Vistas de página en total

lunes, 23 de abril de 2012

LITERATURA JAPONESA: MURAKAMI

Servidor de ustedes no tiene la menor idea de lo que hace que un libro sea un buen libro. Por eso no sé si las novelas de las que voy a hablar lo son. A mí me gustan, eso es todo.

Hace un par de años llegó a mis manos un libro llamado Sauce ciego, mujer dormida, que saqué de la biblioteca por su título. Lo leí de un tirón: era un conjunto de cuentos ambientados en su mayor parte en Japón. El autor, un tal Haruki Murakami, es al parecer una celebridad mundial. Yo no lo conocía. Pero de inmediato la leí, y después la magnífica Tokio blues. Enseguida Al sur de la frontera, al oeste del sol, After dark, 1Q84 y, hace unos días, Sputnik, mi amor.

No soy un hooligan, por lo que el deslumbramiento inicial no siempre ha hecho que me guste todo lo que he leído de él. El primero me subyugó por su modo lentísimo de escribir, por conseguir construir un cuento con una anécdota o hacer un elogio del vitalismo a partir de una catástrofe… Me entusiasmó. Tokio blues cuenta una extraña historia de amor imposible a través de la locura; creo que es el mejor de los suyos (lo que quiere decir que es con el que más he disfrutado). Hace poco hicieron una película con ese mismo título, que no es que esté basada en la novela, es que es la novela. Sin embargo… no, lo que en literatura me parece sublime, en cine no tanto; el ritmo moroso de los fotogramas me ponía nervioso. Pero a muchos seguidores les cine indie sí les gustará.

Al sur de la frontera… me agrada especialmente, es difícil de contar, no es muy distinta temáticamente de Tokio blues. Dice un buen amigo (a cuya legítima se la regalé por su cumpleaños) que tiene mucho sexo, que casi es pornográfica. No tanto, aunque sí es cierto que Murakami hace descripciones y crea conversaciones en las que la sexualidad de sus personajes se aborda de frente, casi con ingenuidad, con sus gozos y sus sombras, si me permite Torrente Ballester.

After dark me aburrió, y más aún 1Q84, qué le vamos a hacer. También conozco, la he hojeado, De qué hablo cuando hablo de correr, porque Murakami, entre otras rarezas, es aficionado al maratón y al jazz. Esto último está presente en todas las novelas de él que conozco. Por último, acabo de terminar Sputnik, mi amor, una estupenda historia, muy fiel al estilo de sus autor, que se pierde cuando llega al cuarto final y nos deja unos personajes que no acaban de dibujarse y una acción incompleta, inconcreta e inconexa. Como si se hubiera cansado y quisiera terminarlo. Ya sé, algunos me dirán lo del final abierto y todo eso, pero a mí me decepcionó. No es lo mismo final abierto que dejar las cosas a medio hacer.

Para un occidental es muy extraño como escribe Murakami. Porque pasan cosas, sí, pero el ritmo es deliberadamente lento, como mirar el movimiento de los nenúfares mientras suena Duke Ellington. Hermoso, atrevido, desasosegador a veces. No pocas, cruel.

Leedlo. Y decidme.

lunes, 16 de abril de 2012

MIS ESCENAS FAVORITAS: ‘MATAR UN RUISEÑOR’

Acaba de escribir Coe un post recordándonos lo estupendo que puede ser ponerse una peli en casa con un bol de palomitas. Una buena película, se entiende, como Matar un ruiseñor, que incluye entre sus favoritas. En un comentario que he hecho en su blog le digo que debería escribir sobre esa magnífica película, así que a ello me pongo.

Todo el mundo sabe que es una película rodada en 1962 por Robert Mulligan, con Gregory Peck como protagonista. Cuenta la historia de un abogado viudo (Atticus Finch), con dos hijos pequeños, al que le es encomendada la defensa de un negro que parece haber cometido abusos sexuales sobre una joven blanca con cierta merma de sus capacidades mentales. A medida que la película transcurre nos damos cuenta de que Robinson, el acusado, está condenado desde el principio, el jurado popular (de blancos) ha prejuzgado: repárese en lo que esto significa. Será declarado culpable y conducido a prisión. En algunos contextos sociales, el parecer es suficiente para ser. No cuento más porque la película merece verse completa.

En esta escena cuya referencia adjunto en inglés (apenas hay una frase) asistimos al final del juicio. El veredicto ha sido dictado. Robinson ha sido declarado culpable y se lo han llevado: si la justicia del hombre blanco dice que es culpable, entonces lo es. El abogado Finch recoge sus papeles mientras en la planta baja todos (los blancos) vuelven a su vida cotidiana, una vez eliminado el molesto negro. En la planta alta está la comunidad negra, que ha confiado en la justicia, que ha creído que Atticus Finch podía ser el que desvelase una verdad igual para todos: Robinson no pudo ser el autor del delito. Los negros no están sorprendidos, hubieran querido que las cosas fueran de otra manera, pero lo que ha ocurrido lo sabían desde el principio. Sin embargo, no han perdido un ápice de dignidad; su absoluto silencio es de agradecimiento y homenaje: Finch no es un cómplice de la justicia injusta; todos se ponen en pie, despacio, diciendo sin palabras lo que las palabras no pueden decir.

Me gusta ese plano  partido en dos. En la parte de abajo, Atticus Finch es un abogado derrotado por el sistema, pero no deja de ser un héroe moral. Ha actuado por respeto al deber, independientemente de las consecuencias, porque se debía a la justicia. Mientras, los negros no se van, guardan silencio en la parte alta de la sala. Hay un instante en que el pastor dice a la hija de Atticus más o menos estas palabras: “Levántese, señorita Jean Louise, su padre se va”. Y ella, que es la narradora de la película, se pone de pie, y sabe de repente que su padre, que ha perdido el caso, tiene una grandeza moral que no puede explicar con palabras innecesarias. Jean Louise, Scout, es consciente en un momento de dos cosas importantes: que el mal existe y que, frente a él, siempre habrá alguien dispuesto a dar la batalla, aunque se pierda.

Menos de dos minutos, pero uno de los hitos de la moral en el cine.



lunes, 9 de abril de 2012

BOLUDECES X: PROBLEMAS IDIOMÁTICOS

Una de las peores cosas que te ocurren cuando viajas es no conocer el idioma local. El sueco está entre los más impenetrables, como sabe cualquiera que ha comprado en Ikea: repasas el ticket y no tienes ni idea de si lo que has comprado es lo que te han cobrado, porque en el papel sólo pone esto: Persisk Kelim Gashgai, Ljusnan y Brödhlut. A saber.

Menos mal que el inglés está más extendido por allí que la estupidez por aquí.

No obstante, los nombres de los comercios deparan alguna sorpresa hilarante como la de las fotos que adjunto, fruto de mis paseos por Estocolmo. Si alguien sabe sueco, que perdone la chanza, que seguro que al revés también ocurre.



viernes, 6 de abril de 2012

MIS ESCENAS FAVORITAS: ‘VÉRTIGO’

Todo el mundo habrá visto Vértigo, por lo que está de más contarla. En esta película se encuentra la escena que, a mi juicio, mejor ha mostrado el deseo. Frente a la falsa y rutinaria exhibición de la carne, aquí James Stewart sólo necesita mirar. Atención a esos ojos: Madeleine ha retornado de entre los muertos. James Stewart actúa con los ojos.