el hecho de suicidarse. Pero también hay multitud de análisis
históricos, porque los suicidas que aparecen en el libro fueron hijos de su
tiempo y se anclaron a él y no a la eternidad sólo posible y eventualmente
futura de las glorias intemporales. Por eso es también un libro de historia. Y
no pocas veces de filosofía, con individuos del gremio pululando por sus
páginas: Sócrates, Wittgenstein, Camus, Nietzsche… Excelente reparto.
Me ha interesado todo, pero la recapitulación final más que
cualquiera de las partes, porque da la sensación de que PR está en su salsa. Todo
el libro estaba yo esperando esta especie de conclusión y me sabe a poco.
De modo que, aunque conocía a la mayor parte de los
escritores suicidas y sus obras, el
autor/amigo me ha regalado muchos conocimientos que no tenía. Además, y esto
creo que es lo más sorprendente, es un libro vitalísimo, un montón de páginas
que provocan el deseo de arrojarse sobre muchos más montones, los de los escritores
de los que habla. Y ello sin pesimismos, sin que el tono del libro sea sombrío
o nihilista. Al contrario.
Claro que, desde la cita inicial, podía adivinarse. Esa en la
que Camus dice que el único problema filosófico digno de estudio es el
suicidio, pero porque nos remite a la pregunta por el sentido de la vida. Sólo
se pregunta por el sentido de la vida aquél que es consciente de la muerte. Es
la pregunta, la gran pregunta, la religión, la filosofía, Nexus 6 descubriendo
que es (casi) humano en Blade Runner…
En todo caso, si no os gusta, os doy teléfono del autor y le
pedís explicaciones y la pasta que habéis pagado por él. Y si os gusta, os doy
el mío. O al revés, porque el autor del libro es Pere Rojo, pero el responsable
de la recomendación soy yo.
El libro se presenta en Guadalajara el próximo día 10 de
enero, en el Rincón Lento, a las 18 horas. Con café, té y bizcocho.