Es aburrida y poco práctica, casi todas lo son. Diez personas
ante mí. Ocho son mujeres. Una de ellas lleva unos preciosos zapatos planos. A
su lado, su compañero de Historia parece ocultar los suyos tras unos pantalones
demasiado largos, rotos; tal vez ya lo estaban cuando los compró, pero la
erosión contra el suelo pudo hacerlo también. Pienso que los eligió
cuidadosamente, mucho más que si has de ajustarlos a la longitud natural de la
pierna, un centímetro más o menos, según los vaivenes de la moda. La que está a
su derecha, la de los zapatos bonitos, ha elegido unos pantalones que no llegan
a ser blancos, de tela de gabardina, muy elegantes, planchados con esmero
seguramente pocos minutos antes de venir: conservan la raya incluso en las
rodillas. Concluyen cuando comienzan los tobillos, qué fragilidad sugerente.
Entiendo que en algunos tiempos y lugares hubiera una fijación fetichista con
ellos. Su piel, no más de ocho o diez centímetros, es perfecta, delicada. Y
termina en unos zapatos planos muy limpios, de charol en los talones y tela en
el resto, excepto la puntera, en la que unas discretas flores motean el mismo
color oscuro que en los talones. El siguiente profesor imparte Tecnología.
Pienso que su atuendo es él: práctico, resolutivo, sin concesiones a detalles
innecesarios. Veo bajo la mesa unos zapatos náuticos, oscuros por el uso,
demasiado consistentes para esta hora calurosa de la tarde. Seguramente son para
él instrumentos de trabajo como puede serlo la tiza, el ordenador o los cables
con los que a veces lo veo por los pasillos del instituto. A esos zapatos les
sienta bien el paso del tiempo, que los convierte en viejos amigos, parte de la
piel. Nos acompañan con las arrugas y hasta un descosido les da prestancia y
trienios. Más allá, el siguiente mantiene las piernas hacia atrás, como con
timidez. Alguien le pregunta y habla con calma y lentitud. Después estira las
piernas y un tobillo asciende al otro, con seguridad, sin arrogancia. De la
solapa del zapato derecho emerge una etiqueta roja que informa de la marca. No
es un profesor especialmente cuidadoso con su atuendo diario y nunca le he
visto fuera de aquí pero, ahora que lo tengo enfrente, me doy cuenta de que la
limpieza y el cuidado personal no son sinónimos de exhibición sino de respeto
hacia sí y hacia su trabajo. El que le ha interpelado, junto a la tutora, un
miembro del equipo directivo, es sin duda el más clásico y aburrido de todos:
vaqueros de siempre y mocasines marrones con calcetines negros. Calcetines negros, no puedo evitar un
gesto mental (que no se note) por esa prenda y color que me parece fuera de
tono hasta en los funerales. Será porque los calcetines son lo más absurdo que
viste a una persona, lo más ridículo. Será porque cubren la parte más incomprensible
del cuerpo humano, la más inarmónica, definitiva e inapelablemente fea. Un
calcetín discreto no puede ser un calcetín prescindible. Basta una licencia en
forma de color, dibujo, forma, para convertirlos en otra cosa y amortizar ese
desatinado final del cuerpo. Mi compañera de Matemáticas me pone la mano en la
rodilla, me estás poniendo nervioso, dice. Perdona. Muevo acompasadamente una
pierna cuando estoy impaciente. La vibración se transmite a ese prodigio de
orden y educación. Una pierna que se mueve en una reunión no es concebible,
indica un estado de ánimo impropio e inadecuado, un deseo de marcharse que ella
no tiene porque no se lo permite. Observo al resto, nadie mueve las piernas; tres
las mantienen hacia adelante, el resto, recogidas, cruzadas. Nadie mueve las
piernas y debo ser el único al que esto le afecta por lo innecesario, por el
despilfarro de recursos humanos en reuniones de las que solo salen informes,
papeles y más burocracia con la que alimentar a los devoradores de vacío con
cuños y firmas. A mí hoy solo me interesan los pantalones, los zapatos y los
calcetines. Hay un estudio de psicología por hacer: “Moda, lenguaje postural y
sentimientos. El mensaje de las emociones en la competencia social”, creo que
podría escribirlo. La memez del título me divierte, podría citar prestigiosos
estudios de universidades americanas aún más prestigiosas en las que los
profesores llevan calcetines de colores mientras hacen como que resuelven sus
problemas en una reunión de trabajo. O de eficaces trabajadores alemanes, con
el tiempo prefijado y un respeto hacia las palabras de otro, seguridades. “Dice
el profesor Heinrich Manturbäcker, de la Universidad de Heidelberg…”. O “Según
la revista Science, Psichology and Behavior existe una correlación no
circunstancial entre el atuendo informal requerido en reuniones de trabajo más
allá del horario estándar y la personalidad del empleado”. Leí que un profesor
había escrito artículos falsos con nombres ficticios y referencias
bibliográficas inexistentes, y que nadie puso objeciones a su publicación. Me
divierte pensarlo en esta reunión que está llegando a su fin. Oigo como a lo
lejos al Jefe de Estudios, a la Tutora. Piden unos informes que nadie leerá
pero que es imprescindible realizar y
sigo mirando, tomando estas notas en mi ilegible letra que nadie tomará por
distracción sino por interés, proyectos y deberes. Tengo ganas de decir que me
aburro, como impúdicamente manifiestan los alumnos, pero demasiada educación a
mis espaldas lo impiden. La Tutora nos despide con palabras amables, le sonrío.
Me gustan sus zapatos azules de medio tacón. Lamento no haberle prestado más
atención.
Procedencia de la imagen:
https://movimientoprofesoralut.wordpress.com/2016/01/28/comunicado-asamblea-general-de-profesores-universidad-del-tolima/
🙈 hostia, los estoy viendo con los ojos cerrados!
ResponderEliminar¿será mi fantasía?
Como si estuvieras allí, I know...
EliminarCreo, Atticus, que muchas reuniones tienen un contenido muy pobre y son poco prácticas, llego a pensar que incluso hay personas que hablan para escucharse a sí mismas, y que pocas veces se va al meollo de la cuestión, o quedan claras las conclusiones a las que se están llegando.
ResponderEliminarEs triste, muy triste, que se vea más practicidad en un sistema jerarquizado, como el privado, donde el jefe dicta y los empleados obedecen...deberíamos cambiar la forma de trabajar en equipo.
Por otra parte, entiendo que te centres en los atuendos y el mensaje que ofrecen al mundo, es una forma de interesarte, desde tu aburrimiento, por el lado humano de las personas con las que trabajas a diario.
Un compañero y amigo dijo hace varios días que hay una relación humana poco estudiada y más intensa que pasa desapercibida, la existente entre los compañeros de trabajo. Un compañero no es un amigo, pero tampoco es un completo desconocido, y en ocasiones se pueden pasar más horas con ellos que con tu propia pareja. Este tipo de relación me tiene desconcertado, casi podría decir que no la entiendo...
En fin, muy interesante la ventanita que nos abriste en tu blog hacia ese momento de tu vida.
¡Hasta el próximo!
Me gusta mucho como escribes. Parece que ya los conozco a todos.En el próximo claustro, me acordaré de esta entrada.
EliminarPara Miguel:
EliminarTrabajar en equipo es difícil. Confieso que me cuesta. No obstante, por si aquí ha parecido otra cosa, soy obediente con los tutores, para mí lo más complicado de ser docente.
Otra cosa es la relación entre compañeros de trabajo, es algo para meditar despacio, lo apunto. Son menos que amigos, pero algo más que conocidos. Y con algunos se establecen químicas especiales. Tengo que pensarlo despacio, gracias por la sugerencia.
Para Unknown:
EliminarMuchas gracias. No sé si has escrito antes, bienvenido o bienvenida si no es así.
Me estoy imaginando la reunión. Lo veo. Yo a veces también desconecto, pero l@s veo de cintura para arriba, entonces me fijo en la ropa y también en el peinado. Ya ves, que cosas.
ResponderEliminarDos apuntes, soy de las que mueve la pierna o el pie, y mucho, no paro quieta. Además llevo los tobillos al aire.
Yo no siempre desconecto, de hecho creo que hay mucho que hablar. Lo que no entiendo es eso de reunirnos porque hay que reunirse, porque es preceptivo y sin mucho sentido, diciendo las mismas frases de siempre, huecas y rellenas de postureo.
EliminarEl peinado, qué cosas tienes, mejor los zapatos.
Lo de los tobillos... ¡Manda foto!
"They sentenced me to 20 years of boredom for trying to change the system from within...", tu final está conectado de alguna manera con el principio de la canción de Cohen. Una buena canción, por cierto. Las reuniones a veces son tan prescindibles, sin embargo, si una reunión ha conseguido que escribieses lo que has escrito, bienvenida sea (no para ti, claro, que eres el que la has sufrido). Me uno a Unknown: me gusta muchísimo la forma en la que has descrito la reunión. Escribes muy bien, estoy de acuerdo.
ResponderEliminarNo sé si esto que tan bellamente dice siempre Cohen es lo que yo quería decir, pero gracias en cualquier caso por tu atención y amabilidad.
EliminarSufro en las reuniones absurdas e interminables, no en las productivas y necesarias. Sufro con aquelllos a los que encanta escucharse, a los que repiten mantras, a los que deben tener poca vida fuera del trabajo.
Lo que escribo no se si está muy bien o sólo presentable. Desde luego, intento cuidarlo. Este texto llevaba casi un año en mi ordenador. Agradezco siempre las palabras amables.