Ayer fue el día internacional de los Derechos Humanos. También se han cumplido 50 años desde la fundación de Amnistía Internacional, probablemente su defensora más tenaz y constante.
Y escribo esto para decir que no existen. Claro que no. ¿Qué quiere decir existir? Hay quien cree que nacemos con ellos, como el que nace con orejas. O bien que son una suerte de leyes que podemos reclamar exitosamente, como el que obtiene un puesto escolar. Pues tampoco. Nos queda, dirían algunos, la posibilidad de que sean una especie de ideas o valores más o menos platónicos, que preexisten en algún lugar, pero cuya realidad es indudable. Ni siquiera esto.
Los Derechos Humanos son una creación de los hombres. Son fruto de un acuerdo muy amplio, pero su universalismo se pretende, se busca, aunque esté muy lejos de ser un hecho. Esto es, se trata de un universalismo de los fines, no de los datos. Espero que se me entienda si digo que esa es su grandeza. Y también su enorme fragilidad: el ser humano ha renunciado a la fácil ley de la selva, ha puesto la piel de la naturaleza del revés para decir que toda persona debería tener derecho a unas mínimas condiciones de vida digna. Esto, tan poco, es una revolución contra la Historia y contra la Naturaleza.
Los Derechos Humanos no se cumplen, por supuesto. Los sueños de justicia siempre han sido contrafácticos, pero deberían cumplirse. Como la democracia, los Derechos Humanos mueren de éxito, y buena parte de sus burladores mastican esas palabras una y otra vez mientras a sus espaldas se perpetran las atrocidades más inimaginables. Pero ellos saben que hacen mal. Ése es su éxito: tal vez no nos hemos dado cuenta de que hasta su aceptación (más o menos universal) no había un código ético fuera de las religiones que tuviera ese alcance, esa amplitud de miras y esa generosidad.
Sus cimientos son muy débiles (no son; es preciso que sean). Por eso no conviene dejar de celebrar ese acontecimiento inverosímil. Y tampoco hay que dejar de vigilar: mientras algunos creen los Derechos Humanos son algo natural, los lobos afilan sus colmillos y se prueban los disfraces.
Nada es más natural que no tener derechos.
http://www.youtube.com/watch?v=oVWgrE1m8Lc&feature=related
Lo que pasa Atticus, es que unos tienen derechos y otros tenemos obligaciones. Se están violando los derechos humanos constantemente. Aquellos que luchan porque se cumplan son encarcelados ¿ por qué? Todos deberíamos tener derecho a una vivienda digna, a una educación etc. Lamentablemente, tener derechos, en muchas partes el mundo significa una cosa diferente que en otras partes del mundo. Es muy complejo,¿ por qué el haber nacido en un país o en otro te exime de ciertos derechos?
ResponderEliminarAunque también es verdad, que en un mismo país unos tienen más derechos que otros, y no las mismas obligaciones. Es la ley del " yo tengo derecho" y ¿ dónde están tus obligaciones?
Todavía en el siglo XXI siguen sin cumplirse los derechos humanos, e incluso los avances en este sentido, se han parado; en algunos casos se ha retrocedido y se han perdido derechos humanos y legales.
Ninguna sorpresa en lo que dices. Es que lo derechos no se tienen: sólo la naturaleza posee tal cosa. El mundo del derecho (como el de la moral) supone un salto cualitativo al mismo tiempo que una negación. Los derechos son valores y los valores ni pesan, ni miden ni tienen sabor: pero tasan conductas y personas.
ResponderEliminarEn unos países hay más que en otros por la sencilla razón de que ha habido gente que se ha ocupado de que haya leyes positivas (perdón por el pleonasmo) que hagan efectivo lo que no es sino una aspiración utópica en otros. Y, cuidado, todo lo que se tiene se puede perder: insisto en que estamos en un ámbito que tiene la piel quebradiza.
De los deberes también hay que preocuparse, justamente porque los derechos los generan, si es que hablamos de ciudadanos y no de siervos. Pienso que tal vez te refieres a esa turba que carece de la más elemental educación social, la que piensa que todo les es debido, que tienen derecho al todo gratis, ahora, y sin medida, esos que se llevan las sábanas de los hospitales, los libros de las bibliotecas (si es que alguna vez van) y las farolas de la vía pública, y que aún claman al cielo porque se consideran víctimas.
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ResponderEliminarExcelente y justa frase la que acaba el post.
Hay millones de seres humanos cuyos derechos son conculcados. Es vergonzoso saber que hay dictaduras que han firmado su adhesión a ellos y que hay democracias que miran para otro lado. Y también supuestos progresistas con menos seso que una olla express.
No quiero ser frívolo, porque hay gente que sufre y eso me basta para contenerme, pero algo diré: me cisco en el padre putativo de los cientos de miles de tocinos que jamás han movido ni moverán en toda su prescindible vida un dedo por ninguna causa y hoy se les llena la boca de derechos.
Así se estampen.
También me ha impactado la última frase. Y la anterior. Y todo el post.
ResponderEliminarCelebrar, vigilar. Y dejar de asumir.Sí.
Hay unos pocos seres humanos cuyos derechos no son conculcados. El resto son tratados como si no fueran seres humanos, sino mercancías, propiedades o números, cuando no molestas plagas que conviene ir fumigando.
ResponderEliminarRecuerdo que Pinochet se vanagloriaba de coleccionar condenas de asociaciones pro Derechos Humanos. Otros, por el contrario, los saborean con delectación mientras mandas a sus huestes contra el disidente. Y se autodenominan demócratas, así, sin detergente.
No eres frívolo. Pero deja en paz al padre putativo, que no tuvo nada que ver en el enranciado devenir del cerebelo de sus vástagos. O bastardos.
Pues muchas gracias, Coe. Espero de todos vosotros que perdonéis que salte de temas frivolones y cachondeos varios a estos temas más hondos. Normalmente escribo despacio y los posts se acurrucan en las entrañas del aparato hasta madurar. Pero ayer estuve todo el día dando vueltas al asunto y este escrito tuvo muy corta gestación.
ResponderEliminarLo releo ahora y me doy cuenta que lo que intentaba es mostrar que no hay un fundamento muy sólido de los Derechos Humanos. Y eso es un peligro, porque la gente cree que están-ahí, como si fuera desde siempre o para siempre. No es así. Tal vez me ha salido un post metajurídico o metamoral. Pero tampoco quería decir las habituales vaciedades. Celebro que os guste.
Pues a mí me ha encantado este post. Me gusta mucho la Ética y me encanta el tema de las relaciones entre Ética y Derecho. Los derechos humanos no es que no se tengan es que a veces no se reconocen, pero independientemente de que se nos reconozcan o no los tenemos, es decir, deberían sernos reconocidos por todos los Estados. Por eso son derechos morales, inspiran o deberían inspiran desde la Ética la leyes positivas.
ResponderEliminarY que no están conseguidos es un hecho. En algunos países clarísimo y en otros, supuestamente avanzados, se están poniendo en peligro porque ahora sólo cuenta lo que tiene precio y no valor. La Segunda Generación de Derechos Humanos está siendo atacada constantemente justificándolo con esa maldita crisis económica que nos está haciendo perder en un pis-pas lo que costó sangre, sudor y lágrimas conseguir.
En fin, a ver si pasa pronto esta crisis y podemos seguir quemando la VISA, ésa es la gran preocupación.
Allá por el curso 95-96, una alumna mía de 15 años me entregó un trabajo sobre los Derechos Humanos con la siguiente portada: "Derechos Humanos: ¿Hipocresía o estamos locos?". Sólo la portada merecía el 10 que obtuvo, cuánta sabiduría!!!
Saludos, a pesar de todo, esperanzados. Montse
También a te agradezco tus amables palabras.
ResponderEliminarComparto contigo ese interés. Hace tiempo que vengo dando vueltas a la idea de que los Derechos Humanos tienen una fundamentación inversa a la llamada falacia naturalista. Según ésta no se pueden derivar valores de hechos. Sin embargo, lo que hacen los DDHH es justo a la inversa: pretende que se deriven hechos a partir de valores, es decir, que lo que debe ser, sea. O, dicho con tus palabras, que se reconozca en las leyes lo que ya reconoce la Declaración.
Lo de tu alumna, efectivamente, de 10.
La Visa, a la mía le falta un cacho. Serán los recortes.