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sábado, 24 de octubre de 2009

EQUIPO DEL DESASOSIEGO

“Extraviémonos por la gran pesadilla
de la noche. (…)
Y la desobediencia sea privilegio nuestro”.

Ana Rossetti: Indicios vehementes


Hace unos días que alguien, con evidente intención de molestarme, me preguntó cómo le había ido al Patético de Madrid. No sabía el individuo en cuestión que no sólo no molestaba, sino que acertó de lleno con la palabra.

Vayamos por partes. A mí no me gusta el fútbol. A muchos atléticos no nos gusta el fútbol. Si nos gustase nos haríamos del Barcelona (o del equipo que en ese momento hace fútbol, porque una cosa es jugar un partido y otra muy distinta que haya fútbol). Las razones por las que soy del Atlético de Madrid son de índole poética y filosófica.

No, no desvarío. Volvamos al principio. Pathos es una palabra griega que significa pasión, sentimiento. Y enfermedad. De ella derivan patético (y también patología). Pero con este despectivo epíteto se pretende insultar sin conseguirlo, porque precisamente el que padece es el que tiene pasión, y sólo goza el que se arriesga, el que camina sin andaderas, el que se asoma al abismo sin red ni arnés. El dolor de la parturienta, dijo Nietzsche, es necesario para que exista el gozo de la vida.

Los aficionados atléticos tenemos mucho de eso. Nos gusta apasionarnos, pero esa palabra en castellano indica tanto lo que hace sufrir como lo que hace disfrutar. Ése es el riesgo, la apuesta.

Los que se ríen de nosotros suelen ser los vecinos ricos, el pijerío de la Castellana y los opositores a gente de orden, renegados, aspirantes al calor del pesebre. No lo entienden, peor para ellos. Un madridista (o culé), colecciona títulos, cuenta las veces que ganó la liga, la copa y el trofeo del mus del bar de la esquina. Pero un atlético anhela gestas: quiere más la épica que la estética. Le gusta ganar, desde luego, pero eso no es lo que más importa. Su sustancia, su ser, es otro. Un atlético conoce jornadas y más jornadas de ridículo, vergüenza y desesperación. Pero también de esperanza, porque con este equipo nunca se sabe: es un triple en la quiniela y un trabajo extra para el corazón. Un peligro. Cuando juega, se dobla el turno de cardiólogos de guardia en los hospitales.

El Atlético es carne de diván, ya lo sabemos. Qué deliciosos domingos habría pasado Freud, qué gran libro se dejó por escribir: El fútbol como anhelo inconsciente. Complejos e histeria del Atlético de Madrid. Es un equipo que no es un equipo. Es el ser y la nada. Es una palabra que busca su referencia en un futuro que a veces se materializa y otras se diluye en el polvo cósmico. Pasa de la ramplonería a la hazaña. Es el ser humano: magnífico y cruel; lo más elevado, lo más miserable.

Hay otra razón. Soy visceralmente antinacionalista. Y he vivido más de 25 años en una ciudad mediterránea, de ésas que tienen equipo importante y de vez en cuando ganan ligas. Pero yo no podía ser de ese equipo: moral del rebaño, lo fácil (perdonadme lo que seáis del equipo de la tierra). Así que seguía a los rojiblancos, hermanos pobres, indios junto al río con su lenguaje desprovisto de logos, su fuego orgulloso y su conducta imprevisible. ¿Quién querría ser vaquero habiendo praderas, caballos salvajes en los que montar a pelo, bisontes, ferrocarriles por asaltar? ¿Quién quiere ser el hombre blanco, que nos domina, que nos masacra, que nos extermina? Pero allí estamos siempre, dando la murga, cortando cabelleras, heroicos y fracasados, torpes, tensos de miedo y de alegría. Los indios, los pieles rojiblancas.

Somos patéticos, naturalmente. Románticos, sin destino, exploradores. Preferimos la melancolía a la arrogancia de los vendedores de camisetas. Perderemos casi siempre. Y qué. Cortázar decía que la vida es algo que se pierde al final, pero que ha sido bello jugar.

Así que un respeto para todos estos replicantes, outsiders y vagabundos. Nuestro domicilio es el pathos; Paseo de los Melancólicos, s/n; 28005 Madrid.

(Para ti, Dogville querida, son cosas que pasan. Aunque no te guste el fútbol, sabrás de qué estoy hablando: la vida empieza mañana).

13 comentarios:

  1. No sabía de tu pasión por el Atleti. A muchos atléticos sí nos gusta el fútbol, pero tenemos clase. Y no vamos a cometer la vulgaridad de ser de un equipo cualquiera. Y ser del Real Madrid o del Barcelona lo es cualquiera.

    Yo no sé por qué soy del Atleti. Se lo pregunté a mi padre cuando era pequeño (yo, no él), pero me dijo: “que te acabes la cena”.

    Acuerdo en el amor de las gestas y la épica, pero no en la estética: nosotros sabemos de la elegancia. Y acuerdo: ¿quién querría ser un gringo piojoso pudiendo montar a pelo caballos pintos y asustar gringuitas de rubios bucles?

    Nietzsche hubiera sido del Atleti, por aquello que escribió en "Más allá del Bien y del Mal": “nosotros los elegidos del sufrimiento”.

    El Atleti, hace unas horas, la ha vuelto a cagar, cachiiiiissssshh…

    ¿Ése que te dijo lo del “Patético de Madrid”… ya ha ido al dentista?

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  2. Bueno, la afición, ya sabes, no es estrictamente futbolísitica. Es más lo que lo rodea, lo que significa. Las razones espero haberlas detallado.
    Hace unos años, cuando estaba terminando de explicar a Nietzsche, dije algo que a muchos debió parecer una boutade: "Como podéis deducir de todo lo que os he intentado enseñar, si Nietzsche viviera hoy, sería del Atlético". Vi alguna caras de aburrimiento, cierto malestar entre los madridistas que no se atreven a llevar la contraria al profesor (por si la nota), y un muchacho, al final de la clase, que asentía en silencio. Javier, tú lo entendiste bien, todo lo entendiste bien en esos tres cursos en los que tuve el honor de colaborar mínimamente a tu formación.
    No he explicado bien lo de la estética: nuestros jugadores no están dotados para los malabarismos de otros equipos, todo eso cuesta dinero, pero la elegancia es otra cosa (que no todos los jugadores tienen, hay que reconocerlo). Generosidad en la victoria, elegancia en la derrota, le dije a alguien a quien una mujer había maltratado sentimentalmente. Renuncia al odio, despídete con elegancia, desea la felicidad al otro.
    Algo parecido me sucede cuando hablo de los ultas atléticos, carecen de ese sentido de la elegancia y no han comprendido bien cuál se su genuino ser: están envenenados por el resentimiento; hubieran querido ser del Madrid, pero ni eso les queda; necesitan al enemigo poderoso, dependen de él para su odio en su minúsculo cerebro de idea primaria (porque sólo cabe una). No son de los nuestros.
    Por último, hay un libro titulado "Cuentos de fútbol", que tiene algunos maravillosos; recomiendo el de Julio Llamazares. Y otro no menos estupendo titulado "La filosofía del fútbol". Que los progres me perdonen por preferir a Forlán antes que a Heidegger.

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  3. Por favor, siempre Forlán. Y antes un match entre Atleti y Athletic que un máster sobre "Sein und zeit". Ya te digo.

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  4. Una vez escuché comentar que cuando a un niño, de pequeñito, le hacen del atlético de Madrid es porque es un niño no deseado... y como venganza, para el resto de su vida le hacen sufridor. A lo largo de su vida, este niño, se planteará muchas veces ¿por qué soy del atleti?... y no escuchará respuesta por parte de su mentor, pero si pudiese adivinar sus pensamientos, puede que aumentase el promedio de niños huérfanos. Como venganza a esto, sin saber cómo ni porqué, cruelmente transmiten su desgracia a sus descencientes.

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  5. Los judíos envenenaban las aguas que bebían los cristianos, los rojos comían niños, los atléticos son hijos no deseados con los que sus padres vengan las bromas del sexo...
    ¿Es una gracieta del departamento de chistes malos urdido por el Gran Jefe Camiseta Blanca?
    Muchacho, o hay pelín de mala fe y no pocas ganas de incordiar o necesitas un buen psiquiatra. Tú eliges.
    "Condenar" a eso a los hijos no sería crueldad, sino el mejor de los destinos. Háztelo ver.
    ECCE UOMO

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  6. Yo no le veo la gracia al comentario del "primer anónimo", pero puede que no entienda ese tipo de humor o no me guste. Algo sí me molesta, porque no le adivino el contrapunto irónico. Creo que es mejor evitar herir innecesariamente a nadie, sobre todo cuando el recién iniciado blog mantiene tan excelente tono de humor. Estoy convencido de que no está en el ánimo primeranónimo causar mi relativa molestia.

    Comprendo el tono mordaz del "segundo anónimo", creo que no excesivamente hiriente pero lo suficiente como para que pudiera iniciarse una lid poco grata. Mejor evitar palabras gruesas. Comparto lo de "el mejor de los destinos".

    Innvito a diluir tonos... Por experiencia sé que es muy fácil, mucho, desencadenar malentendidos y bullas en la blogosfera, con o sin intención. Esto de los blogs se parece a como cuando vamos conduciendo, nos neandertalizamos demasiado fácilmente.

    ¡Aúpa Aleti!

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  7. Pues eso, que mojar la oreja de modo amistoso es algo consustancial al fútbol, el mus y lo que se tercie. Si nos sirve para reirnos, tomar unas cañas, asumir que somos especiales (en eso, en lo que somos especiales), vale, perfecto.
    Pero mi hijo, que es valencianista por origen y atlético por simpatías hacia su padre es, siempre lo ha sido, deseado. Le deseo felicidad, haré lo que pueda, pero ha de saber que no le voy a poder ahorrar lo desagradable que tiene la vida, que ha de saber estar, aguantar, y también rebelarse. Que el modelo que quiero que tenga en vida es este equipo y no Walt Disney: gozo y dolor, arriesgar a cambio de nada.
    Y eso, que suerte a los madridistas, pero menos que a nosotros. Yo no soy antinada (intento que no me envenene el resentimiento). Y que ningún madridista piense que le vamos a arrancar la cabellera, como mucho le depilaremos el entrecejo. Los atléticos somos así: elegantes, no hay motivo para la arrogancia, pero tampoco lo seríamos si lo hubiere.
    Conduzcamos despacio, dejemos pasar, tiremos besitos a quien nos hace un corte de mangas.

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  8. Los atléticos siempre se han caracterizado por la subceptibilidad ante las críticas... aunque quieran disimular queriéndose colgar la medalla de elegantes... Yo podría decir que la elegancia no está en seguir a un equipo peculiar, sino en saber asumir un comentario sin que se note tanto que hierve la sangre.
    En el fondo, siempre quisieron nacer madridistas, pero queda poco elegante cambiar de chaqueta cuando ya todos se darían cuenta.

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  9. Volvamos a citar a Nietzsche, que recomienda la risa ante la pretendida ofensa. El atlético (al menos como yo lo entiendo) no se ofende porque olvida rápidamente.
    ¿Nacer madridistas? ¡Platón existe!
    Nos hierve la sangre, sí, porque eso es la vida, pero no nos hierve precisamente por ese fuego.
    Pues eso, que besitos, que yo también os quiero.

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  10. Hola, no me gusta el fútbol pero soy madridista por razones sentimentales ( era el equipo de mi abuela y con él disfrutaba como con nada). Por eso, no entiendo al anómimo madridista que desprecia las razones sentimentales de los atléticos. A ver si te enteras de que uno tiene apego a un equipo , no porque vaya a ganar siempre ( que por cierto, el madrid tampoco lo hace a pesar de los millones que se gasta) , sino por otras razones menos pragmáticas y eso es quizás, lo más bonito del fútbol.

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  11. Lo de razones sentimentales tiene su gracia, porque sentimientos y razones casi siempre se excluyen. Pero eso no importa, y sí estas palabras estupendas. No todo está perdido en el Bernabéu, no somos iguales, claro. Ahí está la gracia. Un abrazo rojiblanco.

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  12. Una vez le preguntaron a Churchill qué opinaba de los franceses, y contestó que no los conocía a todos. Era un tipo inteligente.

    Pero “primer anónimo” se refiere a todos “los atléticos” (debe de conocernos a todos); y dice “siempre” (debe de ser muy viejito, y perito en sondeos y estadística). Hombre, disimular, disimular…, llevando una camiseta a rayas blancas y rojas no parece que sea lo que pretendemos.

    En cuanto a querer colgarnos medalla de elegantes..., pues habrá de todo como en botica, y los del frente atlético elegantes no parecen.

    En todo caso, a algunos no nos es menester la medalla, ya la llevamos en los genes (que, por cierto, no nos hierven).

    En cuanto a que en el fondo quisimos ser madridistas, por lo que a mí respecta no es en el fondo sino en la superficie: es mi segundo equipo favorito y he gritado sus goles europeos a pleno pulmón. La mitad de mi familia es, además, merengona; así que de fondo nada: yo presumo de ser también del Real Madrid. Y del Getafe, del Rayo Vallecano, del Parla y del Alcorcón.

    No creo que el “primer anónimo” desprecie realmente los sentimientos atléticos. Para eso debería tener clase.

    Para ti, Olga, y para tu abuela (con afecto): ¡Hala, Madrid! ¡Hala, Madrid! ¡Hala, Madrid!

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  13. No quería entrar en ello, pero hay un error lógico en toda esta argumentación. Se llama falacia de la generalización apresurada, es decir, que no se puede pasar del alguno al todos. Esto es lo que quiso decir Churchill. Atléticos, es cierto, hay de muchos tipos y pelajes.
    Por lo demás, si mantenemos un poco la gracia y el ingenio, hablemos de fútbol, política, religión y feminismo. Sin torpedos en la línea de flotación ni golpes bajos. O sea, al estilo atlético, ese equipo patético. Mejor no ser demasiado susceptible.
    Todo esto lo saben los madridistas no cerriles, y los del Rayo Vallecano. Y también la madridista con la que tome una birra anoche. No me la arrojó a la cara, ni me dijo despectivamente "Eres un hombre patético, como tu equipo, como tu existencia". No. Y me volví a casa contento y feliz. Lo que permite la vida, que es mucho.
    (Y no diré nada, pues forma parte de mi elegancia consustancial, de los resultados de ayer, porque pronto serán al revés, lo sé).

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