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sábado, 10 de octubre de 2015

RELEER

Una discusión recurrente entre lectores es la de si leer o releer. Algunos, muchos, dicen que no les gusta releer. Naturalmente, como toda elección es respetable y cada uno hace con su tiempo lo que le parece mejor. Hay quien argumenta que el tiempo de releer se lo quita al de descubrir algún autor o texto nuevos. Correcto, nada que objetar.

Yo quisiera añadir algunos matices. No es un deporte que practique con asiduidad (el de la relectura, claro), pero a veces lo hago. En algunos casos me encuentro con libros que me dicen lo mismo aunque han pasado muchos años. Eso no es en mi opinión un valor. Porque yo he cambiado, pero las páginas se han fosilizado. No sé si me explico bien.

Los clásicos son otra cosa. Se llaman así porque sus mensajes son infinitos, son como las bibliotecas de Borges, los jardines de los senderos que se bifurcan y la fuente inagotable de mensajes. Lee uno demasiado joven o a destiempo el Quijote (o la Odisea, o los Diálogos de Platón…) y no obtendrá más que tedio. Pero los lee y relee, enteros o fragmentos, y cada vez son nuevos, cada vez más fértiles. Cada vez dicen más o algo nuevo.

Además de éstos, hay muchos otros que, sin ser unos clásicos, no son libros kleenex, de los que aguantan una sola lectura. Los leemos a determinada edad, los subrayamos, nos impactan… y años después no lo entendemos. No lo entendemos porque hemos cambiado, porque la identidad  (ejem, qué cosa) que constituye nuestro nombre, nuestro temperamento y nuestra memoria, se ha expandido y reconducido (porque la identidad no es sólida, sino líquida, brumosa) y nos reconocemos -al menos lo que fuimos, no siempre lo que somos- en esos títulos, en esos subrayados lamentables, en esas notas al margen, en las admiraciones ante un párrafo repleto de obviedades o cursi hasta la náusea.

Esas relecturas nos enfrentan a nuestra particular biografía, a nuestros errores y a nuestro aprendizaje. Los que leen un solo libro ni se sonrojan, ni dudan, ni tienen interés en otro mensaje que no sea el canónico. O sea, son un peligro a la vez que la prueba que falsa esa tontuna generalmente repetida como verdadera que consiste en decir que leer nos hace mejores.

Tras la época nórdica (me estoy quitando, CrisC, lo juro, tengo un psi que me ayuda), ando metido en la era Márai. Suelo abrevar en un autor cuando lo que comienzo a leer me gusta. He terminado ya algunas novelas suyas. Tengo la sensación de estar releyendo y al mismo tiempo de estar descubriendo. Tengo la impresión de que ya he leído esto antes, en los escritos de Zweig, de Primo Levi. Sé que en el futuro ya no me deslumbrará como en estos días, pero también sé que lo leeré como la gran literatura que creo que es. Incluso subrayo algunas frases y doblo páginas (el libro es mío, puretas). Espero no avergonzarme de una estupidez transitoria al cabo de años. Creo que esta vez no.

10 comentarios:

  1. Me incluyo en el grupo de los no releectores. Pienso también que me quito tiempo de otras lecturas, pero también reconozco que, por estudios o trabajo, he releeído. No me arrepiento porque casi siempre han sido clásicos, y como dices en el post, son otra cosa, siempre aportan algo. Leí la Odisea siendo adolescente y descubrí un "nuevo mundo", si me permites llamarlo así. No me planteo su lectura otra vez.
    Por otro lado, discrepo en lo de leer todas las novelas de un autor una detrás de otra. Me explico. Me gusta alternar géneros y autores. Aunque un escritor me guste o me fascine, siempre intercalo lecturas de otras autorías o temas para no saturarme. Pero es completamente respetable tu elección, por supuesto.
    Besos.

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    1. Pues, aunque yo no sea un relector, creo que es mejor una buena relectura que una mala lectura. Por las razones explicadas antes. No hablo, claro, de trabajo. Me sé de memoria pasajes enteros de Platón o de Kant, eso no cuenta. Hablo de lo que uno elige voluntariamente.

      Yo con la "Odisea" tengo otra experiencia. La leí de adulto, treinta y pocos, si no recuerdo mal. Creo que es mejor momento que de adolescente. Y si la cogiera ahora (qué gran idea) me gustaría aún más. Al contrario que con los libros de Hermann Hesse, cuya relectura me ruboriza.

      Lo otro que comentas... no creo que sea cuestión de discrepar, sino de gustos. Yo soy muy enamoradizo con esto de autores o temas o procedencias. Y acabo de abandonar (ahora que ha muerto el "padre" Mankell) ese grupo por Márai: Larsson (los dos), Nesbo, Indridasson, Olafsdottir, Marklund,Sjowall y Wahloo...

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  2. En este caso somos muy distintos: creo que en mi vida he releído un libro, en serio, aunque muchas veces he estado tentada de hacerlo, con esas novelas que te transmiten tantas cosas especiales cuando eres joven. Pero al final no, nunca lo hago. Tengo tan poco tiempo y hay tanto, tanto que leer...
    Pero me encanta la idea de la relectura y creo que puede resultar una experiencia enriquecedora
    Besos

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    1. Pues es una curiosa experiencia. Como ya he dicho, si el libro es el mismo, malo, porque eso quiere decir que tú sigues siendo la misma. Si te dice otras cosas, es que el devenir y la maduración han hecho su papel.

      Sólo un ejemplo. Leí "El extranjero" en COU, en francés, lectura obligatoria. Lo he releído muchas veces, en dos idiomas, también una novela gráfica (mala) y una peli (mala también). Nunca me han dicho lo mismo: siempre más.

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  3. La relectura demanda -creo- algunas condiciones, por ejemplo, debe transcurrir un cierto tiempo, quizás 2 ó 20 años.

    Depende también de la obra concreta y de uno mismo.

    Por otra parte, como dices, los clásicos “son otra cosa” y casi podría decirse que toda relectura es un nuevo leer.

    Y ahora que dejas los suecos te da por la cosa austrohúngara… Muy berlanguiano te veo, Atticus.

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    1. Dos me parece poco. En algunos más de 20. Y que apetezca: el hecho de no querer abrir de nuevo un libro es indicativo. Por cierto, nunca he entendido ese afán de poseer los libros y al mismo tiempo no querer releerlos. Yo no les tengo especial apego en tanto que objetos. Acaba de morir Mankell y me doy cuenta de que he leído quince libros suyos y no tengo ninguno, lo mismo ocurre con los otros "suecos" (Nesbo es noruego, Indridason y Olafsdottir islandeses).

      De Berlanga no solo tengo que aprender su magnífico cine (tras "La vaquilla" me di de baja), sino tu otra afición. También austrohúngara, supongo...

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  4. Tiene razón CrisC, debe transcurrir un cierto tiempo, no sé cuánto. Yo releo bastante, pero no libros enteros. Cojo uno, leo una página, dos..., a veces me engancho y puedo llegar a leer el libro entero (pocas veces pasa). Tengo dos tentaciones: "El nombre de la rosa" y "Cien años de soledad". Me gustaron mucho en su época y ahora no sé qué hacer. Es como un encuentro que te apetece mucho pero te da miedo. Ya veremos.

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    1. Eso también lo hago yo. "El nombre de la rosa" lo he leído unas cuantas veces, seis o siete. Me sigue gustando, pero ahora lo leo casi profesionalmente. No tengas miedo.

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  5. Yo soy de las relectoras. Me gusta releer libros que ya estuvieron entre mis manos pasado un tiempo considerable porque les saco mucho más jugo o, al menos, un sabor diferente. También quisiera diferenciar aquí entre, por ejemplo, novela y poesía. La poesía tiendo a releerla y releerla sin que hayan pasado largos periodos de tiempo. Creo que cada escritura tiene sus ritmos y su manera de ser leída. Ahora que comienzo etapa también como actriz teatral lo veo todavía con más claridad. Cada vez que vuelvo a un texto lo hago más y más mío hasta permitirle que me embargue totalmente para darle vida aunque no sea con las palabras exactas. Sería algo así como entrar en comunión con la esencia del texto.

    Saludos nómadas.

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    1. Los relectores son lectores. Y además de los que rascan. Como dices, la poesía es otra historia. Siempre es nueva.

      Ya contarás lo de las tablas, María Guerrero...

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