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viernes, 30 de septiembre de 2011

CASA


No fue mi casa cuando puse las primeras sábanas
ni cuando llegaron los muebles nuevos.
Comenzó a serlo cuando invité a buenos amigos
y hablamos desordenadamente hasta muy tarde
mientras bebíamos vino tinto y minutos de la noche.
Y llegó de verdad cuando puse los libros en orden alfabético,
y se instaló para siempre el aroma del café
y la voz de Youn Sun Nah.
No pido mucho.

14 comentarios:

  1. No pides mucho: afecto, vino, libros, buena música, café. Pero sin estos requisitos mínimos, la vida no valdría mucho la pena...

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  2. cuando era niño e iba a casa de mis amigos a jugar, me llamaba la atención que hubiera, en cada una de ellas, un olor particular

    también en la mía, supongo que una mixtura de las comidas de mi madre, su obsesión por la limpieza y, cómo no, aquel aroma al tabaco de mi padre y a los efluvios que la soldadura inyectaba en su ropa de trabajo

    no soy un friki desnucao que crea en casas encantadas, el fengpetisuí ése y todo eso..., pero sí creo que las casas tienen espíritu

    para mí es algo indefibible y no puedo determinar los ingredientes que lo conforman, no sé, un cierto orden de los muebles, el color de los tejidos, una acumulación babélica de objetos o un despojamiento minimalista

    pero, por supuesto, una presencia ausente o una ausente presencia de eso que yo dí en llamar "isla de kampa", cuyo significado, tú, atticus, y algun@s otr@s conocéis bien

    a ver ese café, llevaré un single malt para que nos dé conversación

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  3. No pido mucho, Elena, es verdad. Y al leer tu comentario me doy cuenta de lo que he escrito. A veces se nos imponen las palabras. Y ahora, repasando, me doy cuenta de que este proyecto de felicidad que es una casa, necesita de esos elementos. No pido mucho.

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  4. Yo también recuerdo esos olores que dices, CrisC, pero no a qué olía mi casa cuando era un niño. Y recuerdo también que en algunas casas de mis amigos no me gustaba entrar por eso mismo: una cierta mezcla de escasa ventilación, coles, tabaco y oscuridad.

    Cuando voy a casaa ajenas suelo percibir ese espíritu que dices. Aunque no sea una ciencia exacta, sino un conjunto de impresiones difusas y no siempre razonables, existe. Hace poco estuve en casa de dos personas al comienzo de los sesenta, con nietos continuamente allí: era luminosa, desordenada, llena de colores y pegatinas de animales. Era una casa pequeña pero en ella se veía tanto caos como felicidad. Leí los lomos de los libros. Sus autores eran casi los mismos que leo yo. No me fue difícil sentirme en mi casa. También he conocido casas de revista de decoración, con unos dueños tan vacíos como sus paredes impolutas: ni una mota de polvo, ni un gramo de vida.

    El café lo pongo de mil amores. Y si prefieres, el single malt. Acabo de averiguar (me lo dijo el dueño de esa casa magnífica, un escocés estupendo con el que me entendí pese a mi paupérrimo inglés) que Knokando se pronuncia "Nokandú". Tengo una botella.

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  5. Yo también recuerdo los olores de las casa. Cada una tiene su olor particular. Ahora ya no lo noto tanto como antes. Antes era entrar en una casa y empezar a percibir el olor. Hay olores a los que te acostumbras y ya no los hueles: el olor de tu casa, la casa de un amigo a la que vas todos los días, las casa de tus familiares más cercanos etc.
    Atticus, yo he estado en tu casa y siempre me has tratado divinamente. Tu casa huele a veces al té de manzana que te estoy gastando yo. Un olor agradable, por cierto.

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  6. Intento tratar divinamente a todos los que visitan mi humilde morada. Me parece que me hacen un honor. Agradezco tus palabras.

    Pero eso de que mi casa huela a té verde... lo tengo que corregir. A ver si me tomas por un british desteñido y pelirrojo. Te huele a té de manzana justamente porque lo vas tomando a medida que vienes. A mí no me vuelve loco, y caducaría en el armario, pero reconozco que huele bien. Hace un par de años tuve un té de rosas que olía divinamente. Como es natural, no se me ocurría bebérmelo (estaba malísimo) pero dejaba la casa que parecía un jardín.

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  7. Tomo nota. Rachel, si algún día vienes a mi casa tendré preparado té de manzana (:

    Personalmente, de mi niñez recuerdo el aroma a lumbre y madera de la casa de mis abuelos... La cosa mejoraba cuando sacaban chorizo de la tierra para almorzar! Jejeje (:
    ¡Bes@s para tod@s!

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  8. Ni caso a esa pecadora bebedora de enjuagues. Los british están abducidos por esos enjuagues de agua caliente con escasa sustancia a los que, para colmo, añaden un chorro de ese líquido infecto al que llaman leche, con lo que el resultado es muy parecido al de un fregadero atascado por una fabada en mal estado.

    Qué desagradable me estoy poniendo.

    El aroma a lumbre (qué hermosa palabra) es parte del atrezzo de las vidas de muchos, de su banda sonora y del disco duro de la pituitaria.

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  9. Muchas gracias, Clotho. Estaré encantada de tomar ese té. Atticus, a tí ni te escucho. Haré como que no he leído nada. jajaj. Sí eres un poco desagradable. Besos

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  10. Me he quedado corto porque esto es un sitio público. O porque mi en mi educación pública (o sea, púbica, tal como están las cosas) no había clases de levantar el meñique mientras se sujeta elegantemente la taza de te en porcelana carísima. Oshea.

    (Sabes que hay cachondeo recurrente con el líquido éste; nunca maldad).

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  11. Hace años, muchos, una amiga y yo teníamos el mismo modelo de jersey: de pico y en azul marino. Después de un tarde en casa de unos amigos, los jerséis se habían revuelto. No había manera de distinguir el de cada una. Hasta que se me ocurrió llevármelo a la nariz, era el suyo, toda su casa estaba concentrada en él. Lo mismo percibió ella con el mío, cuando los intercambiamos, ninguna fuimos capaces de reconocer el olor de los nuestros.

    A mí me gustan las casas con olor a incienso y a esencias florales pero no los ambientadores, tan artificiales. Y también los brebajes, incluido el té de manzana, je,je,je

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  12. Entiendo perfectamente lo que dices del jersey. Hace pocos años sabía perfectamente si una compañera de trabajo había llegado ya. Por el estupendo e inconfundible olor. Hace unos días me llegó de nuevo... en otra mujer. Imposible, no debe, pensé.

    Como siga alguien con el asunto de los brebajes, cierro el blog, que se me está poniendo cara de bebedor de guarrerías. Menos mal que acabo de acomodar el cuerpo a un Jameson con hielo. Por cierto, en Cartagena, tras una estupenda iniciación al buceo.

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  13. Tampoco hay que cerrar el blog, seguro que los brebajes que tú tomas también nos gustan, je,je,je

    Me interesa el buceo, me dedique a ello hace años pero por otros mares, muy poco en el mío, el Mediterráneo. ¡Cuéntanos algo más!

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  14. Me gusta el café y no me gusta la leche. Me tomo el té si hace falta, no le hago ascos; algunos son excelentes: me gusta su aroma y el calorcito que te da en invierno. Me gustan sus ritos. Pero no me gusta nada con leche, nada de nada, me parece asqueroso. Me gusta el vermouth bien preparado (blanco o rojo, en sus copas, con sus rodajas de limón o naranja), el whisky en vaso panzón, y casi siempre con hielo. El vino en su copa, nunca en vaso. Otros berbajes, otro día.

    El buceo... magnífica experiencia, pese a que pasé un momento de ansiedad en el que la respiración entrecortada estuvo a punto de dejarme en el barco. Una vez abajo, me olvidé de mi peso, de que la respiración no era del aire, de que soy miope, de que el tiempo pasaba. Un sueño lento y estupefaciente, un paréntesis inexplicable en la vida. Qué voy a decirte si lo has practicado.

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