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sábado, 22 de noviembre de 2014

MEMORIAS

Tiene miga el asunto. Porque, según dicen algunos, somos memoria. No tanto, creo yo, una exageración que suena muy bien.

Si la literatura tiene mérito sólo por ser fiel a los hechos, apañados estamos. No hemos avanzado nada. Creo, por el contrario, que si por algo destaca la literatura es por su capacidad de hacer ficción, de inventar, de retorcer las palabras hasta que ofrezcan nuevos brillos.

Las memorias no me interesan por sí mismas. Me aburre el detalle de entomólogo con el que Rousseau desgrana acontecimientos y conversaciones, vivencias íntimas, recuerdos. Sospecho que algunos son fruto de su imaginación. No conscientemente, claro. Como les sucede a los ancianos que construyen ficciones en las grietas de la memoria. Y esa mezcla no me gusta.

Aún menos interés tienen las memorias del famosete de turno, escritas casi siempre por el negro ad hoc, cuyo oficio disfraza la nadería insustancial y el postureo mediático bajo una prosa digna.

Y también hay ídolos musicales adolescentes que escriben memorias… Qué risa: contradictio in terminis.

Ya puestos, mejor las falsas memorias, como la excelente Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, casi un libro de filosofía, una novela que cabalga en la historia, un texto mestizo y fronterizo.

También me gustan las memorias como excusa. La que más, El mundo de ayer. Memorias de un europeo, de Stefan Zweig, texto en el que la narrativa del yo es el hilo conductor para explicar la historia de Europa durante la primera mitad del siglo XX. También es un tratado sobre la tolerancia.

Los libros de memorias me parecen, además de indiscretos, vanidosos. El que las escribe considera que merece la pena su vida, lo que ha hecho; y nos las ofrece orgulloso. Y a menudo no tienen para los demás el interés que él cree merecer.

Otras veces son testigo de sucesos que nunca debieron tener lugar, como en Confieso que he vivido, libro en el que descubrimos que Pablo Neruda, el pasional poeta amoroso, recibió el Premio Stalin de la Paz, algo así como el Premio Hitler a los Derechos Humanos. A veces es mejor el silencio. 

8 comentarios:

  1. A mí las memorias tampoco me interesan mucho. En mi opinión, algo de ficción siempre hay en ellas. Tengo "Yo, Claudio" esperando a que le llegue el turno. A ver qué me encuentro cuando lo lea. Las biografías ya son otra cosa, pero las memorias... no me terminan de convencer.

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    1. Las memorias, yo creo, pertenecen más al género de la Historia que a la literatura creativa, aunque necesiten de muchas dosis de buen escribir y mejor contar. Pero las dejo para cuando quiero estudiar Historia. No obstante, como ya he dicho, hay excepciones (Zweig notablemente).

      "Yo, Claudio" no es un libro de memorias. Es una excelente narración, y no sólo del emperador Claudio, sino de toda su familia. De hecho, Claudio no es el prota absoluto hasta la segunda parte "Claudio el dios y su esposa Mesalina". Hay que leer ambas, unas 1000 páginas. En Alianza hay una edición excelente. También se hizo una serie de televisión, creo que la BBC, con Derek Jacobi. Excelente.

      Las biografías me interesan menos aún. Me parecen el hermano pobre de las memorias. La wikipedia de las memorias, sólo datos. Para eso, mejor la química.

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  2. Prefiero las memorias a la ficción.

    Cualquiera que tenga diez o veinte años más que yo me parece una fuente impagable de experiencias y vida por la que, en el mejor de los casos, yo habré de pasar. Y quiero saber de qué va.

    Me gustaron las de Zweig, no hay nada que no me guste de este humanísimo polígrafo. Me gustaron mucho las de Seifert, también las de Savater, mucho las de José Luis de Vilallonga y las de Boadella o las de Julio Caro Baroja sobre la casa familiar.

    Voy a escribir unas (o doses). ¿Y si cuento algo de nuestro editor en París, Atticus? O algo sobre el difunto (¿ánde andará?).






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    1. Yo no. A no ser, como ya he dicho, que se utilicen como excusa. En cuyo caso hay que tener una precaución elemental: no falsear la Historia.

      Las experiencias de los otros me interesan, pero hasta cierto punto. No podrán ser las mías porque no soy él y tengo reservas mentales hacia las vidas ajenas. De hecho, las tengo también hacia mi propia vida...

      No conozco muchas de las que nombras, pero sí las de Savater, muy jugosas, que he recordado estos días a raíz de la muerte de la Duquesa de Alba. En ellas habla de la relación de su primer marido con la filosofía.

      Nuestro editor en París... De eso hace tanto que ya no tengo memoria. Y del difunto, menos. Como Nietzsche pedía, mi capacidad de olvido es infinita.

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  3. A mí también me suelen aburrir en general. Sin embargo, por hacer un poco de abogada del diablo, las memorias entendidas como vivencias de un escritor son el gran pilar que hay detrás de las novelas, cuentos y ensayos. La inspiración viene de lo vivido. Sin vida no hay imaginación.

    Dicho esto, estoy de acuerdo que, no limitarse a enumerar hechos vividos y añadirles las licencias que la mente permita es mucho más atractivo.

    ¡Saludos!

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  4. De todos modos, Timonera, hay que matizar. Hay escritores magníficos con vidas y viajes muy pobres o escasos, al menos en apariencia. Porque no es necesario explorar el Amazonas para hacer un buen libro. Eso sí, conviene no decir tonterías al respecto. Creo que no existe la Tierra Media ni los mundos que Borges imaginó, pero ahí están los libros...

    Dicho esto, también creo que es cierto (al menos en parte) lo contrario. Estoy harto de libros y películas en los que todo lo que ocurre es fuego de artificio, la nada. Mucho envoltorio y nada debajo. Oí decir a Javier Ocaña, crítico de cine de "El País" que a gran parte de la nueva hornada de cineastas les sobraban cualidades técnicas, sentido de la imagen, pero les faltaban lecturas, vida o ambas cosas. Creo que también vale para los libros, y muy especialmente para esos que se empeñan en hacer importante lo banal.

    Vaya rollo dominguero...

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  5. Pues... A mí me gustan las memorias... Y también me gusta la ficción... De hecho, las memorias, en cierto modo... ¿No serían ficción también? Jajaja... ¿Por qué digo esto? Realmente, cuando leo unas memorias no sé qué voy a encontrar y lo mismo me pasa con una historia inventada escrita en primera persona... Al final no dejan de ser personajes que narran unas vivencias (desconocidas a priori para mí y con las que puedo o no sentirme identificada)... Aunque, por supuesto, luego está la manera, la forma, el estilo en que se narran... Ahí sí soy más exigente... Jajaja... ¡Abrazos para tod@s!

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    1. Para nosotros siempre es desconocido, excepto, claro, cuando el memorialista cuenta una época que conocemos. Bueno, te lo perdono. Yo prefiero la ficción.

      No sé qué libro empezar hoy. Tengo las memorias de Josemari (Aznar) y un cuentecillo de Borges (el de las ciruelas pasas, creo) que se llama "Funes el memorioso", debe ser por los rabos de pasas...

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