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miércoles, 25 de marzo de 2020

EL REGRESO DEL CONOCIMIENTO

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No es un secreto mi afinidad con el escritor Antonio Muñoz Molina, tanto en narrativa como cuando escribe artículos de opinión.

Acabo de leer esta maravilla en el diario El País. De modo que, en lugar de escribir yo, que soy un plasta del conocimiento frente a las chorraditas de que todo es equivalente y respetable, ahí va el artículo:

Leed sus libros. Ninguno es menor.


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lunes, 16 de marzo de 2020

LA COMPRA MÁS TRISTE


Resultado de imagen de compraEste post está en obras. Tal vez derribo, el tiempo lo dirá.

martes, 3 de marzo de 2020

TRES PADRES DE CINE


Hace poco que murió Omero Antonutti. Fue un actor italiano, no muy conocido por aquí, pese a que participó en algunas películas españolas excelentes, como La verdad sobre el caso Savolta o, sobre todo, El Sur.

Esa misma tarde leí ese cuento largo del mismo título, escrito por Adelaida García Morales. Y pensé que me gustaba más el padre de la película que el padre del libro. A ambos les une la devastación, el dolor y la soledad. Pero el de la película es más próximo a su hija, tiene una bondad natural que no posee el del texto. Omero Antonutti le da una presencia, una mirada, que he visto pocas veces en el cine.

Mientras leía pensaba en otros padres que me han hecho asomar las lágrimas. Varios, pero sobre todo otros dos: Atticus Finch, por supuesto, y Agustín González en Las bicicletas son para el verano.

No insistiré mucho en el primero. Atticus es el padre perfecto, el padre que no sabe -ni quiere- ser madre, viudo y triste pero no desesperanzado, que da siempre la explicación correcta a sus hijos, sin minusvalorar su capacidad, con un sentido de la justicia que intenta que sus hijos aprendan. El padre que todos hubiéramos querido ser.

Agustín González es el tercero, en esa magnífica película de Fernando Fernán-Gómez, Las bicicletas son para el verano. Es el padre que tiene una familia demasiado grande en unos tiempos demasiado pequeños, que intenta mantener la serenidad, la coherencia y, como los demás, la bondad, en una España en guerra que se alimenta de odio más que de lentejas. Qué escena maravillosa cuando, al final, su hijo le dice que la guerra ha terminado y que llega la paz, y él responde que no ha llegado la paz sino la victoria.

Un padre no es sólo una figura de autoridad, un dios hecho carne, un dios de temor. Un padre no es la figura cuasi religiosa a la que se refería Freud. Un padre duda y se equivoca y entonces pide perdón.

Estos padres cinematográficos son amor, bondad y pedagogía. Lo que yo hubiera querido ser. Lo que quiero ser de mayor.



He aquí unas muestras/escenas:

https://www.youtube.com/watch?v=216iSDKurJY

https://www.youtube.com/watch?v=iP5spnSZ9QI

https://www.youtube.com/watch?v=QH4OjDrtRN4