Semejante palabro
lo escuché por primera vez en las clases de don Fernando Montero, maestro de
quien esto escribe, como he dicho otras ocasiones. Pertenece a la fenomenología
de Edmund Husserl y con ello quería decir el filósofo alemán que debemos suspender
el juicio ante la presencia de las cosas para abordarlas en su pureza, sin
prejuicios. “¡A las cosas mismas!”, decía Husserl. Desde que aprendí el vocablo
han pasado casi treinta años y no sé si lo comprendí entonces; tampoco si lo
entiendo ahora. Pero últimamente me dan ganas de decirle a mucha gente que
practique la fenomenología husserliana. Esto es, que calle, que escuche y
aprenda, que no juzgue, que no se disfrace con sólidos ropajes ideológicos o con la seguridad de flan de la
ignorancia.
Algunos amigos me dicen que estoy ermitaño. Pero no:
estoy husserliano. Practico la epojé. En sus dos versiones: la de aquél que
escucha para aprender y la del que obsequia con su silencio al quien trufa su
discurso con banalidad y estulticia. Espero que no sea sólo una actividad de
este verano zen.
“Así, la epojé fenomenológica no es comparable ni a la duda cartesiana, ni a la suspensión escéptica del juicio, ni a la negación de la realidad por algunos sofistas, ni a la abstención de explicaciones propugnadas, en nombre de una actitud libre de teorías y supuestos metafísicos, por el positivismo de Comte”.
José Ferrater Mora: “Epojé”, en Diccionario de Filosofía, tomo 2.
¡Madre mia! Cuando te entra la vena filosófica estás que te sales... Yo también suelo practicar la epojé, sobre todo en la primera versión.
ResponderEliminarBesos veraniegos Atticus
Verás, Marian, mi amigo CrisC me riñe porque dice que me salen posts muy largos y densos. Este no es largo... y creo que tampoco denso. Pero es que a mí el verano no me quema las neuronas, aunque a lo mejor debería pensar más despacio, incluso desenchufar de vez en cuando. Lo malo es que no sé: es luchar contra el propio temperamento. Espero vuestro perdón.
EliminarCreo que las dos son buenas. La segunda es un modo de desprecio sin exponerse a perder los dientes. El silencio.
También para ti esos besos, de vuelta.
No conocía el palabro, como tú le llamas. Y aunque es feo por fuera, por dentro tiene un par de significados preciosos que convendría aplicar para hacer la vida más agradable a todos.
ResponderEliminarDesde luego. Lo recomiendo. El silencio activo es terapéutico para uno mismo y muy necesario para los demás.
ResponderEliminarNunca había oído esta palabra, así que me acerqué al post con mucha curiosidad. Antes de comenzar a leer me detuve en la imagen y tras su lectura me pregunté... ¿Cuántos lienzos debió pintar Edmund Husserl?
ResponderEliminarPues no tengo noticia de que pintase. Pero la imagen le iba bien al post. Tiene aire zen.
ResponderEliminarNo opongo objeción alguna a la densidad, más aún, la cultivo y la prefiero, pero dados los muchos apremios de la vida cotidiana sí opto por aligerar la extensión de mis posts y la busco en los que leo, qué se le va a hacer, cosas del minimalismo y de la idiosincrasia, así que practico una suerte de epojé, palabro que adopté, como Atticus, de don Fernando Montero y que luego padecí en las lecturas de Husserl, un latazo, oiga, pues aún hoy me cuesta entender lo que significa, plop, campana y sa acabao.
ResponderEliminarMuchos de los fenomenólogos acabaron abrazando la religión, distintas religiones. Siempre me he preguntado la relación entre esa actitud de suspensión del juicio y e silencio de Dios. Me admiran esos que son capaces de creer entregándose, y me dan un yuyu indescriptible los que jamás suspenden el juicio porque hablan en nombre de Dios. No les vendría más un par de arrobas de epojé.
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