martes, 25 de mayo de 2010

ALBERT CAMUS III: LA ALEGRÍA

A Madame Olenska le gusta mojarme la oreja con este escritor. Sostiene que es un comelimones, una inyección de amargura y el tipo ideal para no salir con él de marcha. Se equivoca, claro. Y, además de esa cena que le pagaré para explicárselo, le he prometido indagar en sus libros para buscar la justificación de lo que pienso.

La clave, lo que quiero explicar con estas frases, es que no hay que confundir la alegría con ser un iluso. Alegre es el que se hace cargo de su vida sin narcóticos, el que mira cara a cara a la verdad, el que es consciente de que no hay más, pero también de que la respuesta no puede ser el nihilismo, ni el todo vale, ni el suicidio. Alegre es el que no se conforma, el que inventa, el que crea. No el que se pone una máscara encima de otra, no el que busca mensajes de consuelo que son pura mendacidad (y también mendicidad), no el que nutre de ideología a las arterias del cerebro, sino el artista, el que desafía, el que cree que algo mejor es posible. Y todo esto, contra los hechos, la Historia y los prejuicios.

Ahí van unos extractos de los libros de Camus. Que cada cual juzgue:

“La rebeldía nace del espectáculo de la sinrazón, ante una condición injusta e incomprensible. Pero su impulso ciego reivindica el orden en medio del caos y la unidad en el corazón mismo de lo que huye o desaparece. (…) Su preocupación es transformar” (El hombre rebelde, p. 17).

"Los hombres de mi generación han visto demasiadas cosas para imaginar que el mundo de hoy pueda parecerse a una biblioteca de novelas rosa. Saben que existen las cárceles y las ejecuciones al amanecer; saben que a veces se mata la inocencia y puede triunfar la mentira. Pero eso no es desesperación. Eso es lucidez. ¡La verdadera desesperación es totalmente ciega! La verdadera desesperación es la que consiente el odio, la violencia y el crimen. Yo nunca he cedido a ese tipo de desesperación” (Fragmento de una entrevista en Radio Argel, realizada por Emmanuel Roblès en noviembre de 1947; recogido por el mismo autor en su libro: Camus, hermano de sol, pp. 108-109).

“Desde el momento en que se le reconoce, el absurdo se convierte en una pasión, en la más desgarradora de todas. Pero toda la cuestión consiste en saber si uno puede vivir con sus pasiones, en saber si se puede aceptar su ley profunda que es la de quemar el corazón que al mismo tiempo exaltan” (El mito de Sísifo, p. 37).

“Seguro de su libertad a plazo, de su rebelión sin porvenir y de su conciencia perecedera, prosigue su aventura en el tiempo de la vida” (El mito de Sísifo, p. 91).

“La clarividencia que debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no se venza con el desprecio. (…) Toda la alegría de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso” (El mito de Sísifo, pp. 160-162).

“Rieux decidió redactar la narración (…) para decir simplemente algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio” (La peste, p. 234)

“Por mi parte nunca dejé de luchar contra este deshonor y no odio sino a los crueles. En medio del más negro de nuestro nihilismo, sólo busqué razones que permitieran superarlo. Y no hice esto (…) por virtud ni por rara elevación del alma, sino por una fidelidad instintiva a una luz en la cual nací y en la cual, desde hace millares de años, los hombres aprendieron a celebrar la vida hasta en el sufrimiento” (El verano, p. 37).

“…la rebeldía, cuando desemboca en la destrucción, es ilógica. Reclamando la unidad de la condición humana, es fuerza de vida, no de muerte. Su lógica profunda no es la de la destrucción; es la de la creación” (El hombre rebelde, p. 331).

martes, 18 de mayo de 2010

SUCEDIDOS DE HOY

Por la mañana voy al instituto. Hablo con mis compañeros de la puñalada trapera que nos ha dado ese campeón de la clase trabajadora que nos gobierna. Leo que el 60% de la población apoya las medidas. Uno de mis colegas me dice que qué vamos a hacer si hay crisis. Otros, que de ninguna manera hacen huelga. Uno me dice que estoy muy revolucionario. El último en sumarse a la conversación añade que con Rajoy sería peor.

En el recreo me voy a tomar un café al bar de enfrente. A mi lado, un compañero que milita en el Partido Socialista. Saco el tema a relucir. Espero ingenuamente que me diga que ha devuelto su carnet y se ha dado de baja. También milita en UGT. Esquizofrenia se llama tal sinvivir.

Luego, examino a mis alumnos de 2º de Bachillerato. Algunos dicen unas tonterías como catedrales; a otros no les ha sido presentada la lengua castellana. Aprobarán: el sistema educativo prevarica. Y luego condenan a Garzón por prevaricación…

Por la tarde me pongo a corregir en casa. Enciendo la radio. El obispo de Sigüenza-Guadalajara considera que las medidas del gobierno son necesarias, aunque difíciles. Vaya, la Iglesia siempre echando una mano. Es que la economía es su fuerte, tal vez porque su reino no es de este mundo... Por supuesto, nada de tocar el sueldo a los curas ni de pagar ellos a los profesores de religión. José Sánchez se llama el monseñor.

Dejo de corregir. Pongo la tele. Hay un programa que se llama “El diario”. Llega una mujer joven a quejarse de su ex, que no paga las deudas, que la van a echar del piso. Llega el tipo, se sienta, se ponen tensos, ella rompe a llorar, él dice que no quiere hablar de eso, se levanta y se va. ¿A qué ha ido? ¿Y a qué ha ido ella? ¿Para qué sirven los tribunales y las leyes?


Comienzan los telediarios. Aniversario del wonderbra. Villa va a fichar por el Barça, Mouriño coquetea con el Madrid. Esperanza Aguirre inaugura una Ciudad Deportiva. Ni siquiera tengo ganas de que mañana gane el Atlético. Me iré al cine.

Y para que no se diga que estoy enfadado (que lo estoy) y que sólo hago crítica destructiva, ahí van unas sugerencias al Presidente Zapatero: despido o recorte de asesores, consejeros, autonomías de chichinabo, también un par de collejas a las otras, fin de gratuidades a quien pueda pagarlas, cierre inmediato de todas las televisiones públicas (muy especialmente las inutilísimas y carísimas de todas las autonomías), eliminación de subvenciones a todo tipo de festejos y chirigotas, incluidas las iglesias varias, supresión del senado, de las diputaciones, de los colegios privados gratuitos, de los profesores de religión con sueldo público, de las loterías que siempre tocan a Carlos Fabra y no a los demás, reducción del número de diputados o posibilidad de que voten por teléfono desde casa (total, todos hacen lo que les manda el jefe), venta de la patria a Alemania, deserción de la ciudadanía (yo me hago noruego)… Pues eso.

sábado, 15 de mayo de 2010

BOLUDECES III: FOTOGRAFÍAS





Verdaderamente, hay fotos que salen mal, muy mal.

Pero ¿había que ser tan cruel? ¿Era necesario?

jueves, 6 de mayo de 2010

SILVA Y BEVILACQUA

Hace unos años estaba escuchando la radio un domingo por la mañana. Entrevistaban a un autor del que no sabía nada, Lorenzo Silva, que acababa de ganar un premio con un libro cuyo título me cautivó: El alquimista impaciente. El entrevistador le interrogó sobre un pasaje del libro en el que al guardiacivil protagonista alguien le pedía explicaciones de por qué seguía sus investigaciones si todo parecía sin solución, un asunto para el archivo. “Porque se lo debemos a la familia del muerto”, contestaba más o menos Bevilacqua, que así se llama el psicólogo reciclado en Guardia Civil. Compré el libro, lo leí, me maravilló, seguí comprando y leyendo. Por supuesto, todos los casos de esta pareja de picoletos (porque a Bevilacqua le acompaña la impagable, íntegra y disciplinada Virginia Chamorro). También he leído otros libros de él (especialmente cruel y hermoso es Bandera Blanca). Pero hoy me he propuesto hablar de esta serie de libros de la peculiar pareja, y especialmente del último, que acabo de terminar, La estrategia del agua. Bevilacqua se hace mayor, tiene cuarentaitantos años, un hijo adolescente fruto de un matrimonio fracasado y se enfrenta a un nuevo caso. Está cansado, “quemado”, dicen ahora, de ver cómo sus esfuerzos se estrellan contra unas leyes que disimulan y enmascaran, que no garantizan el bien, sino la impunidad y la desidia.

Hace tiempo que pienso que podría escribir unos folios sobre la relación entre la filosofía moral kantiana y los detectives de novela policiaca. En este caso con más razón. Porque Bevilacqua se queja a menudo de su sueldo y condiciones laborales, pero sabemos que, de doblarle el sueldo, haría lo mismo. Y también si se lo redujesen. Porque actúa por deber y no conforme al deber. Esta distinción kantiana significa que los actos hechos por deber vienen decididos por la voluntad libre de hacer lo que se debe hacer, independientemente del interés o la recompensa. Por el contrario, lo que se hace conforme al deber se hace bien, pero para algo: un buen sueldo, una palmadita en la espalda, honores y reconocimientos, etc. Pero estos personajes no actúan así. Son dueños de una voluntad que refleja el más genuino imperativo categórico. Eso sí, con trama.

Lorenzo Silva no escribe libros policiacos, sino novela social con un evidentísimo tono moral. En toda su literatura lo encuentro: son tratados acerca de lo correcto, de la dignidad, del deber. Lorenzo Silva me parece tan bueno como Stieg Larsson o Henning Mankell, porque reconocemos una realidad social actualísima, y una disconformidad hacia ella que oscila (como en todos nosotros) entre el escepticismo, la fatiga y la rebelión. De este libro me interesa especialmente la feroz y descarnada exposición de la realidad de unos hombres a los que la ley no sólo no protege sino que criminaliza por su condición de hombres. Es el tema (tan doloroso para algunos) de la guarda y custodia de los hijos. Es el tema de las denuncias falsas, de la credibilidad a priori de la palabra de la mujer. En definitiva, de la asimetría llamada discriminación positiva y también preferencia compensatoria, que no compensa, pero es desde luego discriminación. Valga esta muestra, las palabras de la titular de un juzgado de violencia contra la mujer:

“-Tenemos que empezar a poner en la picota a esta clase de gente, es una cuestión de higiene pública. La ley era necesaria y tiene un potencial enorme, pero no podemos olvidar que es excepcional, y mal funciona una ley excepcional cuando no se castiga al que delinque para aprovecharse de ella. Así, la gente se la toma a la ligera y resulta que generamos conflictos en vez de resolverlos. Sobre todo, con lo que suele estar en juego en una ruptura de pareja. (…) Cuántos pleitos nos ahorraríamos (…) si la custodia fuera compartida por ley, y hubiera que probar la incapacidad de uno de los progenitores o su desinterés en la crianza para acordar otra cosa. Como pasa en Francia, en Italia y en otras muchas partes. Impediría que los niños fueran utilizados, y disminuiría algo el resentimiento que al final, mezclado con la mala educación que en este país tienen muchos hombres, pero tampoco perdamos de vista a las mujeres, acaba causando los desastres con los que tengo que bregar a diario. [Tengo] dos niños. Un mes con su padre y otro conmigo. Y tan ricamente, sin traumas, trastornos ni ninguna de esas chorradas que dicen los defensores de la custodia única” (págs. 282-283).

Agradezco a Signos, aquí al lado (Estilema) que en su particular corte insular me nombre Duque de Bevilacqua. Con permiso de Lorenzo Silva, of course. Es un honor.

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