La vida de los otros es una película alemana de 2006,
dirigida por Florian Henckel von Donnersmarck. Estupenda, extraordinaria. Merece
los premios que tiene. Sobre todo, merece ser vista. Más de una vez.
Se la he puesto a mis alumnos de Bachillerato. No
se suelen permitir atrevimientos como éste. Pero les gusta. Les gusta mucho. Si
fueran menos gregarios explorarían por su cuenta. Les he hablado del póker del
reciente cine alemán: Good bye, Lenin!
(Wolfgang Becker, 2003), El hundimiento (Oliver Hirschbiegel, 2004), La vida de los otros (Florian Henckel von Donnersmarck, 2006) y La ola (Dennis Gansel, 2008).
La película cuenta la historia de la última RDA a partir de
tres personajes: un policía que pertenece a la Stasi, un escritor de obras de
teatro y su novia actriz. Ni voy a contar la película (que la vea aquél al que
interese) ni a dar una lección de Historia, que está al alcance de cualquier
curioso.
Me gusta esa combinación excelente de cine político y de
historia íntima, de amor y libertad. Puede ser vista como una película sobre el
tránsito y el descubrimiento. En ese sentido, es optimista: los pueblos y las
personas pueden cambiar, y la semilla de la libertad nunca se puede destruir
del todo. Los totalitarismos son maestros en la manipulación del lenguaje y, en
consecuencia, de las conciencias. Pero siempre hay fisuras. No sé si llamarlo “gen
de la libertad”. Estoy seguro de que muchos verán en el enamoramiento del stasi la clave, pero esa lectura es
insuficiente.
De toda la película me atraen especialmente estas tres
escenas, que me parecen nucleares:
1. Albert Jerska entrega al dramaturgo
una partitura: “Sonata para un buen hombre”. Tras su suicidio, Dreyman la
interpreta al piano. La música es balsámica personal y colectivamente, y él
recuerda a Christa una frase de Lenin, referida a la Appassionata, que dice más o menos esto: “Si sigo escuchándola no
acabaré la Revolución”.
2. El stasi no tiene vida privada. Es un misionero de la causa. Su hogar
es tan frío, gris y anodino como él. Le visita una prostituta, que le trata con
educación, pero de un modo eficaz y distante. Es la imagen de la soledad. No
tiene a nadie, no tiene nada con vida.
Hay en su mirada una petición de sentido. Busca el afecto y sólo tiene
sucedáneos, tan postizos y eficaces
como él.
3. El policía sube en el ascensor. Un
niño le pregunta si de verdad es un stasi
porque su padre dice que son gente mala que mete a la gente en la cárcel. Mira
al chico y le pregunta: “¿Cómo se llama… tu pelota?”. Entre el comienzo y el
final de la frase se produce un largo silencio. Casi pueden verse sus dudas y
reflexiones. En mi opinión, es la clave, la inflexión de la película. Su vida
ya no va a ser la misma. Está perdido. A partir de ese momento necesita verdad.
Hay otras terribles: la delación de Christa, la huida
desordenada en medio de un dilema de lealtades y dependencias, los
interrogatorios, la búsqueda de la verdad en los ficheros policiales...
Y el final. Que no debo contar.
Excelente artículo que analiza la película:
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo en todo. Es emocionante ver cómo el stasi descubre LA BELLEZA, LA CULTURA, EL AMOR, y después de eso, ya no puede seguir siendo un robot entrenado para descubrir disidentes del sistema, sino que se transforma realmente en un ser humano, un ser humano bueno. Gracias por hacerme recordar una película tan increíble. Bss
Pues muchísimas gracias por todo. Pero no me importa nada que discrepes, que aquí se tolera y fomenta.Me gusta que hagas esa distintinción: un ser humano bueno, porque se puede ser muy humano y un perfecto cabroncete. De hecho, es lo que ocurre casi siempre. Muy humano.
EliminarEs una peli que crece, una de esas que te mejoran.
"La vida de los otros", dos veces vista. Y no serán las únicas.
ResponderEliminarPermíteme añadir a tu olimpo alemán, puro lenguaje de minimalismo y acierto, "Cuatro minutos", de Chris Kraus comentada en mi blog.
http://miraloquemeheencontrado.blogspot.com.es/2010/06/cuatro-minutos.html
Apunto tu recomendación. Ahí van otras dos: "Hombres, hombres", de Doris Dörrie (1985) y "Un verano en Berlín" (Andreas Dresen, 2005). Ambas deliciosas, raras dentro de esa seriedad que supuestamente tiene el cine alemán.
EliminarLeeré en cuanto llegue a casa tu post (ahora estoy muy lejos).
Bienvenida a este plaza, Serendipia. No te vayas, que escribes cosas que me interesan.
Habrá quien haga una lectura política. Eso es posible.
ResponderEliminarHabrá quien haga una lectura intimista. Eso es también posible. Habrá quien lea ambos vectores y eso también es posible.
A mí me gusta verla como película intimista, más, como una meditación acerca de la condición (frágil) humana. Y quizás por frágil, mutable, lo que abre una espita a la esperanza.
Creo que él cambia porque no sólo se enamora sino por la experiencia de la alteridad, la contemplación de lo que no era ni representaba él. Y el surgimiento de una cierta empatía.
No recuerdo la secuencia que citas, ésa de la pregunta “¿Cómo se llama… tu pelota?”, pero subscribo cuanto dices.
La vi en el invierno o primavera de 2007, ese verano fui a Berlín y vi en los diarios el nombre del actor (magnífico, perfecto), que recordaba entonces -ahora no-, y como no sé alemán pensé que le habían dado algún premio.
Supe al llegar a España que había muerto, y juré en hebreo hasta cansarme.
Todas ellas. Creo que es una película política en la que la historia intimista va veteándose a lo largo de los minutos. Finalmente, se resuelve gracias al amor y ese final es prodigioso, un acto de amor puro de dos hombres.
EliminarLa empatía es experiencia de la alteridad con voluntad de ponerse en los zapatos del otro. Aunque sea difícil abandonar las botas mititarotas.
La escena que cito está en el enlace de youtube. Te gustará recordarlo.
Sabía que el actor murió y lei que entre sus papeles interpretados estuvo... Hitler.
Los que hemos paseado por Berlín entendemos algo más de la película. Los que vivieron aquello de cerca más aún, supongo que les tocará muy de cerca.
No puedo decir más de lo que habéis dicho sobre "La vida de los otros". También la he visto más de una vez, e incluso la he regalado. Voy a sumar a todas esas una película: "Bárbara" 2012, Dir. Christian Petzold. Me gustó algo menos, pero refleja muy bien lo que era la vida cotidiana al otro lado del telón de acero: el destierro, la vigilancia en casa, en el trabajo.
ResponderEliminarTelón de acero: ¡Arqueología lingüística! (o no)
Estoy poniendo remedio a esa carencia fílmica. Espero verla en los próximos días. Esto parece un ciclo del moderno cine alemán. Nos estamos poniendo muy culturetas.
EliminarLos adolescentes ignoran por completo esa expresión, que, si no me equivoco, acuñó Churchill, aunque no todos lo admiten.
¿Culturetas? ¡Que va! Lo que ocurre es que nos flojea el mismo tornillo a todos.
ResponderEliminarP.D.: sin ir más lejos, he tenido que mirar en internet quien era el director porque nunca me quedo con esos datos (básicos para un cultureta ;)
Tienes razón: ese tornillo debe ser. Aunque yo de vez en cuando tengo un arrebato: acabo de salir de ver ese tostón pretencioso y presuntamente escandaloso y profundo que es la última del psicocineasta danés. Se oían los bostezos en la sala... y era supuestamente erótica.
EliminarA mayor gloria de sus obsesiones.
¿Ves? A mí ya se me está olvidando el nombre del Von Fulano. La próxima peli suya me meto al cine con palomitas.
Está claro que no me la puedo perder: intentaré verla pronto (por ejemplo, estas vacaciones santísimas, sin ir más lejos). Y anoto las otras. Gracias
ResponderEliminar¿Cómo? ¿Qué no la has visto? ¿Y pisas este blog sin el imprimatur?
EliminarQue sea la última vez.
Bueno, a ti se te consiente. Pero te gustaría, ya ves que hay rara unanimidad.