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lunes, 27 de febrero de 2023

HABLAR

Estaba dando vueltas a un poema de Enrique Badosa, de su libro Mapa de Grecia, en el que se habla de la necesidad del diálogo, de seguir hablando. Las alterativas son un horror.

No me refiero al diálogo entre países, cuya ausencia desemboca en todas las formas posibles de hostilidad. O del diálogo entre partidos políticos, cuya alternativa es la demagogia y las mentiras de parte.

Yo estaba pensando en que hay personas con las que da gusto hablar y otras con las que es imposible.

Entre estas hay muchas variantes. Están las que son -creen- el ombligo del mundo, las del yo, yo, yo y después yo, las que tienen una vida interesantísima y solo saben hablar de sí mismas, de lo que hacen, de lo que tienen, de lo que ven y leen, de sus amigos, de sus vacaciones, de su familia… Insufribles por plastas: al cabo de cinco minutos hay que huir.

Son igualmente insufribles las que practican el machoalfismo sabeloto: lo saben todo de todo y solo te escuchan para machacarte con sus sentencias rocosas. Parece que hablan contigo, pero no: en su versión más generosa te conceden el privilegio de haberte encontrado con ellos. Siempre flotan por encima de la plebe.

También son detestables las que hablan y hablan y hablan a velocidades endiabladas y sin pausas, no vaya a ser que aproveches para hablar tú. Eso sí que no. Creo que, en el fondo, es temor al otro, necesitan ocupar el discurso para no quedar en evidencia. En todo caso, mal.

No me gustan tampoco las que nunca dicen nada, escuchan, no se posicionan jamás, parece que no tienen sustancia, van como veletas en la conversación… Confieso que alguna vez soy de estos mudos, pero es por no entrar en disputa con las variantes anteriores.

Casi todos los que he nombrado son los del yatelodigoyo, loqueyotediga, hazmecasoamí, yoestoybieninformadonocomotú y similares.

Por supuesto, están las de la banalidad full time, estas más que brasas son aburridas hasta la extenuación. Necesitarían mirar al otro y ver que no le interesa nada, que no precisan tantos detalles, que ya se lo han contado mil veces, que están fantaseando sobre un detalle, que eso puede ser importante para quien habla, pero no para los demás…

En definitiva, cierta simetría siempre es necesaria. Dicho de un modo más académico, hay que reconocer al otro como interlocutor válido, la relación ha de ser lo más horizontal posible, dar al otro la posibilidad de expresarse, de ser escuchado y atendido. Hay que hacer altos en el propio discurso, preguntar, interesarse, aceptar que no tenemos razón o no toda la razón, que nuestros intereses no son universales, que no somos el centro del mundo.

¿Hay buenos conversadores? Por supuesto, tal vez debieran ser una especie protegida; en cualquier caso, hay que protegerlos y arrimarnos a su compañía, conocimiento y bonhomía. Y procurar ser como ellos.

 

domingo, 12 de febrero de 2023

‘SIN MUERTOS’

Los que trasteáis por aquí sabéis que me gusta la novela negra. Ya he dedicado algún post a Lorenzo Silva y a Henning Mankell.  No creo que sea patrimonio de un país ni de un autor. En España, el propio Silva ha inventado esa pareja de picoletos que hacen las delicias de sus lectores, Vila y Chamorro. También me gusta mucho Francisco García Pavón, cuyo investigador es Plinio, jefe de la policía municipal de Tomelloso; es una pena que no se conozca más. Y qué decir del recientemente fallecido Domingo Villar, que nos ha dejado unos pocos -muy pocos- libros de su detective gallego. Gran pérdida.

También me gusta mucho Alicia Giménez Bartlett. Leí hace pocos años un par de libros suyos. La inspectora Petra Delicado y su ayudante, el subinspector Fermín Garzón, son una pareja sensacional, cada cual de una generación, de unos valores y visiones de la vida casi opuestos, pero ambos dispuestos a aprender del otro y a acudir como policías a cubrir las carencias de la vida corriente en tantos casos en los que la maldad, el resentimiento, los celos o el simple afán de poseer y dominar acaban en delito.

Hace un par de semanas saqué de la biblioteca Sin muertos. Yo pensé que era un caso más de la inspectora, ideal para un par de viajes en tren que tenía muy próximos. Pero me equivoqué. Es Petra Delicado, ya en su tercer y plácido matrimonio, la que escapa una semana a un monasterio gallego y allí reflexiona por escrito sobre su vida. Porque eso es: una autobiografía de un personaje de ficción de cuyo pasado teníamos noticias dispersas y que aquí reconstruye. Empieza por su familia, sus hermanas y padres, y sigue con su vida universitaria en los estertores del franquismo, sus novios, matrimonios, dudas, errores, decisiones valientes… Como en tantas novelas, casi lo de menos es la trama. Al igual que me ocurre con Silva, lo que más me interesa es la Petra Delicado que reflexiona sobre el amor, la dependencia, el sentido de la vida, la libertad…

No sé la razón por la que la autora lo tituló así, aunque no sea lo más importante.

Desde luego, si a alguien le interesan las opiniones de este humilde bloguero, leedlo. Este y a su autora.



Procedencia de la imagen:

https://www.casadellibro.com/libro-sin-muertos/9788423358212/11667753