Este año, durante el siempre aburrido claustro inicial de
curso, saqué unos folios en los que había anotado cuatro frases tomadas de la
primera novela que he leído de Alicia Giménez Bartlett, pronunciadas/pensadas
por la comisaria Petra Delicado. Mientras el runrún previsible y clonado de
otros cursos se sucedía, a mí me dio por escribir sobre ellas, a partir de
ellas.
1. Sin testigos infamantes de la mediocridad. Nunca es posible. Por eso buscamos
el silencio y la impunidad, nada tan bajo como la mediocridad, hasta el crimen
precisa inteligencia y no una simple chapuza coyuntural dictada por instintos
bajunos. Lo peor es que tantos mediocres exigen complicidades, testigos, de su
bovino proceder.
2. Yo podía subir o bajar por su escalera según me lo dictase el humor. No paro de dar vueltas a esta frase
con el curso por delante. A veces tengo ganas de dar la batalla; otras, me
enroco en el conocimiento de lo que sé que no se puede hacer y mi yo más zen
entra en el silencio. Éste debería ser el camino, el otro me hace daño. Elegiré
el error.
3.
Me compadecí de él, sus esfuerzos por
convertir los prejuicios en argumentos. A esto sólo se puede decir: nada que añadir, señoría. Sin
embargo, ese esfuerzo, cuando es sincero, convierte a sus actores en personas
meritorias. Porque prejuicios tenemos todos y ser consciente de ellos es un
primer y gran paso. Para trascenderlos, claro, no para apuntalarlos.
4. La gente acepta mucho mejor las broncas que la frialdad educada.
Claro, el desprecio nos ningunea, mientras que el odio o el más vulgar
rechazo nos hace alguien, algo. No existir, ser un gusano, sólo nos hace dignos
del silencio, el olvido o la frialdad. Algo así como ser invisibles: no ser.
Procedencia de la imagen: https://ined21.com/claustro-profesores-sistema-amigo/