Jaume Cabré: Las incertidumbres
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martes, 26 de enero de 2016
domingo, 17 de enero de 2016
LECTURA RECIENTE DE ‘ARENAS MOVEDIZAS’
Acabo de terminar de leer Arenas
movedizas. Todo el mundo sabe que su autor murió el último otoño. En este
libro no hay unidad, se suceden una serie de capítulos (casi posts) en los que
Mankell habla de muchas cosas sin aparente conexión. O sí hay un hilo invisible que lo recorre: Mankell
habla de su vida, pero -por ese extraño milagro- habla de la vida. Desfilan por sus páginas personajes y acontecimientos que
reconocemos, con los que nos emocionamos. Al final, los temas son universales.
Esta mañana de domingo me he despertado temprano. Anoche me
dormí tarde, atrapado por las páginas. Lo he terminado cuando la madrugada
dejaba de serlo.
Yo sabía que el inspector Wallander era un arquetipo. También
sé que su autor es una persona grande, que me hubiera gustado escuchar. Que el
libro no se terminara.
Pese a que la sombra de su enfermedad -ésa que le llevó a
escribirlo, que le amenazó y que finalmente se lo llevó- lo vertebra, no es un texto triste.
En absoluto.
(Henning Mankell: Arenas movedizas, ed. Tusquets, p. 308)
domingo, 10 de enero de 2016
MIS ESCENAS FAVORITAS: FÚTBOL FRENTE A FUNDAMENTALISMO
No estoy de acuerdo con los que dicen
que hay que ser andorrano para opinar sobre Andorra, casado para hacerlo sobre
el matrimonio o testigo de Jehová para hablar de los testigos de Jehová. En
todo caso, la pertenencia da un plus de conocimiento, pero también condiciona
la visión.


Me dirán algunos que estas películas
son más bien críticas al sistema político que a la religión. Sin duda;
precisamente eso es el fundamentalismo teocrático: valerse de Dios (que, por
definición, guarda silencio) para erigirse en su intérprete único, organizador
del Estado y ejecutor de su mensaje.
Hace unos meses vi la película mauritana
Timbuktu (Abderrahmane Sissako). Recuerdo un excelente film que a veces parece una comedia… si
no fuera porque lo que cuenta es la verdad y porque esos ignorantes con fusil
matan al discrepante.
Se me quedó grabada una escena, a
medio camino entre el ballet y el deporte. Muestra el ridículo, el esperpento
asesino, de ésos que prohíben el fútbol, la música, la risa y todo lo que no
sea (su) ortodoxia.
Ayer, en Días de cine, la nombraron escena cinematográfica del año.
lunes, 4 de enero de 2016
LIBROS DE 2015

Hablaré de algunos y sólo narrativa. Los innombrados lo son
porque han caído en el olvido o porque no me han aportado nada especialmente reseñable.
El orden en que lo hago es igualmente aleatorio, aunque indicaré primero los
dos que menos me han gustado (entre los que he terminado):
Accidente nocturno, del Nobel Patrick Modiano me
pareció de una simpleza insultante. Como casi siempre, lo que leo en revistas y
blogs especializados me saca del error, así que me flagelo y prometo
impostar voz y lectura, pero ni pienso volver sobre él ni lo recomiendo.
Así empieza lo malo, de Javier Marías: algo parecido.
Estilo sobresaliente al servicio de una historia que no me interesa nada,
aunque leer a Marías es, por sí mismo, una inversión, un aprendizaje. También
muchos críticos me riñen por mi falta
de competencia lectora, pero las páginas pasan y pasan y cada vez me cuesta más
entrar en esa historia cuyas motivaciones y desarrollos ni me llegan ni me conmueven
ni me apetecen. Aun así, alcancé el final, pero únicamente por un placer
estético.
De Pérez-Reverte he leído dos: El tango de la guardia vieja y Hombres
buenos. Mejor el primero, más fiel a su estilo clásico y aventurero. El
segundo me parece una grandísima idea que no me acaba, como si los personajes fueran más planos que otras veces,
una pena.

Unknown me habló de un texto prometedor, precioso, de una
autora iraní, Sahan Delijani, titulado A
la sombra del árbol violeta. Una delicia que transpira ansias de libertad.
Autora que dará más y a la que quiero seguir. También me descubrió a Richard
Ford, del que he leído Canadá, una
estupenda historia, con curiosos y estrafalarios personajes; me gustó más la
primera parte de la novela que la segunda. También a Ford debo seguirle la
pista.
A otro de mis clásicos, Murakami, le di dos oportunidades: Hombres sin mujeres y Sueños. El primero es un conjunto de
relatos, algunos magníficos, muy en su estilo de personajes solos en el
laberinto de la vida, aunque no es de lo mejor del autor. Sueños es un cuento ilustrado en una edición muy cuidada, como para
regalo, estupendo para los no muy lectores y para los que no se atrevan con
Murakami a pelo.
Creo que una de las sorpresas del año es la rareza de Bohumil
Hrabal Una soledad demasiado ruidosa.
Ya tiene unos años este texto que, siendo una narración breve, es mucho más:
creo que habla de libros, de arte, de soledad, de desamparo; y también del
inmenso desasosiego de las dictaduras y de lo fácil que es la manipulación de
las personas. Es curioso, lo compré en una feria de intercambio de libros por 1
€, lo que significa que alguien lo desechó como yo hago con otros cada año.
Nunca llueve a gusto de todos.
Como la sombra que se
va es la última
novela de Antonio Muñoz Molina, autor que recomiendo siempre. Debe leerse si
uno ya conoce El inverno en Lisboa.
Tiene mucho de autobiográfico. Y me sorprende que entre en su propia intimidad
hasta lo que no imaginé que contaría. Lo hace sin piedad hacia sí mismo. Me
gusta como autor, también lo que escucho en las entrevistas que concede y como
articulista. (De él también he leído Todo
lo que era sólido, aunque no es narrativa, una suerte de ensayo o reflexión
sobre la actualidad y los últimos años; más que bueno).

Pero la novela negra no podía faltar. Louise Penny es la
autora de Una revelación brutal, cuya
reseña encontré en el blog de Marian. No me gustó tanto como a ella, pero sí me
pareció una estupenda narración detectivesca con muchos y muy curiosos
personajes, ambientada en el mundo rural de Canadá. Como ella dice, recuerda a
la serie Doctor en Alaska. Un poco
larga y coral para mi gusto, pero vale la pena.
He leído bastante novela gráfica. Aunque no es mi género
preferido, creo que debo destacar La
inmensa soledad (Frédéric Pajak) cuyo conocimiento debo al blog http://www.devoradoradelibros.com/
(excelente, por cierto, un blog literario en condiciones y no las banalidades
que circulan por la red). Es un texto singular e innovador, un ensayo gráfico:
cuenta la historia de dos solitarios en Turín: Nietzsche y Pavese.
Imprescindible, triste y hermoso.

Estoy esperando su novela póstuma. Hablé con Rafael Chirbes
en la feria del libro de Madrid. No había nadie en su caseta. Tenía sentido del
humor, generosidad hacia sus
compañeros de casetas con colas kilométricas (“Es que ellos sí saben
escribir…”, me dijo cuando le mostré mi sorpresa).
Hasta aquí llego, compañeros y amigos. Signos, me debes una
cerveza. Esperan en la mesita de noche una novela negra de autora islandesa, el
último Brunetti de Donna Leon y una relectura pausada de La peste de Camus. Y el Quijote,
claro, cómo no.
Ah, estoy abierto a ofertas de Babelia y similares y a mostrarme todo lo exquisito que la cosa
requiera. Pues sólo faltaría que nos pusiéramos dignos a estas alturas…
viernes, 1 de enero de 2016
GURBEAR
El día 1 es extraño por definición. Hace años que no salgo tras las uvas e
incluso me acuesto antes que muchas noches normales.
Este año, lo mismo.
De modo que me levanto cuando algunos aún vuelven de esos ritos de alcohol, ruido y apareamiento. Desayuno largamente y después pongo una
lavadora, siempre pongo una lavadora el primer día de enero tras el café.
Después gurbeo un
rato. Y no es fácil. Esta vez he gurbeado a cinco personas.
Lo explicaré: hace un tiempo una mujer de pasmosa belleza me
dio su teléfono, quedamos para ir al teatro… y no apareció. Después parece que le dio el remordimiento (“lo
había olvidado, lo siento mucho”…), pero tras dos o tres mensajes (SMS, época prewasapera) sin respuesta, la envié
a una categoría que ella inauguró: Gurb. Obviamente, es una referencia a la
divertidísima novela de Eduardo Mendoza, Sin
noticias de Gurb. Pues eso, sin noticias de… quien sea. Ahí se queda medio
año, una especie de purgatorio, y cuando llegan las vacaciones de verano, un
nuevo examen la devuelve a la agenda
normal, a su letra -si es que ha vuelto a la existencia social y comunicativa- o al definitivo destierro de mi teléfono móvil tras un gurbeo sin atenuantes.

La verdad es que me siento bien, liviano. Y en cuanto deje
de violentarme tanto abandonar algunos grupos wasaperos, se me va a quedar la
agenda del móvil más delgada que las modelos ésas tan tristonas de pura
privación.
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