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jueves, 28 de septiembre de 2023

SÍNTOMAS

Voy tres veces a la semana a un gimnasio. En varios lugares veo un cartel que dice que está terminantemente prohibido hacer fotos. Lo cierto es que no he visto a nadie hacerlas, pero supongo que, si está puesto, es porque alguien las ha hecho. En ese mismo lugar hay otro cartel que dice que no se vacíen en cierto lugar las botellas de agua de los usuarios; pues ni caso.

En el centro de salud hay varios carteles que piden apagar el móvil. Pues… ni lo apagan ni hablan en voz baja. También hay otro que informa de que cualquier agresión física o verbal que se produzca sobre el personal será denunciada. Cuando lo leo pienso que no los pondrían si no hubiera ocurrido eso.

De los cines, conciertos, teatro y espectáculos en general, mejor no hablo. Por cierto, hace poco era el más joven de la sala de cine y lo de los móviles fue un no parar y la luminosidad de la pantalla a todo trapo.

Soy tan mayor que creo en la buena educación, me parece que hay que pedir las cosas por favor y dar las gracias, que hay que respetar el silencio exigible en cada lugar y, por descontado, al otro. Bajarnos del yo arrogante e infantiloide.

No gritar estaría igualmente bien, bajar el nivel de ruido y la hinchazón de la vena. Mejoraría la convivencia.

Efectivamente, soy un antiguo. Veo esos carteles y me parecen síntomas. Síntomas terribles.



Procedencia de la imagen:

https://www.granadahoy.com/opinion/tribuna/Elogio-respeto_0_1607539367.html

domingo, 17 de septiembre de 2023

SOBRE LA OMISIÓN DEL JUICIO

He leído hoy un tuit (o como se llame ahora) de Catherine L’Ecuyer en el que dice que no es lo mismo discernir que juzgar.

Después he visto una película estupenda, Tár (Todd Field, 2022), y eso me ha llevado a recordar el tuit.

Vamos por partes. La película es estupenda, aunque le sobran minutos. Tiene muchas explicaciones sobre música y la experiencia estética que a mí me interesan mucho, como lego que soy. Y después se adentra en los problemas que tiene la protagonista, la directora de orquesta Lydia Tár (Cate Blanchet, sensacional), que desembocan en una acusación y en su ostracismo posterior, aunque la fundamentación no sea clara, porque en ciertos temas es muy cierto eso de «Calumnia, que algo queda» o «Algo habrá hecho».

Me he acordado del caso de Dolores Vázquez, que pasó dos años en prisión, condenada injustamente por el asesinato de Rocío Wanninkhof y ahora vive en el extranjero. Y también de la película La caza (Thomas Vintenberg, 2012) en la que un maestro (Mads Mikkelsen) es acusado falsamente de abusos sexuales a una alumna hasta que le destrozan la vida.

En ningún caso faltan los linchadores, esos que enjuician, pero no disciernen, esos que, desde su ignorante soberbia moral, sí se atreven a enjuiciar a los demás. En esos casos tan graves y en todos los demás, leves e insignificantes.

A lo mejor es que cuesta mucho decir que no sabemos, que no estamos capacitados, que hay que ser prudente, que hay que esperar. Debe ser eso.

Pero el daño que se hace es irreparable. Y se van de rositas.



Procedencia de las imágenes:

https://www.ecartelera.com/peliculas/tar/

https://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-206432/


martes, 12 de septiembre de 2023

LUMBAGO

Tengo buena salud, lo que es una suerte, desde luego. Me cuido, hago deporte razonable, como sano sin obsesionarme, no fumo y tomo alcohol muy ocasionalmente.

Pese a eso, de vez en cuando me acometen problemas de garganta (la profesión) y también lumbago. Una de las dos bajas laborales que he tenido (la otra fue un esguince de tobillo) se debió a una lumbalgia aguda que apenas me permitía moverme de la cama o de un silloncito que inmovilizaba mi espalda. Hace muchos años de eso y no he vuelto a tener una crisis así, aunque de cuando en cuando me duele la zona baja de la espalda, como me ha ocurrido la última semana. He hecho vida más o menos normal, no ha sido nada grave: puse remedio y alivio con calor, una de esas cremas que yo llamo Logoprofén (deformación profesional) y algún antiinflamatorio. Estoy casi bien, incluso hoy he ido pronto a la piscina a nadar (crol, espalda) muy despacito y chorro de agua en el spa. Muy bien.

Estos días he comprobado que tenemos demasiadas cosas en el suelo o muy cerca. Ejemplo: hay que poner lavadora y la ropa está en una cesta sobre el suelo, pido ayuda. Para tender parece que no necesito el auxilio de nadie, en la terraza hay una mesita sobre la que pongo la ropa y las pinzas, pero siempre hay alguna que se cae al suelo, también cuando recojo la ropa seca; ahí decido no pedir ayuda y dejar las pinzas para cuando esté bien del todo. Lavaplatos: el cesto superior bien, el inferior necesita un ascensor para que yo no me tenga que doblar; me limito al de arriba. Me traen la compra, la dejan en la encimera y empiezo a colocar en la nevera: malditos congelados, qué abajo estáis; y el ticket, que sale volando al suelo. Voy a la ducha: es fácil y agradable, pero tengo que pedir a alguien que recoja la alfombrilla o dejarla en el suelo hasta mañana. Podría seguir, menos mal que casi siempre tengo a alguien cerca que me echa una mano y no me odia demasiado.

También he pensado, debemos pensar, que hay gente para la cual el dolor o los problemas de movilidad son constantes. Ser pacientes, empáticos y colaboradores es una obligación moral. Aunque solo sea por egoísmo, lo que es una pobre razón.



Procedencia de la imagen:

https://www.zaragozadeporte.com/Noticia.asp?id=2986

jueves, 7 de septiembre de 2023

POR LA TARDE

A nadie le importa que hoy sea 7 de septiembre, que es para mí una fecha significativa y no quiero decir por qué.

Dentro de poco empezará a anochecer. Me gusta asomarme a la terraza y contemplarlo: el cielo está despejado, dicen que volverá a llover en unos días. Hace poco hice una foto y se la mandé a un amigo enfermo.

A la izquierda de mi ordenador hay un libro, El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes. Llevo leídas 57 páginas, me gusta mucho, es a menudo desasosegador y violento. Lo acabaré.

Hace una temperatura muy agradable, ni frío ni calor, como el chiste, pero estoy incómodo porque tengo lumbago y me ha empezado a doler otra vez. Me he aplicado una crema y siento un calor que alivia. Afortunadamente, no me inmoviliza, hace años tuve una temporada muy mala, incluso con baja laboral.

Quiero salir al campo a coger moras. Suelo hacerlo en septiembre. Aún tengo dos tarros de mermelada del año pasado congelados. He dejado de desayunar dulce, ahora me hago una tostada con tomate y jamón y zumo natural cuando hay naranjas (pronto). Me sienta muy bien, me da fuerzas. Supongo que mis dientes y mi cuerpo agradecen que baje la cantidad de azúcares. La verdad es que tomo pocos dulces; eso sí, hidratos de carbono bastantes. Me dijo la médica que mejor integrales y la verdad es que no noto la diferencia, salvo en el arroz, que se eterniza al cocerlo, en eso no le hice caso.

Escucho bajo mi casa a los niños en el parque. Gritan, lo normal. Un grupo de jóvenes juega a baloncesto. Todo el verano ha estado bajando a la cancha un adolescente a las 7:30 a tirar a canasta, él solo, más de media hora. Ayer aún lo hizo. No parece muy diestro, pero qué más da, lo admirable es esa fuerza de voluntad, la constancia. Tampoco yo lo soy en ningún deporte.

Miro el móvil. ¿Cuántas veces lo hago al cabo del día? Muchas. Este año voy a proponerme dejarlo en el salón por la noche y leer en la cama. Leer me gusta, probablemente lo que más. El libro de Tatiana Tibuleac es magnífico y me pide que vuelva a él y que deje estas frases inconexas que me impone la tarde, el sosiego, la luz que declina suavemente. Unas frases que probablemente no interesan a nadie.



Procedencia de la imagen:

https://impedimenta.es/producto/el-verano-en-que-mi