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martes, 18 de octubre de 2022

HAENDEL Y LUIS GARCÍA MONTERO



Aquella casa no era mía.

Yo contraté la luz, el agua y las palabras.

Dispuse que los muebles y los vientos

volvieran a jugar en los balcones.

El paisaje llegaba saludando

igual que los amigos,

y al levantar la mano y las botellas

abril subía por el ascensor

y las colinas de la tarde

cambiaban amapolas por un whisky.

 

Yo contraté la noche para cerrar las puertas.

Quise quedarme solo con mi amada,

quedarme dentro de las horas

que ruedan con la miel de dos desnudos.

Yo preparé las sábanas, los libros, los armarios,

pinté de blanco las paredes,

pero la casa aquella no fue mía.

 

Porque empezó a llover

durante todo un año y el siguiente,

y el otoño manchaba los pasillos

con silencios mojados y zapatos,

y estuvo el mes de enero

helando hasta cortarse con nuestra soledad

y nuestra ropa sucia,

y el coche que subió por la colina

de barro y abandono

vino para decirme

que aquella casa no era mía.

 

Y aquella casa no fue mía.

Aprender a vivir enamorado,

saber amar,

significa también sentirse libre

cuando un amor se acaba.

Las ruinas de hoy

no son ya mi dolor ni mi recuerdo.

Veo como un extraño

la ventana forzada, las paredes con grietas,

los azulejos rotos.

 

La lluvia que pregunta en la esquina por mí

sabe que aquella casa no era mía.

 

 (Luis García Montero: “Primer amor”, en Vista cansada)


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